Su primer éxito le llegó con "Scanners", película imposible de olvidar por la impactante secuencia en la que a un presentador de telediario le explotaba la cabeza como si fuese una sandía madura... en antena. Luego lo llamaron los yanquis y, aunque parecía que podía llegar a venderse como otros jóvenes de su generación, el avispado David se marcó una película ("Videodrome") sobre la mutación de un hombre en video doméstico, entre otras cosas. Casi nada.
Su carrera americana continúo con "La mosca", en la que siguió sin disimulo el insano camino de obras anteriores, pero metiéndole de rondón un mensaje casi filosófico. Los americanos ni se enteraron y encima fueron a verla. Cuando parecía imposible que hiciese algo más raro, va y se saca del sombrero sus dos obras más arriesgadas. En Canadá filmó la alucinante historia de dos gemelos que quieren volver al útero materno y... lo consiguen(!!!). Aquí la titularon "Inseparables". Y no era todo ni muchos menos. El colmo del atrevimiento vendría con su personal adaptación del "Almuerzo Desnudo" de Burroughs, es decir drogas, alucinaciones y máquinas de escribir que se convierten en gigantescos penes erectos. Vamos, que fue un serio rival en taquilla para el producto Disney de turno. En España ni se estrenó.
En los últimos años Cronenberg sigue haciendo de las suyas. Cada proyecto que toca, aunque sea un encargo, lo acaba convirtiendo en algo tan personal como su ropa interior. Además es un aficionado a los cameos (pequeñas apariciones en las películas de los demás) encarnando siempre a tipos bastante extraños, que son buscados de manera obsesiva por sus fans (los cameos). Después de su epopeya sobre coches y sexo ("Crash") ha anunciado que su nuevo proyecto va a tratar sobre los comienzos de la casa Ferrari y sus primeros pilotos. Dios los pille confesados.
Aquí tienen a los compañeros de este autor en nuestra categoría de "Espejos de Feria":
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