Escrito del padre A. Garau dirigido a la oficina personal de Su Santidad.
Tabla de Herejías
Tras un titánico sacrificio para ver los sacrilegios que muestro a continuación, le remito este listado de inquinidades para que tome Su Excelencia las medidas oportunas (por ejemplo, el paredón).
Suyo afectísimo,
A.G.
PD: Me limito a incluir las más graves para ahorrar tiempo a Su Excelencia.
Creo entender en esta película un mensaje subyaciente que pone en duda la grandeza y la independencia de esta gloriosa nación. Hace ver que los españoles son miserables, cortitos de miras y sumisos al mejor postor. Nada más lejos de la realidad. Por otra parte, noto cierto retintín en las canciones ¡Viva el folklore español! En relación a nuestro ámbito, el cura del pueblo -figura intocable en nuestro país- también le pide al invasor unas monedas de plata. Intolerable. Excomulgue también a ese actor.
Mofa insoportable del género eclesiástico: ¡un cura finge un milagro! ¡Por Dios! A pesar de mis sabias apreciaciones como censor, de las que Berlanga hizo mofa y befa, y tras interminables discusiones sobre lo indiscutible, el producto final delata el ateismo atroz del susodicho. A la hoguera.
De plácido, nada. Hiriente, más bien. Riéndose de la caridad burguesa y de nuestras fieles beatas, pilar de la piedad española, ridiculiza nuestra falta de egoismo e insinúa que los pobres de nuestro país no viven bien. Este ataque a nuestra labor para los indigentes merece de por sí la crucifixión boca abajo. Cada personaje que aparece en la película es un insulto. Y no se pierda al cura del pueblo. Puedo oir removerse a Torquemada.
Aberración total. Curas no hay, pero debo romper una lanza por el Caudillo y su santo régimen, al que creo vilmente atacado por las confabulaciones y los impíos rumores que apuntan a que el verdugo no era Pepe Isbert -que nunca supo qué representaba- sino que simbolizaba al autor del grito "¡Españoles!".No contento con esto, Berlanga hablaba en la película de una dulce muchachita que vuelve de unas vaciones en Mallorca con uninquilino en su abdomen. Al menos tiene la decencia de casarla más tarde, pero el libertinaje queda patente. ¿No quiere verdugo? Pues démosle uno.
Como nota final, indicarle que, ya que le cae cerca a Su Excelencia, les dé un toque a sus vecinos del Festival de Venecia, que le dieron cuerda y alas a este maligno director y proyectaron sus obras íntegras. Démosle cuerda a ellos también, pero al cuello.