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post Danza Kuduro Inc. (o cómo ser Daddy Yankee cuando reina Don Omar)

Viernes, 12 de agosto de 2011

Raul Sensato a eso de las 7:20 pm

Seguro que si les digo que soy un apasionado de la canción del verano, me malentenderán. El nombre «canción del verano» tiene usos parciales, que atiende a lo que cada cual quiere remarcar. Hay quien lo usa para referir la canción más vendida en tiempo de estío, y se quedan panchos al refugio de los números. Hay otros más fieles, que la enuncian como la canción mas bailada del verano: es decir, que aunque una grabación del Canon de Pachelbel arrasara en ventas, no sería la canción del verano porque -y aquí estamos hilando fino en el mundo de la expresión corporal- el Canon de Pachelbel no se baila.

Yo tengo un baremo parcial y personal para «la canción del verano», más perjudicial si quieren que los anteriores. Para mí, la canción del verano es la que florece por sorpresa. Es decir: el wakawaka de Shakira en 2010 queda fuera de mi clasificación, porque se estableció como canción del verano por decreto. Se repetía en los múltiples telediarios, se multiplicaba en las rotaciones, y las constantes alusiones al campeonato mundial de fútbol incluían necesariamente la canción oficial del torneo. Establecer como canción del verano la que aparece con más frecuencia en los medios de comunicación es como decir que el alimento favorito en Haití son las cajas que se donan en paracaídas: un insulto al grupo, y un loor al de las alturas.

Así, para mí la canción del verano -y verán ahora que no todos los veranos la han tenido- ha cumplido una característica específica: ha levantado a la gente de las sillas para mi sorpresa. Subrayo el mi en «mi sorpresa». Uno ve los mismos telediarios que el resto de la ciudadanía, lee similares periódicos, atiende a las mismas radios, y está someramente familiarizado con «el carril principal». Las canciones del verano por imposición son así «evidentes sin esfuerzo»: nos las hemos encontrado por necesidad, están omnipresentes en las rotaciones. Cuando aparece una genuina canción del verano, la pregunta primordial es cómo se ha extendido esta pieza en particular. Ha habido una genuina expansión fuera de los moldes impuestos. Pura diversión en transmisión directa.

Para mí el ejemplo central de canción del verano fue Tengo un tractor amarillo, de Zapato Veloz. Estaba en una boda donde sonaban canciones conocidas, una tras otra, sin mayor respuesta de la concurrencia, hasta que sonó ese tema desconocido. De repente, el grueso de los asistentes corrieron a llenar la pista y a marearse bailando la conga. Hasta entrado el otoño, la canción no aparecería en las televisiones. Eran dos mundos separados: Zapato Veloz había entrado en la pantalla mediante las pistas de baile, en un mundo donde lo normal es llegar a las pistas de bailes mediante la pantalla.

Este año, y perdón por el rodeo, la canción del verano está siendo un reguetón que, ahora que me he puesto a mirarlo, considero que tiene miga digna de estudio. Probablemente no lo han oído en sus emisoras -aunque en las últimas semanas han ido cediendo a la evidencia- a menos que frecuenten ondas latinas o radios de música de discoteca, ambas alejadas de «la obigación a la vía principal». El tema, ahora omnipresente en fiestas de pueblo y discomóviles de barrio, es Danza Kuduro, de Don Omar más Vincenzo:

La respuesta de las pistas de baile en las plazas donde la he oído sonar me ha dejado tan sorprendido como en aquella boda con Zapato Veloz. Habrá quien diga que esta canción no tiene el mérito de Tractor amarillo porque tuvo el privilegio de sonar durante las escenas culminantes de la quinta entrega de la serie cinematográfica Fast & Furious, como pueden ver aquí. Pero insisto en que, en nuestro contexto actual en el que se habla de «la canción del verano» en los medios con meses de antelación -como si fuera la primavera de El Corte Inglés-, ver a la concurrencia elegir un tema para bailar por encima de los otros y a espaldas de la corriente catódica es siempre un soplo de aire fresco. Porque esta Danza Kuduro no apareció en ninguna de las quinielas que propusieron los periodistas (y eso que youtube cuenta en ese vídeo que les he puesto arriba por encima de 200 millones de reproducciones, que se dice pronto).

