Después de la guerra y para ganarse las lentejas se metió en el mundo del cine sin presupuesto. Comenzó una meteórica carrera cuyo máximo trofeo era el anonimato. Durante los 50 se especializó en moteros, bikinis y vaqueros de desecho, pero en los 60 descubrió el filón que le haría rico ( es un decir) : las explotation movies. Su receta era sencilla: coges un éxito de Hollywood (o de otra parte) y lo vuelves a rodar, en cutre, cambiándole el título ligeramente. Sustituyes a las estrellas por muertos de hambre, añades unas cuantas dosis de sangre o sexo (según convenga) y producto listo. Lo mandas a los cines de barrio y ya tienen para una sesión triple o cuadruple. Negocio redondo.
Destacar títulos de Corman entre una producción tan descomunal no es fácil, pero nos quedaremos con su "ciclo Poe". "La caída de la casa Usher", "La máscara de la muerte roja" o "El pozo y el pèndulo" son adaptaciones serias y muy austeras de los relatos de Poe. Son de los 60, donde aparece lo mejor de la obra del director. Después volvió a sus fotocopias recauchutadas de vaqueros y gangsters con pistolas de juguete.
Pero además de dirigir siempre ha sido un gran productor. Con su espíritu tacaño ha producido las obras de multitud de cineastas jóvenes, que aprendieron con él lo que es rodar. Scorsese,Coppola o James Cameron, empezaron en la escuela Corman. Aquí tenía otro método infalible: le das a un novato una cámara, un billete de autobús y le dices: " En seis días quiero una película,da igual lo que filmes pero lo quiero en seis días". Por ello su producción es ingente y ecléctica: desde documentales hasta misas hebreas.
En los últimos años la desaparición de los cines de barrio no ha afectado al Imperio Corman, ya que los videoclubs grasientos han abierto las puertas a sus creaciones. Y Corman suma y sigue.
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