La guía del cine para pervertidos que realizó el filósofo esloveno Slavoj Zizek -un personaje que ya ha aparecido en este blog– para la cadena inglesa BBC logra condensar algunos de mis intereses esenciales a la hora de hablar del audiovisual.
El principal: enganchar pese a que el espectador ignore completamente de qué estás hablando.
De nuevo, viene -ya se lo he contado– de cuando leía con placer el fanzine 2000 Maníacos, lleno de artículos que hablaban de películas que nunca vería.
Zizek le da una vuelta más, porque por principio, la película ES lo de menos. Utiliza el audiovisual como ejemplo/cita para hablar de otras cosas. No habla de las películas, de sus argumentos y sus contenidos y sus apuestas formales, sino de lo que defienden, de lo que sostienen, de las vigencias (que es como Ortega y Gasset llamaba a lo que ahora decimos Zeitgeist) en las que se apoyan. Si esas películas no existieran, esas vigencias serían apoyadas por cualesquiera otras (así es el Zeitgeist), y la explicación seguiría existiendo pese a no existir esa cinta determinada.
El documental de Zizek dice en el título tratar sobre cine, pero en realidad habla de las tesis de Zizek sobre la realidad y sobre el sicoanálisis. En el vídeo de abajo verán cómo el esloveno explica las tres figuras del sicoanálisis utilizando Psicosis (los tres pisos de la casa equivalen a esas tres figuras) y los Hermanos Marx (cada hermano encarna una de esas tres figuras). No habla de cine. Usa el cine sólo como cita, como apoyo, para hablar de otras cosas.
Ese ingrediente esencial, lo pretende sintetizar Reflexiones de Repronto. Con todas las limitaciones, y -tal vez- con un temario menos farragoso.
Antes de que los programas P2P configuraran la gran biblioteca del video, cuando ver películas raras era ciertamente complicado -y se lo digo yo, que en la universidad proyectaba cintas que eran copias de copias de copias hasta alcanzar un aspecto lamentable- leía con placer el fanzine 2000 Maníacos. Y era difícil de explicar, porque en la mayoría de sus textos hablaban de películas que seguramente no tendrías ocasión de ver en tu vida. Pero lo hacían de una forma tan divertida que daba igual. Querías saber qué le interesaba tanto al fanzinero como para teclear sobre ella. Pese a que no se hablaba de otra cosa, en cierta medida, la película era lo de menos.
La encarnación audiovisual de ese espíritu de cambiar de gafas e interpretar la película de un modo puramente lúdico es la extraordinaria serie Science Mystery Theater 3000, que lleva más de una década en antena.
Un humano y dos robots recortados en una fila de butacas se dedican a comentar hasta el ridículo películas de serie B y de serie Z, señalando que la persecución es un poco triste porque el protagonista huye usando los intermitentes, o insultando a la protagonista que lleva diez minutos de reloj intentando hipnotizar al aventurero de turno.
MST3K tiene la enorme carga del tiempo real -la película se proyecta íntegra- pero ha sobrevivido con solvencia a esa complicación. Antes que los comentarios del director en los DVDs, teníamos y tenemos a estos tres malandrines dinamitando el metraje, señalando que el mismo actor ha cruzado ocho veces, preguntándose por qué este plano es de día si el anterior era noche cerrada. La cinta comentada es una película distinta. El Doctor Repronto, influido por ese espíritu inicial de 2000 maníacos, saluda al teatro del misterio.
«Todavía se podría reconocer
algún valor cinematográfico a esta película
si se mantuviera el ritmo:
y no se mantendrá»
Rótulo sobreimpreso en el minuto nueve
La versión audiovisual de «La Sociedad del espectáculo» de Guy Debord, dirigida y locutada por el propio Debord en 1971, es un desastre cinematográfico… y él mismo lo sabe. Ilustrar su clarividente texto con imágenes no es eficaz, porque la interacción entre ambas es tan sutil como insuficiente. Y a eso hay que añadir la cansina entonación de profesor, tan en alza entre los pensadores progres franceses. Pero lo hace a conciencia. Esto soy yo. Esto es un asco, pero es mi asco.
