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Viernes, 12 de agosto de 2011

Raul Sensato a eso de las 8:39 am

Al poco tiempo de cuajar el movimiento 15m en las plazas, usuarios en twitter denunciaban que las bibliotecas madrileñas no permitían el acceso a las webs del movimiento. Los chavales que no se pueden costear una conexión acudían al servicio público a consultar el mundo, y el retrato del planeta les venía convenientemente lavado. Tradicionalmente, las bibliotecas habían censurado contenidos en internet sobre las vías básicas de la pornografía y el hackeo:  el sexo y el riesgo de ataque. Cosas que son circundantes a la cultura, a cuyo tronco se encomiendan las bibliotecas.

Hace pocos días los rotativos convertían esa denuncia en noticia, con bastantes semanas de retraso. Ha bastado esa publicación para forzar la corrección: las bibliotecas madrileñas han dejado paso a un grupo selecto de páginas web del movimiento. Las censuradas se incluyen a bulto, las permitidas se eligen a dedo.

El detalle fascinante en el proceso son, claro está, las justificaciones públicas del proceso. Porque normalmente las declaraciones públicas son versiones suavizadas y moderadas de un fantasma mayor que sólo se entrevé por las rendijas.

lo especifica el Ayuntamiento de Madrid en un comunicado oficial que admite que entre las restricciones relativas a criterios de «contenido» (que veta webs de sexo, violencia, armas , blogs, etc..) el sistema de filtrado que utiliza la plataforma de Telefónica incluía una programación que limitaba el acceso a contenidos de «activismo» político.

En este breve párrafo aparece condensada una severa carga a la cultura que se permite. Por un lado, la censura al activismo político filtra en el horizonte la sospecha de que El Capital de Marx o las biografias de Reagan (dos activismos políticos) durarán poco en las estanterías, más cercanos del fuego purificador que del préstamo ciudadano. La otra, es el miedo a la actualidad, donde El Capital tiene valor cuando Marx ha muerto, y el liberalismo cuando Reagan ha perdido la chaveta.

Esa paradoja primordial -donde entre todos se construye una fuente donde sólo puede manar el agua que ven bien unos pocos- toma la hermosa justificación del proceso Sabor a Hiel: «¡La prohibición es de las máquinas!», dicen; «¡Nosotros no hemos hecho nada!» Las máquinas hicieron que en los libros de Ana Rosa Quintana aparecieran mágicamente párrafos enteros plagiados de otra novela, y ahora censuran mágicamente los retratos de la actualidad, del propio mundo, en el lugar donde el ciudadano consulta el conocimiento del mundo.

Mi línea favorita, sin lugar a dudas, es esta:

el concejal de Hacienda y Administración, Juan Bravo, ha explicado que (…) el área de informática del Ayuntamiento gestiona técnicamente la plataforma, pero no define los grupos que deben ser permitidos o filtrados. Las webs clasificadas como prohibidas, dentro de cada grupo, son definidas por el fabricante del filtro. Los gestores solo pueden establecer excepciones. Y es lo que se ha hecho en este caso, asegura Bravo.

Es decir, que no sólo la censura continúa y continuará,
(censura que deciden mágicamente los ignotos hombres tecnológicos de la compañía telefónica en casual connivencia con los políticos, pura coincidencia),
sino que se dice -con absoluto orgullo-: si alguien vuelve a denunciar otra censura, que sepa que necesitará que su reclamación aparezca en un rotativo nacional, con todo lo que conlleva encontrar el espacio, para que sea corregida. Se dice abiertamente, con todo el descaro que ha encumbrado la política moderna.

Qué maravilla: en el farenheit del XXI no hay fuego. No es siquiera necesario.

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Clasificado como: celtiberismo,libros,periodismo

Ya hay un comentario »

  1. Al hilo de tu inspirada apreciación, me viene a la mente «N.N.23», uno de los más encantadores episodios de Chicho Ibáñez Serrador para «Historias para no dormir», capítulo que supongo que conoces (si no, te lo recomiendo vivamente) y que yo he tenido el placer de ver hace poco, gracias a la recopilación en DVD que me han prestado. Siempre tiene que haber quien se encargue de que nada cambie, aunque parezca que sí. ¡Qué razón tenía Lampedusa! Saludos acalorados (por la canícula, pero también por otras razones).

    Comentario de Dentellada — agosto 12, 2011 @ 7:06 pm

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