El caso de Winsor McCay es una de las mayores injusticias del arte del siglo XX. Es asombroso que su nombre no esté en el escalafón de Picasso, Stravinski o Joyce, y es probablemente debido a que trabajó en medios de expresión no reconocidos a principios de siglo. Pero eso aún no justifica su desconocimiento actual.
Hasta Winsor McCay (Spring Lake 1867- Nueva York 1934) las historietas eran chistes fáciles para inmigrantes -recordemos los balbuceos del cómic americano- y los dibujos animados no pasaban de ser literalmente tres palotes con un círculo como cabeza que se movían a golpes. McCay revolucionó de tal modo ambos medios que es inevitable citar sus creaciones en ambos.
En la historieta es inevitable hablar de Little Nemo in Slumberland, un tipo de historieta que nadie ha tenido el valor de afrontar desde que McCay la abandonara en 1925: la fantasía onírica (temática similar es la del Sandman de Gaiman, pero la aproximación es totalmente distinta). En Nemo, en preciosas páginas repletas de detalles de Art Noveau, evolucionó de un modo brutal: no sólo inventó la composición de página (inexistente hasta él) sino que además inventó el travelling en historieta (dos viñetas con fondos que se continúan), jugó con los marcos de las viñetas, hizo a los personajes interactuar con los títulos y bocadillos,... experimentó hasta dejar la historieta tal y como la conocemos ahora (a groso modo; otro cantar son Steranko y Miller). Little Nemo es sencillamente increible (sobre todo mirando las fechas de realización: ˇ1905!), y es imposible no enamorarse viendo cualquiera de sus páginas.
Y al respecto de la animación ya sobrepasamos la genialidad. No se conformó con crear las primeras películas animadas con coherencia visual, que resultaban de un trabajo agotador puesto que no habían pensado en la pintura opaca y se veían obligados a redibujar los fondos en cada fotograma. No sólo fue el primero en hacer un corto de animación periodístico (el hundimiento del Lusitania). Además, en el límite de la creatividad de principios de siglo... ˇactuaba interactuando con sus animaciones! En Gertie the Dinosaur, su obra más conocida, le ordenaba al dibujo levantar la pata, girar la cabeza,... tiraba una manzana detrás de la pantalla y aparecía en el dibujo antes de que Gertie la cogiera al vuelo... ˇY al final el propio McCay se introducía en el dibujo animado y viajaba en la boca de Gertie! Era un éxito allí donde actuaba (era absolutamente único, incluso considerando sólo la calidad de sus animaciones) y ello obligo a William Randolph Hearst a subirle el sueldo de forma exhorbitada para que se dedicara de forma exclusiva al periódico donde dibujaba.
Así pues, en McCay encontramos una mente privilegiada, un talento soberbio y un continuo esfuerzo por evolucionar. McCay inventó su propio medio y desarrolló su propia vanguardia. No se puede pensar mayor elogio para un artista.