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BREVE DIALOGO CON KAFKA

(Guión para escenografía en favor de la insumisión militar ; teatro no convencional)

Creado y dirigido por Raúl Minchinela


HOJA TÉCNICA

PRESO: Juan Luis Campoy
VOZ PRESO: Fernando Tomás
KAFKA: Javier Manero
VOZ KAFKA: Juan José Navamuel
GUARDIA1: Enrique Andrés
GUARDIA2: Félix G.

GUIÓN

Sala y escena a oscuras. Por una puerta de la sala aparecen los GUARDIAS llevando en brazos al PRESO (sin más luz que la que entra por esa puerta); lo arrojan sobre el escenario y se marchan por la misma puerta por la que han entrado, cerrándola al salir, lo que vuelve a dejar la sala y la escena a oscuras. Entonces se enciende un flexo: el flexo está sobre una mesa sobre la que también se encuentran una botella de vino, dos vasos, un paquete de cigarrillos y un mechero. Quien ha encendido el flexo no es otro que KAFKA, que se encuentra sentado junto a la mesa, mirando hacia el público, con otra silla vacía al otro lado de la mesa. Lleva americana, camisa abierta y pelo engominado. PRESO se levanta con parsimonia, desempolvándose con gestos lentos y doloridos, sin hacer caso de la figura a su espalda . Pronto descubrimos que PRESO ya sabe que KAFKA está ahí, porque no se sorprende cuando suena la voz a su espalda, comenzando el diálogo.

K: ¿Te han hecho daño?

(P gira levemente la cabeza y vuelve a su postura inicial) P: Lo justo. Les divierte mucho más pegar a un no violento que a un macarra, igual que da más morbo violar a una virgen que a una puta. Ya sabes como funciona esto. (Se duele de un golpe) ¿Qué tal tú, Franz?

K: Ya ves, aquí, esperándote.

P: ¿Llevas mucho tiempo?

K: Setenta años, día más o menos.

P: (Inmediatamente) Setenta años… (pausa) Setenta años… Tenías razón, ¿sabes?

K: ¿En qué?

P: En todo. En lo ilógico del mundo. En el poder de la burocracia. Lo adivinaste todo hace setenta años. Tenías razón en todo. En cómo tu vida se ve modificada por personas que no conoces, o peor aún, por papeles escritos por personas que no te conocen, con las que no puedes hablar, con las que no puedes discutir, a las que les eres indiferente. Te mandan un papel diciendo que tienes que abandonar tu casa para instalarte en no se qué barracones y, evidentemente, no haces caso. Nunca hago caso del correo. Nunca abro el buzón y el correo certificado va directamente a la basura. Todo lo que me envía la gente que no conozco es peligroso: solo quieren contactar conmigo para aprovecharse de mí. ¡Gane dinero! ¡Aproveche nuestros servicios! ¡Envíenos su nombre y dirección! Mis amigos saben que no deben mandarme nada por correo. Nunca abro el buzón. No me creo ningún papel firmado por extraños. Y me han secuestrado por no creer en extraños.

K: Antes no te mandaban papeles. Unos señores muy serios venían a verte y te decían que era posible que fuesen lo que eran pero que no lo podían decir porque era secreto y que no te podían decir tampoco por qué estabas arrestado ni qué razones les había inducido para pensar…

P: (Interrumpiéndole) Es que ahora ni se molestan en eso. Cielos, molestarse en venir y explicarte las cosas. Oh, no. Todo son citaciones, todo son referencias a textos publicados en otra parte,… todo son papeles. Un papel para indicarte que tienes que abandonar tu vida; un papel para señalar que te estás retrasando en abandonar tu vida, un papel para decir que te vienen a buscar, un papel para insistir en que vienen a buscarte, un papel para indicar que tienes que ir al juzgado, y otro más pequeño en el que te indican la fecha y la hora que rellenan por triplicado para enviar copias a todas las personas a las que no interesas en absoluto. Nunca leí esos papeles. Eran pequeños objetos blancos manchados de tinta. No los leí, no los contesté. No eran cosas graves, sólo eran papeles. Algo grave es, no sé, asesinar a alguien, o robarle aquello para lo que ha hipotecado su vida, no sé, su casa, su familia. Una violación o una agresión es algo grave. Mi crimen es no leer papeles. (Poniéndose nervioso, se levanta con aspavientos) Yo sólo quiero vivir mi vida. ¿Qué derecho tienen a secuestrarme? ¿Qué derecho tienen a violarme? ¿Acaso no está derogado el derecho de pernada? ¿No es esto lo mismo? (Calmándose, casi sollozando) Es que soy un peligro social por estar sentado?

K: No pero puedes aprender a no obedecer a no someterte. O peor todavía, puedes enseñar a otros a hacer lo mismo. No enseñar, sólo demostrar que se puede hacer. La mayoría de los ciudadanos no saben que están controlados hasta que desobedecen. Son como perros de compañía: mientras caminen por donde quiere su amo, no saben que tienen una cadena atada al cuello. Sólo lo descubren cuando intentan alejarse un poco, cuando quieren dar un paso a un lado. Entonces sí que la cadena les tirará y les ahogará. (Pausa. Exhala humo). Igual que las personas.

