Madrid, a 19 de Diciembre de 1969 (30 años de paz).
Consideramos la filmografía de Luis G. Berlanga como altamente inadecuada para su exhibición en cines españoles. Su falta de patriotismo es alarmante y rebosa comunismo, masonería y libertinaje, todos impropios de esta regia nación, una, grande, libre, católica, apostólica y romana. No en vano este departamento ha tenido que ejercer su función sobre todas y cada una de sus soflamas cinematográficas.
Ya desde su infancia en Valencia, el sujeto suspendía repetidamente la asignatura de "Formación del Espíritu Nacional" y mostraba serias lagunas a la hora de memorizar el "Cara al Sol". Nuestros infiltrados en la escuela de Cinematografía en Madrid también enviaron, años más tarde, preocupantes informes al respecto de sus primeros escarceos. De estos tiempos data su asociación con el conocido rojillo antiespañol Juan Antonio Bardem, con el que firma su primer largometraje ("Esa pareja feliz" era el engañoso título), al que tuvimos el placer de aplicarle la tijera.
Su siguiente exabrupto, por fin en solitario, ya entró en la categoría de peligroso, alevoso y nocturno: "Bienvenido Mr. Marshall", que a pesar de nuestro filtro logra incluir referencias subversivas para regocijo del público asistente. Fue un éxito rotundo, y sirvió para que pusiésemos especial empeño en afilar nuestras cuchillas de cara a futuros encuentros.
Tras mínimos cambios en sus películas siguientes, en las que por cierto siguió toreándonos sin compasión, se nos calentaron los bolígrafos y decidimos cambiarle entero el guión de "Los Jueves, Milagro" cuatro veces, incluso después de filmada. Fue en vano, y el movimiento prorruso contempló con gozo nuevos goles a este servicio.
Ya curados en salud y disponiendo una defensa férrea, vimos impertérritos como nos colaba por la escuadra "Plácido" en plena final de la Copa del Generalísimo. El muy criminal se reía hasta de su técnico de sonido, dándole un serio repaso a la iglesia, a la burguesía y a la administración, los tres gloriosos pilares que apuntalan nuestra imperial nación. "¡Nunca más!", gritamos al unísono; "¡Santiago y cierra el cine!". No hubo fortuna, ya que festivales paganos como Venecia y Cannes, fuentes permanentes de herejías, las recibían efusivamente.
Cuando mayor ímpetu pusimos en nuestro trabajo, el muy ladino aprovechó nuestra distracción con Buñuel y su "Viridiana" para perpetrar nada menos que "El Verdugo", puñalada trapera y sin nombre que llevó a nuestro Jefe del Estado a formular su sentencia: "Berlanga no es un comunista. Es mucho peor: es un mal español". O, como nos dijo en privado: "¡A por él!".
Pero Berlanga reveló por fin su esencia ponzoñosa y huyó a Francia para verter su "Tamaño Natural", película pornográfica que hubiera ruborizado al mismísimo Satanás. No se proyectará en España mientras quede un soplo de vida en nuestro ánimo y en nuestras cuchillas.
Tras la pérdida de nuestro insustituible Caudillo (¡Viva España!), el recurrente sarraceno Berlanga sigue imperturbable en su ánimo destructor. En nuestros últimos días como censura tuvimos que aceptar la proyección de su traidor filme "La Escopeta Nacional", en el que hace leña del árbol caído y ridiculiza a los patriotas que se mudaron la chaqueta pero que conservaron su raíz nacional. Ya jubilados, hemos contemplado con frustración insultos a la guerra civil como "La Vaquilla", donde se defendía la amenaza roja, "Moros y Cristianos", basura repleta de sexo, corrupción y malas hierbas, y "Todos a la Cárcel", que aún no la hemos entendido pero nos suponemos lo peor, todo ello entre reincidentes secuelas de "La Escopeta Nacional" donde no dejó nacionalista con cabeza.
En el día de hoy, cautivo y desarmado el servicio
de censura, han alcanzado las tropas de Berlanga sus últimos objetivos en los
cines.
LA GUERRA HA TERMINADO.