Espectacular: LevelHead es un juego interactivo de memoria espacial, creado por el neocelandés Julian Oliver. Los movimentos de un personaje que se mueve dentro de ambientes proyetados en un cubo, que adapta el 3d a la vision proyectiva, son la referencia para el manejo. Vean, vean:
Una cosa es la tecnología y otra es el tecnologismo. La blogosfera está fascinada por la tecnología. Reseñas y más reseñas de lo último, lo más. Productos comerciales que condensan el eslogan «el futuo ya está aquí».
La teconología conlleva un conocimiento científico que a los tecnofascinados se la trae al pairo. El último premio Nobel de física, que premiaba a dos estudiosos de la física del estado sólido que había multiplicado la capacidad de almacenamiento de los discos duros, ha tenido menos eco entre la gente que los últimos teléfonos móviles.
La pasión por la tecnología es más bien una pasión por lo que viene, que en realidad es -en la mayoría de los casos- una reformulación de lo que ya tenemos. Es un equivalente de algo que ya existe, pero que suena a moderno: es lo que los lingüistas llaman un neologismo. Eso es el tecnologismo. Una situación que está a la orden del día.
No sé si se han dado cuenta, pero en España hay dos décadas que no existen. Si ven un audiovisual de la historia de España, se pasa directamente de la posguerra-estraperlo a la juventud yeyé de los guateques. Veinte años son muchos para eliminar de forma tan sistemática. Es como si de los chavales de falange saltáramos a la complaciente generación x de los videojuegos, ignorando a los contestatarios, los rojos, «la revancha»-que es como se conocía «la Transición» entre los españoles más conservadores-, los rockeros, los yonquis, las pandas al rebufo de El Vaquilla, y las vallas que protegen las farmacias de guardia.
Cada cosa que descubro sobre los años ignorados me crea más y más sorpresa. Un ejemplo: los hombres tenían que vestir con camisas con bolsillo en el pecho. No llevar bolsillo en el pecho era un delito, al menos en Zaragoza (¿Por qué? ¿Alguien lo sabe? Respondan en los comentarios).
La cuestión es que, igual que la ciencia ficción ha construido el steampunk (que imagina una ciencia espacial que, en lugar de desarrollarse a partir de la electricidad, se ha articulado a partir de la máquina de vapor), debería haber una construcción de ficción articulada en esos tiempos oscuros. Si la máquina de vapor fue un origen, abandonado para construir el futuro, que ha sido recuperado por la ficción, la Europa bajo timón del fascio es otro origen abandonado -para misterio de los que hemos venido detrás, y para desazón de los que la vivieron y no han tenido respuestas a sus preguntas- del que se puede construir ficción.
Con todo eso en la cabeza, miren el trailer de esta película italiana que condensa lo anterior, reformulado, eso sí, en la habitual sal gorda de la comedia italina: «Fascistas en Marte».
Un producto que el cine actual no genera porque… no se puede vender a Estados Unidos, ni como película ni como derechos. ¿A alguien se le ocurre otro motivo?
Antes de que los programas P2P configuraran la gran biblioteca del video, cuando ver películas raras era ciertamente complicado -y se lo digo yo, que en la universidad proyectaba cintas que eran copias de copias de copias hasta alcanzar un aspecto lamentable- leía con placer el fanzine 2000 Maníacos. Y era difícil de explicar, porque en la mayoría de sus textos hablaban de películas que seguramente no tendrías ocasión de ver en tu vida. Pero lo hacían de una forma tan divertida que daba igual. Querías saber qué le interesaba tanto al fanzinero como para teclear sobre ella. Pese a que no se hablaba de otra cosa, en cierta medida, la película era lo de menos.
La encarnación audiovisual de ese espíritu de cambiar de gafas e interpretar la película de un modo puramente lúdico es la extraordinaria serie Science Mystery Theater 3000, que lleva más de una década en antena.
Un humano y dos robots recortados en una fila de butacas se dedican a comentar hasta el ridículo películas de serie B y de serie Z, señalando que la persecución es un poco triste porque el protagonista huye usando los intermitentes, o insultando a la protagonista que lleva diez minutos de reloj intentando hipnotizar al aventurero de turno.
MST3K tiene la enorme carga del tiempo real -la película se proyecta íntegra- pero ha sobrevivido con solvencia a esa complicación. Antes que los comentarios del director en los DVDs, teníamos y tenemos a estos tres malandrines dinamitando el metraje, señalando que el mismo actor ha cruzado ocho veces, preguntándose por qué este plano es de día si el anterior era noche cerrada. La cinta comentada es una película distinta. El Doctor Repronto, influido por ese espíritu inicial de 2000 maníacos, saluda al teatro del misterio.
Por si son ustedes de los que no leen los comentarios, tengan aquí la excelente recomendación de Mr Perplejo al hilo de las cintas de Stereolab: Kybernetická babicka («La abuela cibernética», 1962). 29 minutos de animación fotograma a fotograma de uno de los grandes de la disciplina: El checo Jirí Trnka.
La noticia más leída hoy en elpais.es habla de que
una empresa estadounidense que ha anunciado su último producto, que se encuentra ya en fase de producción, y que aparecerá en el mercado en octubre: un automóvil con aspecto de platillo volante que tiene la capacidad de volar. Redondo, dotado de ocho propulsores y capaz de levantarse verticalmente sin tomar impulso. ¿Futuro, ciencia ficción? No, presente.
De inmediato he visto una ciudad en la que prosperen los coches voladores. Con ese despegar tambaleante que muestra el vídeo que incluye la página. Con esa característica responsabilidad de los conductores que lleva a centenares de cadáveres al año. Con la habitual generosidad y comprensión del urbanita que circula. Y sobre todo, con la expansión en vertical de la circulación.
El resultado: se lo digo ya mismo. Si de normal cuando quitas las lineas de carril la gente ya va a su bola y atropella por los arcenes, en un aire sin marcas va a ser el caos. Y por caos entiendo a un gilipollas con tres copas y con infulas de Fernando Alonso que nos entra en el salón reventando las ventanas y volando todo lo que vea del ikea.
Si, amigos, por las calles, cientos de peatones sufrirán naves que aterrizarán de cualquier manera o que se les echarán encima porque «no te he visto», y los amigos de lo ajeno descubrirán que la vertical es una gran idea para entrar en las casas de los demás.
Tras el rastro de cadáveres, ya les aviso: el verdadero negocio de los coches voladores van a ser las verjas en las ventanas.
Salgan a la calle y miren hacia arriba. Todas esas fachadas con cristal a la vista tendrán que ser valladas como las plantas de siquiatría de los hospitales. Mientras los helicópteros que se acercaban en exceso impactaban con las aspas y se iban al desastre, estos nuevos coches van a inaugurar una nueva era del robo por balcón y del alunizaje de salón. Sin testigos, porque todos estaremos demasiado liados evitando los otros enloquecidos coches voladores. Empiezan a venderlo en octubre. Atentos al desastre.