Habrán notado la pausa. Ha sido consecuencia de una intervención quirúrgica en la familia. Las salas de espera son lugares neutrales en la que sólo hay esperanza de paso. Nadie se acuerda de los médicos que te han curado. En las plantas a veces se ven placas de agradecimiento, pacientes que reconocen la labor en palabras escritas en metal. El resto, se puede decir que lo ven/vemos como «su trabajo». En realidad, te puede el agobio de la espera, la estrechez de las visitas, el baile constante entre acompañar, dejarle espacio a la enfermera, turnarse para no abarrotar la habitación. Es el agobio propio y el de los que te rodean, también fuera de lugar en sus pasillos, en sus salidas, en esas salas de espera.

Este es un lugar para la anécdota, y voy congelando cosas sin conciencia. Los chicos de Zemos98 me enviaron una memoria de sus actividades, y todavía no les he dado constancia aquí. El objetivo era encontrar un párrafo con carga de cita y darle un par de vueltas, pero no hay manera. En Madrid, los asistentes a Cineshock no conocen de la existencia de Trash entre Amigos. Absence lo puntúa como la batalla por el cool en la nueva década; Borja Crespo lo relaciona con intereses puramente inmobiliarios. Es extraño manejar todos esos ingredientes para una misma cosa. Es lo hermoso de lo anecdótico. Se va de escala cuando cambias las coordenadas. Como la reciente  asociación de pobres venidos a menos. «Venir a menos» es una formulación insuperable. La revista El Jueves dedicó una página a incluir, puro y duro, el texto del boe, añadiendo al pie que eran incapaces de hacer un chiste. Esa asociación es testigo de un cambio profundo, de pelea viva, de generación que boquea con costumbres que no pueden perder. Este blog es el pensar escribiendo en el mundo de la anécdota. Pero me pueden las salas de espera. La operación bien, gracias.