P: Pero nadie entiende mi postura, o casi nadie. Con quien quiera que hable estoy tan solo...

K: Maquiavelo.

P: ¿Qué?

K: Maquiavelo. Cómo convencer a la gente de que tienes derecho a humillar a la gente, como conseguir que se humillen sin rechistar, como lograr que a todos les parezca lo más normal del mundo. Maquiavelo o la importancia de la imagen pública: te secuestran y tus vecinos piensan que es justo. ¿Cuál es la excusa ahora?

P: Insolidaridad social.

K: Explícame eso.

P: Ahora que la gente tiene más educación, muy pocos quieren trabajar porque sí para el ejército, ni aprender a usar instrumentos que sólo sirven para matar gente, ni soportar los malos tratos de personas que se creen algo por tener insignias en la camisa. Como el fenómeno ha ido a más, se han tenido que inventar un supuesto servicio social que equivale al servicio que le haces al mundo barriendo cuarteles y llevando al colegio al hijo del general.

K: Vaya sorpresa.

P: Así que ahora se han inventado supuestos servicios sociales. Pero es cuestión de que lo hagas cuando te obligan. Personas que durante años han trabajado para los menos afortunados han acabado arrestados y multados a pesar de demostrar que llevaban cumpliendo una función social durante años. Tenías que ver a todo Cáritas, (aclarando) una organización humanitaria, (tono normal) implorándole al juez dando fe del inmenso trabajo que había hecho y que ahora que había conseguido trabajo y una vida no era cuestión de abandonarlo todo porque ya había cumplido, o eso parecía, y el juez diciendo magnánimamente que acabaran cuanto antes, que sí, que lo que sea, que la ley era muy clara al respecto.

K: Ya veo.

P: Así que los jueces le condenaron, claro. La supuesta deuda social es una patraña. Lo importante es que obedezcas, que hagas lo que te digan cuando ellos te lo digan.

K: O te empezará a apretar la correa.

(Pausa. Ambos fuman)

P: ¿Y ahora?

K: ¿Cómo?

P: ¿Qué viene ahora? Quiero decir, acertaste hace décadas como iba a ser el mundo a fecha de hoy.

K: Tampoco era tan difícil, créeme...

P: ¿A dónde vamos? ¿Qué vamos a hacer en el futuro?

(Pausa).

K: Vamos a invertir las prisiones.

(Preso le mira. Kafka vuelve a tomar humo y exhalarlo).

K: Te pueden encerrar cuando quieran. Te pueden secuestrar como quieran. Te pueden violar y mutilar y asesinar y convencer a todo el de que es justo y de que te lo merecías por hacer cosas horribles que nunca hiciste. Así que sólo puedes ser feliz en tu propia prisión. Encerrándote en tu casa, disfrutando los pequeños placeres: leyendo tu libro favorito, saboreando la textura del vino (levanta la copa). Cuando todo se complica sólo te queda el sabor del vino. Así que te creas tu propia celda para ser libre: te encierras y te creas un mundo en el que puedes hacer lo que quieres hasta que vengan a buscarte. Eres libre dentro de tu celda y el exterior es la prisión. Esa es la inversión de las prisiones. Ese es el mundo dentro de setenta años.

P: Pensaba que las personas eran seres sociales. Que no soportan encerrarse.

K: Eso es que no miras alrededor. El proceso ya ha empezado. Ya tienes los primeros vestigios del fin del mundo. Ya a nadie le importan las personas que se cruza en el mercado, ni sus vecinos de edificio,... y muchos ni siquiera se interesan a sí mismos y terminan con vidas grises, formales y calladas. Sin comunicarse con nadie. (Pausa) Bienvenido a la era de los seres unicelulares.

P: Así que estamos condenados.

K: Y como todos los condenados, pedirás un cigarrillo antes de que te ejecuten y aprenderás a disfrutar del regusto del tabaco. Condenados a encerrarnos, sí, pero condenados a aprender a ser libres. Nos encerrarán y nos encerraremos, pero siempre nos quedará el sabor del vino. Y nos encerraremos en el sabor, y disfrutaremos esa pequeña sensación como si estuviésemos ante un pelotón de fusilamiento, porque es al fin y al cabo donde nos encontramos. Condenados, a punto de ser ejecutados, sólo nos queda disfrutar del sabor del vino.

P: Del regusto del tabaco del condenado.

(Enciende el cigarrillo en el borde del escenario. Se apagan las luces (foco y flexo) y sólo se ve el mechero de PRESO mientras se enciende el cigarrillo. La llama se mantendrá hasta que se encienda el proyector, iluminando a PRESO . Entonces comienza la película. Preso se aparta de la pantalla.

FIN)


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