Ah, «los otros». Haber concretado más.
Mi adicción a la serie perdidos (que ya saben que en este blog son conocidos como «Los Té») acaba de sufrir un varapalo espectacular. Ya sé que hablar de series de televisión es muy delicado porque de pronto la gente no quiere escuchar valoraciones, obsesionados por salvaguardar el contenido de lo que aún no han visto, y se tapan las orejas y dicen laralarala muy alto para no escuchar nada. Entenderán que si pensamos así, es imposible valorar las series de TV más allá del capítulo uno. Valoramos con el completo. Si ustedes son del tipo laralala, vayan a otro post. Si simplemente tienen curiosidad por la subcultura audiovisual contemporánea, por favor acompáñenme.
Básicamente, Perdidos es una historia en la que un grupo de gente se encuentran en un nuevo mundo en el que tienen que encontrar su lugar. Quienes somos, por qué estamos aquí, a dónde vamos,… todas las preguntas de filosofía de autoayuda son planteadas abiertamente en el desarrollo de la serie, y se usan como guías sólidas del argumento.
Nuestro grupo protagonista, está todo el rato en pantalla, lo que hace que empaticemos constantemente. Es una hermosa trampa. Si leen el tebeo Watchmen -imprescindible: pregunten en su biblioteca o librería- verán que empatizan con un sicópata facha, llamado Rorschach, únicamente porque es el personaje que sale más en plano en una historia que da un goce continuo. Proyectamos el placer en la cara que más sale y damos por bueno a un hijoputa del siete. A fecha de hoy, veinte años después de leerle por primera vez, le sigo guardando cariño. Que manda narices.
Nuestro grupo protagonista, como decía, es nuestro vehículo para conocer la historia, que tiene más personajes involucrados, en particular unos chavales que a lo largo de la serie se han llamado «los otros». Descubrir el quién, como, dónde, cuando y por qué de «los otros» ha sido el carril principal de perdidos. Como en un espejo, «los otros» explicarían quienes son los nuestros.
Tras un primer año en el que «los otros» se dedicaban a hacer judiadas a los nuestros -un secuestro aquí, unos robos allá-, los siguientes dos años se han dedicado a mostrar cosas que hay por la isla y que eran conocidas/controladas/manejadas por «los otros». Instalaciones industriales bajo el logotipo de «Iniciativa Dharma», pueblos residenciales montados en islas cercanas, laboratorios ocultos… todas esas construcciones y la historia de la Iniciativa Dharma debía explicar de algún modo la historia de «los otros».
Pues bien, un reciente capítulo de Perdidos (los Té) cuenta finalmente el pasado del megajefe de «los otros». Últimamente el megamaloso ha comido mucho plano, así que hemos comenzado a empatizar con él, aunque ha evitado todas las preguntas planteadas como un verdadero Rajoy. Por fin íbamos a tener un relato de su pasado. La cosa es más o menos así. Ben, el maloso, creció en las instalaciones de la iniciativa Dharma. No era nada popular y su papá no tenía el mejor curro, así que desarrolló una animadversión por sus compañeros. En un momento determinado, saltan las alarmas y los Dharma se arman para defenderse. Son atacados por otros hombres, que a falta de mejor nombre llaman «los otros». Poco más adelante vemos el rito de iniciación. Ben ayuda a masacrar a todos los miembros de la iniciativa Dharma y pasa a ser parte de «los otros».
En otras palabras: se han pasado dos años dando pistas de «los otros», pero en realidad esos «otros» no eran «los otros» sino «otros otros».
O sea, que estamos en el mismo lugar que hace dos años. Avance cero. Dos años. Se dice pronto.
Imaginen mi expresión cuando se acabó ese capítulo. Dos años de entretenimiento fetén, eso sí, pero totalmente faltos de chicha. Dos años de aire puro. Todo humo.
Me siendo estafado por una serie estupendamente escrita. Sinceramente, es la primera vez que me pasa, y mira que ficción he consumido un rato largo. («¿No se suponía que debíamos contaros cosas de los otros?» «Ya, pero es que las queríamos de los otros otros» «Ah, bueno, haber concretado un poco más»).
No ha rebajado mi adicción a Lost (el mejor ejemplo jamás filmado de seguir ciegamente una zanahoria que nunca te dejan alcanzar) pero sí mi convicción en seguir las futuras piezas de los autores. Igual están tan perdidos como dicen.
Este actor puede pasar a la historia audiovisual
como el equivalente del muñeco de las inocentadas.