Esta entrada está titulada «Danza Kuduro Inc.» y ya va siendo hora de afrontar la curiosidad por la que me he acercado al teclado.

La canción del verano ha tenido añadida una cualidad importante. Por centenares de poblaciones, las orquestas interpretan (lo han hecho en el pasado, lo harán en el futuro) los éxitos pertinentes para llenar de movimiento las verbenas. Repasar el repertorio de esas orquestas nómadas es el verdadero baremo, porque a ellos se les reclama que toquen ciertas canciones. Hay una comisión, un encargo. Se da porque se pide. Frente a todos ellos, que interpretan la canción del verano, hay una gira de privilegio, un artista que es el de la canción del verano. El genuino intérprete del tema genuino. Eso vale oro, cada verano. (En pocos días, Don Omar actúa en Barcelona, y las entradas tienen estos precios: 30, 40, 70 y 100 euros. Ahí queda)

La cuestión es que en Danza Kuduro, no sólo hay una gira de «el artista genuino». Hay cuatro.

Por un lado, está Don Omar, el portorriqueño del Dale Don Dale, que es quien firma la original y quien canta el estribillo ganador, con su mano arriba y su cintura sola.

Por otro está su invitado, el francés de origen portugués Lucenzo, que quizá como premio a su atinadísimo «oy-oy-oy» del tema, tiene su propia versión para girarla por su cuenta:

Aparentemente, la cosa venía a completar mercados: Omar para el hispanoparlante, Lucenzo para el brasileño-portugués, y pelea de gatos para el reto de países, donde lo mismo les da no entender el uno que no entender el otro.

Pero la cosa ha tomado un giro inesperado con esta pieza:

Con esta «remezcla», aparecen dos nuevos intérpretes: el portorriqueño Daddy Yankee, al que recordarán por su memorable Gasolina, y el dominicano Arcángel, al que le tengo bastante cariño porque ha traído por accidente miles de visitas a mi cortometraje-intervención, lo que atestigua que tiene un nutridísimo grupo de seguidores.

El resultado lo tienen en esta actuación de Daddy Yankee en Toronto, hace unas semanas:

Noten la distancia entre el tema «remix» y la interpretación en vivo de Yankee. El cantante deja sonar pregrabado el estribillo original y recita exclusivamente el párrafo que él ha colocado. No es ni una canción ni otra: es una forma de ser uno de los intérpretes genuinos de la Danza Kuduro.

La canción del verano ha tenido, según permite sospechar lo mostrado arriba, un curioso giro: ha habido una especie de «oferta para cabalgarse como intérprete genuino» que ha incluido a dos intérpretes de recorrido que, gracias a la pieza «remix», incluyen el tema del verano en sus giras. Frente al pasado de «yo genuino, los demás rivales», se ha construido un verdadero Danza Kuduro Incorporated.

Ahora el tema encabeza las listas de ventas de media Europa y todos los rankings de música latina. Y ante ese mercado mundial de giras internacionales se ha establecido un sistema de franquiciado, donde varios interpretan el mismo tema, maquillándolo como «lo suyo». Múltiples genuinos, como las tiendas franquiciadas ante un mercado global. La canción del verano, como digo, se cimenta en lo inesperado. Y lo digo con la mano arriba.

Ya hay 2 comentarios »

  1. #jodopetaca

    Comentario de Fernando — agosto 16, 2011 @ 6:28 pm

  2. Es un trallazo. Y lo sé porque la «bailé» hace unos días dentro de un Mini.

    Comentario de josep m. fernández — agosto 24, 2011 @ 11:50 am

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