Según el vuelo se aproximaba al aeropuerto, todo se hacía más extraño. Primero, la torre de control no respondía a la radio. Pero luego, cuando las coordenadas decían que debían estar prácticamente encima, no se veía nada. Habían apagado las luces de la pista. De hecho, habían apagado todas las luces del aeropuerto. Era el negro total.
Media hora antes, el señor controlador, había visto, mirando su reloj, que ya era hora de volver a casa. Con parsimonia, apagó la pista, apagó la torre (me imagino dos botones enormes en la pared), cerró la puerta (lo suyo sería hacerlo con doble llave)… y se fue.
El avión tuvo que aterrizar en Zaragoza.
Esta imagen puramente celtibérica del operario que cierra y se va, no es culpa del operario, claro. Es culpa del empleador.
La linea aérea regular a Monflorite (Huesca) está teniendo serios problemas con la gestión laboral del aeropuerto. Sólo hay un turno. Es decir, cada vez que un vuelo se retrasa, el señor que trabaja allí, tiene que quedarse trabajando gratis todo el tiempo que se retrasa el avion (que, si han volado últimamente, saben que no es moco depavo).
La situación laboral no se arregla, y uno se cansa de estar ahí sumando horas, porque no quieren tener a nadie más. Apaga y vámonos.
Esta celtiberia empresarial lleva a estas situaciones, que me río yo de aterriza como puedas. Eso de echar la llave y apagar las luces los Zucker no lo incluyen en la peli ni en sueños…
Aaay… La celtiberia aerotrastornada…
La historia original está aquí.
La sopló Arquitectura Nómada.