Nació en 1889 y ya desde sus años jóvenes demostró su ductilidad para todo tipo de artes. Fue poeta, novelista y dramaturgo de éxito. La vida cultural de París pasaba por sus manos. Estas obras ya eran más bien raritas. Hasta 1931 no hizo su entrada en el mundo del celuloide con 'La sangre de un poeta' que se convirtió instantáneamente en una bandera del surrealismo. No la entendieron ni los especialistas de la NASA, pero en el mundo intelectual pegó bastante fuerte. En aquellos tiempos ya era un mito de su país. Pero su obra de director de cine siempre fue para èl, algo suplementario y por ello la desarrolló de manera bastante inconstante. Otra de sus grandes películas fue "La bella y la bestia", como la de Disney pero sin canciones, película influyente en el posterior desarrollo de cierto cine pedante francés y que nunca fue imitada con propiedad.
Cocteau llevó la poesia a su obra maestra en el cine "El testamento de Orfeo". Esta es la esencia del cine y de la vida del autor. Las pretensiones de su adolescencia se apagaron con ese humilde y hermoso deseo de plasmar la belleza en el arte con el torturado convencimiento por no poder lograrlo. Sus pasiones fueron España y la raza gitana, sobre todo si eran hombres, ya que fue homosexual irredento e inacabable. Otra de sus grandes debilidades fue el opio. Fue un colgado de marca mayor que escribió gran parte de su obra en fumaderos chinos. Sin ir más lejos su mejor novela, 'Los niños perdidos" la escribió en medio de un delirio. No hay más que ver alguna de sus películas para comprender su pequeño vicio. Además fue amigo de otros grandes artistas como Orson Welles o el grupo de música clásica francés de los Cinco. En 1963 pasó a mejor vida, llevandose consigo su amargura delicada y sus obras ininteligibles.
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