Con la boina, el pañuelo, la barriga, el acento paleto y los ojos de viciosete como inconfundibles señas de identidad este español universal ha llegado a lo más profundo de nuestra población. Otros tendrán a Charlot o a Cantinflas, pero nosotros tenemos a Paco.
Semejante fenómeno nació en 1902 en Tarazona, y ya desde mocico le atrajeron las tablas y el género bufo. Empezó como aficionado en Barcelona, actuando después del trabajo y por amor al arte. Pero al llegar la guerra se tuvo que convertir en profesional para alimentar a sus churumbeles.
Decidió viajar por provincias y deleitar al selecto público rural con piezas de alto contenido intelectual, formando compañía propia. Entre tomatazo y tomatazo su estilo interpretativo se asentó con la inestimable ayuda del hambre y de los calzones remendados, que acabaron convirtiendo a Paco en un pícaro. Los años fueron pasando y los éxitos se fueron escapando. Y cuando ya nadie daba un duro por él, Paco demostró que era como el vino español: cuanto más viejo, mejor. Y en 1963 estrena en el teatro la obra que lo convertiría en mito: "La ciudad no es para mi" y dos años después la interpreta en el cine, y se desencadena la fiebre Martínez Soria. El resto es historia.
El fue un hombre del teatro, al que se dedicó en cuerpo y alma, y tanto es así que se compró su propio teatro en Barcelona. Pero el legado que nos ha dejado a sus seguidores tardíos son las películas que filmó, siempre como cabeza indiscutible de cartel y con arrolladores éxitos de taquillaje. Su filmografía es como un cursillo didáctico sobre España: trató todos los temas. Y si no, veamos el catálogo: "Que hacemos con los hijos", alegato a favor de la libertad de la juventud de su época, "El turismo es un gran invento", que enseñó a los españoles a babear con las suecas, "El abuelo tiene un plan" , feroz diatriba contra la eutanasia o "Abuelo made in Spain", intento de atacar los mercados exteriores.
Su repertorio de personajes fue infinito: desde el matraco terco-como-una-mula pero más-bueno-que-el-pan hasta el viejo verde de largas y rápidas manos pasando por el paleto corto de sesera sin olvidarnos de sus dos grandes desafíos actorales: "Vaya par de gemelos" donde hacía dos paletos por el precio de uno y "La tía de Carlos", donde demostró que era un amante de las vanguardias y nos regaló una inolvidable lección de travestismo (Aprende, Almodóvar)
Y aunque han pasado más de veinte años desde su muerte, sigue estando en el
candelero. Las reposiciones de sus películas en la tele siguen ambientando
nuestros hogares con su inconfundible aroma a granja y de paso logran
índices de audiencia estratosféricos. Así pues, rezad con nosotros: "Abuelo
nuestro
que estás en los cielos...."