Nacho Vigalondo escribe sobre el primer Trash Entre Amigos

Le había dado vueltas al asunto, iluminado por las epifanías en Texas, en concreto los shows del Master Pancake. Conocía el Mistery Science Theatre 3000 (El amigo Jack Shadowcomparte un buen trozo con ustedes), había asistido a la visceral Semana de Terror de Donosti, como víctima y también como verdugo…

Frente a la serenidad los que anuncian que el cine ha muerto mientras se descargan cinco estrenos a la semana. ¿No es más apasionante imaginar soluciones de continuidad? La pregunta, yendo a lo concreto, podría ser: Ya que se ha reinventado la forma de ver películas en nuestra casa  ¿No podemos hacer algo para reformular cómo ver películas fuera de ella? Más allá de la cuestión tecnológica, el 3D y las sillas que te ponen el culo vibrando ¿Podemos renovar el espíritu, la descarga de energía? Ahora que las películas tampoco ocupan lugar ¿Podemos devolverle al cine la condición de momento único?


Mucho darle vueltas, pero ha tenido que ser Raúl Minchinelael que le de a la manivela. Si ya admiraba en Raúl la capacidad para levantar el argumento a la categoría de show sin perder ni uno solo de los papeles, ahora me ha sorprendido en algo mucho más complicado: Frente a pensar más de la cuenta y no pensar nada (dos situaciones muy españolas), la capacidad de pensar lo justo. “Es una fiesta. No se le da al coco para mejorar las fiestas, porque acabas haciendo cosas falsas; mire las discotecas, que se han asentado en engendros como la fiesta de la espuma y similares.” dice en sus comments.


Tomé el AVE hacia Barcelona, rumbo al Trash entre amigos cagado de miedo, ahora lo reconozco. Había cumplido mi promesa de no ver de antemano Made in China (el enlace es muy recomendable), la película que ibamos a desguazar en tiempo real. Más por falta de tiempo que por exceso de honradez; estos días estoy enterrado en la escritura de la nueva versión de un guión tres veces más complicado que el anterior, y los infiernos de las trampas autoimpuestas han vuelto a mandar al cuerno mi vida social y mi metabolismo. Durante estas etapas de escritura, si tengo pareja, hay crisis de pareja. Si estoy solo, peor. En ambos casos, todo lo que invierto en el guión es de lo que carezco el resto del día. Cuando estoy escribiendo soy más tonto el resto del tiempo. Así es. Con ese ánimo me iba a Barcelona.


Por otro lado, mis compañeros en la labor, el Señor Ausente, Rubén Lardín y el mismo Doctor Repronto forman parte de ese grupo de gente a la que leía antes de conocer, y  que me intimidan más de lo que piensan. De noche, o durante las meriendacenas, hay trucos para disimular, que van de la copichuela al chiste malo. Pero esto consistía en tirarse al ruedo codo con codo con estos tres titanes y salir con la frente alta.

Me torturaba la idea de que debía habérmelo preparado mejor. Sin saberlo, estaba sufriendo el síndrome de la fiesta de la espuma.

Al final, recibí una lección. El cálculo (y la falta de cálculo) de Minchinela resultó perfecto, con la colaboración del omnipresente Xavi Serra y los Cines Casablanca, que nos permitieron colar cervezas en la sala. Trash entre Amigos acabó siendo lo que debía ser: Una fiesta disparatada y hermanadora donde nuestros micros no eran una herramienta para someter al público, sino para invitarle a gritar más alto. Ausente demostró que, de lo que sabe, sabe más que ningún otro ser vivo, Lardín agitó su sombra de erotómano imbatible y Minchinela, su barba y su micro, nos hizo temer de nuevo que algún día se convierta en el villano de Pinocho y nos termine por embaucar del todo.

Hay que decir que Made in China resultó no ser ese cine basura de vocación morosa (pienso en Ed Wood, en la Troma), más preocupado por llegar a los ochenta minutos que por abarrotarnos a placeres. Tiene más hostias que silencios, y más humor que planos de gaviotas (y eso es MUCHO decir). Y un conejo blanco. Ausente dice que una película con conejo blanco siempre es buena. En ésta lo despedazan. La volveré a ver, incluso en casa, incluso solo.

¿El pleno al quince? Gracias al cineasta Josep Durán, nos visitó el actor Jose María Blanco, que, en un alarde de humor, remató la sesión confesando que John Liu escribía el guión durante las horas de la comida. Jose María (que tiene una presencia y un currículum acojonantes) pareció entender el primero que, algo más allá del respeto, y muchísimo más allá de la burla, lo que se respiró esa noche fue algo que no garantiza ni el 3D ni el Emule: Complicidad.

El blog Ausente recopila reacciones.

Minchinela recapitula.

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La entrada original de Nacho Vigalondo, en su blog

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