Pequeñas sorpresas
Miércoles, 2 de noviembre de 2005
Como cuadro, no tiene nada soprendente. De hecho, está un poco pasado. Quizá porque los artistas extranjeros no tomaron mucho esta línea -fuera de la tradición de «iglesias modernas», que también cuajó en Francia e Italia- y por eso no ha habido muchos esfuerzos por recuperarla. Es como una cosa del pasado. Falto de originalidad.
Pero un pequeño detalle le da un tumbo a todo ese discurso: la imagen en realidad, no es una pintura. Es una fotografía.
No se pueden imaginar cuanto tiempo me he quedado viendo esta microimagen que Margaret N. Oechsli ha obtenido de la feniltreonina (creo que ese es el nombre). Con un golpe de microobjetivo, la pintura progre ha pasado de ser expresionista a ser realista, o para ser concretos, microrealista. Y ese hálito de estilo «un poco pasado» se desvanece, porque el realismo es lo que tiene. No se considera un poco pasado tener una sola nariz, o cinco dedos al final de cada extremidad.
Toda esa arquitectura, esos murales, esas portadas de libro, esas ilustraciones, todo ese material que huele a viejo en los rastros, que da aire de caduco cuando aflora en las librerías de viejo, todo ese grafismo definido y acotado y que fue el estilo en este país, es -y a la imagen me remito- realismo microscópico. A una escala en la que la realidad se convierte en expresionista, pero que los pintores de la época no pòdían saber qué aspecto tenía. Pintores que adivinaron como era el mundo pequeño.
La realidad, definitivamente, copia a la ficción.
Velcro desenganchándose, visto a nivel microscópico (94 aumentos)