robots blandos
Viernes, 4 de noviembre de 2005
El robot se inventó para currar. Para picar en la mina, para levantar pedruscos,… para sudar, vaya. Robot, en checo, significa «trabajo forzado», y de ahí viene el nombre. En consecuencia, el robot es una cosa metálica, dura, rígida, fuerte, y poco flexible en sus articulaciones.
Hasta que dejamos de pensar en los robots como una cosa para currar.
Entonces ya esa rigidez de tornero-fresador da pie a otras ideas de robot, como el malo de terminator dos que se licuaba. Eso sí, mucho licuado, pero seguía siendo metal, una cosa un tanto extraña que mediaba entre el mercurio y la cola de carpintero.
Por la parte del robot inofensivo se ha tirado siempre hacia el plástico. Plástico duro, claro. Tanto sea para el depresivo robot Marvin del autoestopista galáctico o para el sonriente pero lamentable h.e.r.b.i.e de los cuatro fantásticos. En general, lo más blando que ha sido un robot, y no era mucho, se debía a la falsa piel con la que se pretendía hacer pasar por humano.
De modo que me encanta ver los robots de punto que hace Jess Hutch. Puedo imaginarlos perfectamente moviéndose, deshilachándose como en el videoclip «walkietalkie man» de Gondry. Puedo imaginarlos intentando decodificar el mundo externo, preguntarse por qué no sienten lo que los humanos cuando se posan las mariposas, y después ofreciéndose como cojín para una siesta dominical. Adoro los robots de punto. Por la forma, por el método, por el aspecto, por esa fina linea que los separa del peluche tonto. Bravo por los bip bip blandos. Bip bip hurra.