Cabos atados
Jueves, 22 de octubre de 2009
Estaba mi hermano en la puerta del negocio familiar que teníamos en Eibar -aunque somos originarios de Azcoitia-, un pueblo de Guipúzcoa de tamaño mediano en el que Ramón estaba destinado. De pronto se dio cuenta de que venía una señora con un niño agarrado de la mano y otro en los brazos. El primero llevaba una pelota que se le escapó y fue a por ella en el momento terrible en que venía un camión.
La madre, instintivamente, saltó a protegerlo y a mi hermano sólo le dio tiempo a arrebatarle el niño que llevaba en los brazos y contemplar con horror cómo se morían la madre y su otro hijo.
Lo patético y trágico de esta historia
es que el niño que aquel día
quedó en brazos de mi hermano
fue precisamente
el autor de su muerte,
la persona que lo mató.
Lo hizo dieciocho años después, de dos tiros en la nuca. El 12 de mayo de 1980. La víctima se llamaba Ramón. El ejecutor se llama Kándido.
Conocía la historia posterior, pero no la de arriba. Tiene una concreción que sólo se ve en las obras de ficción. Ese cierre que es un espejo del principio.
El texto citado, de Pedro Bagglietto, está sacado de aquí.
Lo relató en Olvidados (Iñalki Arteta, 2008)
Jodó Maño! Ni Eurípides!
Comentario de francisconixon — octubre 22, 2009 @ 10:55 am
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