Llevo algún tiempo aparcando en el cabezal de la cama el libro «60 aniversario – El Caso semanario de sucesos (Juan Rada, 2011)» y leyendo antes de dormirme una hoja o dos de facsímil de periódico de los cincuenta. La forma de escribir es maravillosamente distinta a lo que hoy se estila. Ayer me zampé apasionado todas las páginas que el libro recoge dedicadas al «Misterio de las tres copas» acontecido en Mazarrón, con dos cadáveres encontrados en la playa que condujeron a una investigación donde cada averiguación destapaba un suceso más extraño que el anterior, desde el inicio del viaje en Haro hasta el enigmático desenlace. La historia sigue sin resolverse y es importante porque ha producido piezas de altísimo alcance: Fernando Fernán Gómez quiso enunciar su propia solución al misterio y por eso rodó El Extraño Viaje (1964) [aquí, la peli completa].
Los relatos actuales de aquel suceso, con la distancia de los años, ya tienen separado el grano de la paja y, pese a mantenerse aún velado, hay cosas que se saben troncales en la historia frente a otras auxiliares o innecesarias. Precisamente la lectura de los textos de época es maravillosa porque en aquel instante todo podía ser relevante. Les pongo a modo de ejemplo esta maravillosa historia, tangencial y accesoria pero arrebatadora, que aparece como comentario de pasada en el exhaustivo informe sobre el caso de Mazarrón:
Así que ahí me tienen, disfrutando las rebabas de las historias principales. En lugar de «el crimen de la mano cortada» o «el misterio del baúl» -que tienen su prestigio precisamente porque cada noticia abría la puerta día tras día a nuevos enigmas dentro del misterio-, me ciegan pequeños párrafos voladores.
Por ejemplo, aquí les dejo un detalle de las innovaciones de Pedro Alcalá de las Heras, un genio emprendedor que creó no una sino varias formas de timo insospechadas. Aquí detallan su ocurrencia para sacar tajada de los fallecimientos remotos:
Y por supuesto, piezas de altísimo valor celtibérico, como este titular que les pongo a continuación:
Rubén Lardín me lo filtró
como lectura de sillón
Bola extra: La portada del volumen, que siempre es de recibo incluirla
Ayer escuché una conferencia de Nieves Concostrina.Tengo pasión por los epitafios y la celtiberia mortuoria (gracias a volúmenes como «Tus Amigos no te Olvidan» o «Epitafios: la voz del cementerio»), pero nadie me había avisado de la fabulosa labor de recopilación que está haciendo desde Radio Nacional de España. Las imágenes que recibe por la colaboración ciudadana (también Celtiberia Show se construyo con la colaboración de los lectores; no quita valor, si no lo añade) las está recopilando en esta galería que es, sin duda, puro oro.
La nostalgia del imperio es un motor clásico del celtiberismo. Y enmarca esta frase que Jose Luis Pecker incluyó en la introducción a la gran final del programa de TV Un Millón Para El Mejor, aludiendo a que todos los concursantes eran grandes pero sólo uno podía llevarse el título final.
La frase, que pasa a nuestro museo celtibérico, sonó así:
De las secciones del programa APM, quizá la más celtibérica sea «El Mentalista», donde se muestra inconscientemente la sumisión y la jerarquía de la televisión: el jefe se impone al subordinado, que claudica y acata mediante la repetición. Un subrayar escalafones que tiene aspecto de eco. Ahí queda.
Las derechas y las izquierdas han coincidido en pocos enemigos comunes. Pero cuando han coincidido sobre uno, lo han hecho con todas sus fuerzas. Un ejemplo fue Mazinger Z, que recibió ataques tanto de ABC como de Triunfo. Nunca más vimos los capítulos de Mazinger Z que se censuraron, pero -es importante señalarlo- quedó para siempre en nuestros corazones, mientras sus vecinos de época se disolvieron en la mediocridad.
El contexto se está relacionando con Irán, un país que pasó de la civilización al fundamentalismo en un suspiro. Así, el futuro de España aparece roturado en el tebeo Persépolis, que retrata ese cambio fulgurante que nadie se podía creer hasta que ya fue demasiado tarde.
Pero para ilustrar el caso español me parece más interesante citar viñetas de otro tebeo, también autobiográfico y también iraní: «Nylon Road: mi vida en Irán». De allí extraigo estas dos viñetas que dejo a la consideración de los lectores.
En una tienda barcelonesa de elecrónica aparece, junto a la puerta, este anuncio de cartón de tamaño real. En él, Jose Luis Torrente -personaje protagonista de la saga cinematográfica creada por Santiago Segura- es el reclamo para una línea profesional de artículos para espionaje.
El bolígrafo cámara espía «Mauricio», el reloj Cámara Espía «Julito Rin Rin», la gorra Cámara Espía «Malaguita» o la linterna Cámara Espía «Amparito» son algunos de los objetos estrella, que se detallan en el cartón y en la web del fabricante.
Los españolísimos nombres de los productos y la idea misma de que Torrente sea la imagen de una «linea profesional», hacen que la pieza pase con honores a nuestro museo celtibérico.
El ilustre Narciso Ibáñez Menta (padre de Chicho Ibáñez Serrador y actor protagonista de muchas de sus entregas en «Historias para no dormir» y «Mañana puede ser verdad») aparecía promocionado como actor primerísimo de la Gran Compañía de Zarzuela con esta vistosa hoja publicitaria de 1924: