Nitrógeno líquido, el equivalente contemporáneo de comprar un boleto de la lotería de la salud.

Mucha tinta ha corrido desde que se ha sabido que los príncipes de España han congelado células madre de la infanta Eleonor, con la esperanza de usarlas para reparar tejidos y enfermedades en un futuro.

En general ha corrido mucha tinta porque las personas que se resisten a la investigación con células madre son precisamente las voces que más abiertamente apoyan la figura de poder consanguíneo que representa la monarquía.

El descubrir que los monarcas confían abiertamente en la investigación de células madre, y que, por decirlo así, le han comprado un décimo a Leonor por si esa lotería cuaja, ha llevado a una curiosa situación. De pronto, el tema de las células ya no se puede presentar, como hasta ahora, como un dilema moral. Ahora la impresión creada es que es un objeto de lujo -«tecnología de última generación», que dicen los anuncios-, que se veta al pueblo llano tras el fantasma del un dios vengativo, pero que los ricos usan a su gusto. Vamos, como todo; con la sutil diferencia del Dios vengador.

Se ha escrito mucho porque muchos editorialistas han quedado abiertamente con el culo al aire, desnudos, revelados de que llevan un lustro, cuanto menos, haciendo el gilipollas. Y tienen que gastar mucha tinta para poder escurrir el bulto. Usar la tinta para huir es algo natural, porque lo hacen los pulpos y los bocas.

De todas formas, si mañana quieren congelar células de su niña, no escucharán «está prohibido», ni «dios les castigará» sino, «¿pueden ustedes pagarlo?». Es otro buen paso para librarnos de la mierda de la religión de una vez y abrazar la física, la química y las matemáticas, que son igual de etéreas pero tienen una teología con menos idiotas involucrados.

Nótese, como nota final, que los amigos de las estirpes y las líneas sanguíneas -hay quien dice que se guarda la línea sanguínea de Cristo en alguna secta en activo- también tienen los caracteres contados. Para tener una heredera de Leonor basta ir a la sección de congelados. De la misma manera que para tener un Cervantes basta con acudir a una biblioteca. Otra fé que esperemos se desarraigue a golpes del mismo nitrógeno líquido.

Amén; perdón: como queríamos demostrar.