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post Apocalípticos no integrados: una mirada a la Doom Patrol de Grant Morrison

Martes, 25 de enero de 2005

Raul Sensato a eso de las 8:31 pm

DOOM PATROL: APOCALÍPTICOS NO INTEGRADOS

Raúl Minchinela

Suplemento Cultura|s, La Vanguardia, miércoles 22 de enero de 2003 (original aqui)

Si las ideas se peleasen solas… El materialismo dialéctico de Marx y Engels tiene una forma abreviada de funcionamiento: tesis, antítesis y síntesis; es decir, confrontar una idea con su contraria y después encajar la existencia de ambas. Reconocer la contradicción entre las ideas requiere un esfuerzo de análisis y de identificación. Todo sería más fácil si las ideas hablaran y discutieran. Si se confrontasen solas, se comprendería todo con menos esfuerzo

Este es el sustento principal de uno de los tebeos de culto más significativos del siglo pasado. Se trata en particular de los números 19 al 63 de Doom Patrol, publicados entre febrero de 1989 y enero de 1993 en cómodas e inquietantes entregas mensuales. Son los números escritos por el escocés Grant Morrison, premiado autor de teatro, guionista de cine y radio, músico, mago y subversor vocacional.

Doom Patrol fue reconocido académicamente cuando Steven Shaviro, profesor de filosofía en la Universidad de Washington, publicó un libro, titulado precisamente Doom Patrols (Serpent’s Tail, 1997), en el que traducía lo que estaba sucediendo en el tebeo: los personajes de DP son en realidad ideas del pensamiento posmoderno, desarrollado principalmente por Baudrillard, Deleuze y Foucault.

Así, se revelaba que Don Nadie, un personaje que “cuando lo miras de frente, parece que lo intuyas con el rabillo del ojo”, representa la hipervisibilidad. Cliff Steele, un cerebro instalado en un robot, subraya la separación entre cuerpo y mente. Rebis, un matrimonio alquímico entre sexos, supone un extremo de la Historia de la sexualidad de Foucault. Yankee Doodle, un personaje capaz de adoptar y asignar identidades – y que por rostro sólo tiene letras de Scrabble-, reflexiona sobre la identidad real y la virtual. Hay personajes basados en hechos reales, como Juana la Loca, una esquizoide con 64 personalidades diferentes, y genuinamente ficticios, como Danny the Street, una calle transexual que sólo tiene establecimientos ‘machotes’ –gimnasios, armerías, concesionarios– y que habla mediante rótulos de tienda.

Por añadidura, aquellos conceptos que no se han convertido en personajes se transforman en historias. Las aventuras de DP son también conceptos posmodernos: el fin del mundo como proceso y no como horizonte, la estandarización del mundo, la catástrofe como renovación… La filosofía contemporánea en manos de Grant Morrison se desglosa en conceptos que discuten y en dinámicas de las que éstos no pueden escapar. Del mismo modo que la ciencia-ficción nos muestra ejemplos extremos de aplicaciones científicas, y por extensión políticas, DP es un caso único de existencialismo-ficción.

Por si este material no fuese suficientemente interesante, Morrison añade al crisol un enorme número de referencias que ha llevado a sitios de Internet a realizar notas aclaratorias número a número. Una sola página de DP, como señala el profesor Shaviro, puede contener alusiones a la teoría del caos, a la música pop, a Borges, a Burroughs, a DeQuincey y a Dalí. Esta sobrecarga de contenido que se almacena en diferentes niveles de lectura no impide el disfrute del visitante no iniciado y multiplica el del lector inquieto. “La idea del cómic es como sentarte delante del televisor con un mando a distancia”, dice Morrison; “la percepción es un collage”. En la historia de Orqwith, por poner un ejemplo, Morrison decidió redactar incorrectamente las palabras de los diálogos y dejar que su corrector ortográfico sugiriera modificaciones.

Vistas con perspectiva, todas las historias de DP orbitan alrededor de la idea de “normalidad”. Por un lado, la Patrulla Condenada se enfrenta a una conspiración sobrenatural que quiere instaurar una estandarización mundial y una represión puritana. Por otro lado, se enfrenta a la Hermandad de Dadá, agentes activos del caos y la diversión, socavando convicciones sobre la política y el arte y el valor del dinero. En alguna parte de esos dos extremos estamos nosotros, en una lucha constante, buscando la cordura entre el nihilismo y la obediencia ciega.

“El problema de la DP es que nadie la compra”, decía Morrison con media sonrisa a la revista Ark. “Me siento como una voz clamando en el desierto, pero supongo que tiene que ser así. Dentro de diez años, DP será aclamada como obra maestra”. Es el momento de cumplir la profecía: hay mucho que aprender de DP, de cómo transmitir ideas complejas de forma siempre sorprendente, de cómo disparar la creatividad del lector con la imaginación como arma principal. Doom Patrol es probablemente la droga más dura que jamás haya tenido forma de tebeo.

Clasificado como: todo_lo_demas

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