Caído en el suelo se hallaba el cuerpo de Clifford Wheel,
que aparentemente había sido golpeado por la espalda con un mazo de croquet.
La posición del cuerpo indicaba que la víctima había sido sorprendida mientras
le cantaba «Sorrento» a su pez de colores. (...)
-Un hombre de negocios hasta el fin -murmuró Ives, su criado, cuyos zapatos
de exagerados tacones, detalle curioso, le hacían cinco centímetros más bajo.
La puerta que daba a la terraza estaba abierta y unas huellas partían de allí
para luego bajar al vestbulo y desaparecer en un cajón.
-¿Dónde se hallaba usted cuando ocurrió, Ives?
-En la cocina, fregando los platos -respondió Ives, sacando de la cartera
un poco de espuma para corroborar su declaración.