Seguro que ya han visto este video, pero no me puedo resistir a incluirlo. En este blog pocas veces la sección ciencia recreativa puede lucir la etiqueta celtiberismo:
Ya casi nadie se acuerda, pero hubo un tiempo en el que en España la canción del verano fue contestataria. Antes que todos nos convenciéramos de que los temazos de agosto trataran sobre las barbacoas y los bichitos, durante un corto periodo la canción del verano fue un canto a la frustración y al (inminente: recuerden Reagan-Thatcher) apocalipsis. Era el fin del mundo, pero nos sentíamos bien.
Los bastiones principales del hit veraniego inquietante fueron el dúo italiano Righeira (Stefano Rota y Stefano Righi), cuya página web oficial muestra un impecable teletexto.
Los dos éxitos fundamentales de Righeria:
1) un retrato de lugares idílicos en las azoteas de las ciudades donde los modernos disfrutaban del lujo, rematado con el demoledor estribillo
Yo quisiera estar ahí
mas
no tengo dinero
2) un viaje a la costa en un mundo radiactivo donde, una vez desaparecidos los peces, solo quedaba agua fluorescente.
Aquí pueden ver los vídeos de estos dos temazos.
Fijense particularmente en la coreografía de Vamos a la Playa, que contra todo pronóstico se ha mantenido fresca y molona. Cantándole al reloj de pulsera (como ya hicieron antes Dick Tracy y luego Chiquito de la Calzada), practicando el célebre latigazo ochentero, y llevando la simplicidad al extremo mediante el congelado alternativo de los movimientos.
Les pongo un video extra al final para degustar más si cabe la simplicidad abrumadora del baile.
Hemos vuelto a Righeira en un ramalazo del Focoforo
que se está tornando un lugar fetén para las conversaciones del moderneo.
Mientras en España nos hartamos a series de vecinos en los que uno es marica, otro es un caradura, otro habla raro, y hay una vecina metomentodo que habla a gritos…
…y sólo se escapa Muchachada Nui (y gracias)…
…este programa Producido en Venezuela y Animado en Argentina pone el listón muy, muy arriba, y a ver quién se lo salta.
Nada Que Ver. Dirigido por Juan Andrés Ravell y Oswaldo Graziani. Un programa que se anunciaba con el eslogan «A alguien van a echar por esto«. Y han tardado tres entregas en recibir palos, porque es material peligroso.
Diversión remezclada en lo que ellos, como de pasada, llaman Medley Television.
Coges «lo mejor de», lo agitas un poco, le pones un trapo en el cuello y le prendes fuego.
Vean aquí abajo las dos primeras entregas. Busquen un asiento cómodo.
El artista Brian Bolland, en uno de sus Mr. Mamoulian, hacía un chiste con uno de los clásicos de la música electroacústica: el tema «I am sitting in a room». Era el chiste más difícil de pillar que había visto en mi vida, o al menos el más arriesgado. La música electroacústica, pese a ser impartida en las escuelas de música, ha sido tradicionalmente muy (subrayen muy) minoritaria y marginal. Hacer un chiste sobre un corte específico de una disciplina poco conocida era un riesgo asombroso. Pero me estaba arrancado carcajadas. Así que debo creer en la música electroacústica.
Con t0odo, me ha sorprendido mucho esta versión electroacústica del tema Nude de Radiohead. Es una gran solución para mostrar las veleidades de la música electroacústica, que evidentemente genera texturas sonoras muy particulares.
La gracia es que no es una pieza creada como pieza musical, sino como pieza de vídeo. La diferencia es abismal. Es esa inconsciencia la que hace avanzar a las vanguardias: el no ser consciente no solo de las normas de la disciplina, sino de la disciplina en sí misma.
Es reconfortante leer las últimas noticias de Kike Narcea, que premian el esfuerzo y el talento:
Hacia marzo recibo una llamada de una de esas megacorporaciones del audiovisual nacional (de Globomedia, vamos): resulta que quieren los números de teléfono de Mariam Hernández y Esther Rivas (sobradamente conocidas por los lectores de este espacio por las porfiadas entregas de «Tía, no te saltes el eje»). Pues bien, yo los facilito, claro. Siempre me hace ilusión que sucedan este tipo de cosas. Tiempo atrás, Javier Fesser me había escrito al correo con la intención de darle a Esther un pequeño papel en su última película, y así fue y a mí me hizo «ilu». El caso es que en esta ocasión, ambas dos, se presentan al casting y las cogen. Van a hacer una serie para La Sexta en la que interpretan ¡a dos chonis!… mi mente comienza entonces a retorcerse. «¿Y mi dinero?», pienso como con un resorte rapiñero. «Esta macroempresa tan forrada ha plagiado mis personajes y todo va a suceder ante mis narices». «Acabaré con ellos», imaginaba yo; «en cuanto la retiren de la parrilla porque nadie la vea (como sucede con prácticamente toda serie ahora mismo) y así no peligre el trabajo de las chicas, acudiré a la Sgae y sus abogados y detonaré una guerra entre titanes que desembocará en catástrofe empresarial». Muy flipado, sí. Y más cuando, ahora mismo, meses después, no sólo no pienso hacer nada, sino que ruego porque dicha parrilla mantenga la serie de la que les hablo: «La Tira».
No me entretendré explicándoles la sinopsis del programa ni quién sale o cuándo la emiten. La mayoría de ustedes, si no hacen como yo y ven la tele aunque sea de vez en cuando, sabrá de sobra qué es «La Tira». Los demás programas de La Sexta (incluído el fútbol), la prensa y las marquesinas de los autobuses llevan promocionando la serie incesantemente en las últimas semanas. Sólo decirles que las cosas cambiaron de la noche a la mañana. Que los altos gerifaltes del programa decidieron añadir un director más al equipo para agilizar el trabajo, que hice una prueba y que… bueno, ¡voilá! Ahora trabajo, soy un tío responsable, mi madre está contenta, madrugo, me pagan, monto en autobús de esos verdes que salen de Plaza Castilla y dentro de poco sere uno de esos pelmazos que sólo hablan de lo que les pasa en el trabajo.