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post Regalos de última hora: Los príncipes valientes

Sábado, 5 de enero de 2008

Raul Sensato a eso de las 2:34 pm

Se que muchos de ustedes están aún mordiéndose las uñas pensando qué demonios regalar en estas fiestas.

A ver, si tienen dinero, compren uno de esos aparatos de apple (un teléfono y/o reproductor de pantalla táctil), y quedarán como unos señores.

Pero si tienen un presupuesto más moderado, o si tienen que dárselo a una de esas personas que ya tienen de todo,

(y siempre suponiendo que el receptor del regalo es una persona a la que le gusta leer)

…mi sugerencia es que opten por Los príncipes valientes de Javier Pérez Andújar.

principes valientes

 

Ya les dije que les debía un comentario de texto sobre esta joya, de modo que más me vale hacerlo ahora, a vuelapluma.

1) En el ensayo literario Afterpop, Eloy Fernandez Porta denunciaba a los autores que narraban a sus personajes abriendo la nevera para tomar “un refresco”, evitando las marcas comerciales, en realidad evitando las marcas de tiempo, intentando crear una obra “para la historia”, sin elementos que caduquen. Las obras valientes juegan justo a lo contrario, y son las que verdaderamente crean obras memorables. De hecho, es la concreción, la que convierte una obra en incombustible. El escritor Mark Millar pone como ejemplo el monumental tebeo Watchmen. Con todas sus referencias temporales, con toda su concreción, watchmen sobrevive décadas como best seller porque encapsula perfectamente una época concreta. Los Príncipes Valientes es, en eso, una obra tan monumental como watchmen, porque encapsula toda una época, que es además el arranque de lo que se ha venido en llamar la modernidad y que el autor apunta en una frase genial: “para cuando conseguí ser un hombre moderno, ya se había pasado de moda”.

2) Lo que narra Javier es el momento exacto en el que la cultura popular descompensa la balanza y le gana la batalla a la cultura tradicional. Que es una situación fascinante con unas consecuencias extraordinarias, que todo el mundo da por hecho, pero que nadie ha estudiado más allá de lamentos “los niños ya no leen a Larra” y “la culpa es de hollywood/el erotismo/los videojuegos”. La tremenda diferencia es que Javier Pérez Andújar maneja con igual profundidad la literatura española del diecinueve como las historietas de Dossier Negro, y le coloca en una posición privilegiada para explicar la situación cultural más relevante del siglo XX desde ambos lados de la barrera, sin lamentos, con ojos de niño que se fascina al ver crecer y desarrollarse un árbol que hasta entonces era completamente desconocido. Y en particular, desarrolla cómo el lamento “los niños ya no leen a Larra” es en gran medida una pose, o un lloriqueo de despistado, que no se qué es peor.

El ojo certero de Javier traza líneas entre lo clásico y lo moderno y te revela que todos abundan en lecciones similares, y que lo mismo te da aprenderlas leyendo al arcipreste de hita que con capítulos de Superagente 86. En particular, es deslumbrante cómo te muestra que la picaresca en particular sigue viva y ha sido fundamental, y traza líneas entre el cojo del buscón y el cojo de Cowboy de Medianoche y sobre todo los primeros personajes de Bruguera, que salían a la calle a ver qué pasa, que es el verdadero alma de la picaresca. El Bruguera posterior es otra historia: Mortadelo y Anacleto salían a cumplir misiones, Zipi y Zape a lo que les mandaban sus padres, Sir Tim o’Teo a resolver el crimen del día. Pero el tradicional personaje de Bruguera salía a la nada, a buscarse la vida, que también era buscar la vida. Eso es el lazarillo, pero no requieres leer al lazarillo para saberlo.

La cultura popular abunda esas mismas lecciones, y Los Príncipes Valientes describe, desde dentro y con una brillantez deslumbrante, el proceso de sustitución (en relevancia en el hombre de la calle) y de complementariedad (entre los hombres inquietos).

3) Yo me equivoqué en mi primera lectura de Los Príncipes Valientes. Me cegué con la lírica con la que arranca el texto, y me lancé a leerlo como se lee la poesía y los textos de redacción elaborada: despacio, disfrutando la artesanía del lenguaje, dosificando al máximo el libro, leyéndolo en entregas muy cortas, el tiempo que aguanta la lírica sobrecogiéndote en la lectura. Recreándome levantando a la luz cada brillante.

Esa lectura es muy satisfactoria, pero hay una mejor. En mi segunda lectura, me abalancé sobre el texto, y no me dejé ralentizar por el evidente talento de orfebre de la palabra de Javier, y seguía y seguía y me daba cuenta de que cada una de esas gemas que levantaba antes, ahora se iban acumulando, y al rato estabas navegando sobre un alud de diamantes, de ideas geniales, de revelaciones que ninguno de los sesudos analistas del siglo XX había visto pese a tenerla en sus narices, y ese navegar sobre algo tan bello y tan inteligente y tan revelador es el mejor regalo que puede dar un escritor, o sea, una persona que tiene cosas que decir y talento para decirlas mejor que nadie.

Me lo recordó Absence

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