En 1984 Debord prohibió la exhibición de su obra cinematográfica, pero la internet respeta a los genios más que ellos mismos.
Aquí abajo tienen el desastre, y el genio (en una mezcla espesa pero radiante) de «La Sociedad del Espectáculo» de Debord. Una pieza que ha sido importante en el origen de Reflexiones de Repronto, en francés original con subtítulos en inglés:
Por si son ustedes de los que no leen los comentarios, tengan aquí la excelente recomendación de Mr Perplejo al hilo de las cintas de Stereolab: Kybernetická babicka («La abuela cibernética», 1962). 29 minutos de animación fotograma a fotograma de uno de los grandes de la disciplina: El checo Jirí Trnka.
En cualquier road movie lo importante es el horizonte; tarde o temprano tiene que verse y significar algo por sí mismo, a fin de empaquetar en aquel punto lejano el espíritu de la película. Está bien estudiado que, en el cine europeo, el horizonte significa pérdida o melancolía; en el cine norteamericano, esperanza, imán de pioneros; y en el cine chino o japonés, significa muerte.
Los horizones son sociología en foto. Entre los norteamericanos, alejarse de la gente, es una necesidad -no hay mayor humillación para un norteamericano que tener que recurrir al transporte público, regularmente-. El horizonte, lejos de todo el mundo, es esperanza, porque en la soledad no es tanto estar solo como que no te vean mal. En Japón, el sentimiento grupal es inverso, hasta el extremo. No sólo eres parte de un grupo: tienes responsabilidades permanentes hacia ese grupo. Y buscar el horizonte solo puede ser que te han echado del grupo, o que debes huir del grupo por una indiginidad monumental, a sabiendas de que no te aceptarán en un grupo nuevo, a menos que sea en la parte ínfima del escalafón: la muerte. En Europa, el sentimiento de grupo es una cosa intermedia, puedes abandonar el grupo y asociarte a otro, hay dignidad en el uso colectivo de las cosas,… y el horizonte es lo inalcanzable, personas que ya no tenemos, tiempo que ya no vivimos… melancolía.
Hermosa cita, pero con trampa. Como muestra el párrafo anterior, cada visión del horizonte nace del contexto en que se construye. El horizonte, por muy buena que sea la película, no significa algo en sí mismo, particular a esa película. Significa algo acerca de los grupos. Mirar un horizonte, como ven, es como mirar un espejo, pero un espejo que nos refleja como conjunto.
Este tufillo a virgen maría debería haber servido para darnos cuenta
Indignado, oigan.
Pero indignado.
Llevo algunos días consumiendo ficción como un poseso. Tebeos, películas, libros, lo que pillo. En mi mesilla hay un pilón de revistas “El Papus” de los ochenta. En la estantería, un brazo de longitud en lomos de prestado. Antes de soltar hay que digerir, y el tiempo estival es más dado al sofá y el disco suave. De ahí que hace algún tiempo que esté en silencio. Estoy cargando el voltaje.
La cuestión es que en medio de este consumo frenético, me topé de bruces con un documental. Tenía dos versiones de él. Mis amigos de profesiones liberales decían que estaba muy bien. Mis amigos con formación científica me decían que no me acercara a él ni con un palo. El documental pretende ser de divulgación científica, y como había salido en un par de conversaciones recientes, procedí al visionado. El título de la pieza es “ y tu qué sabes”, o si traducimos el título original, “¿qué #$*! Sabemos del universo?”
Condensaré mi opinión en dos palabras:
Qué vergüenza.
No se acerquen a esto ni con un palo.
Como esa misma frase me llevó a acercarme al documental, que es precisamente lo que quiero evitar que les pase a ustedes, voy a proceder a explicar por qué este audiovisual es nocivo, mentiroso y torticero. Especialmente torticero.
Para ello, voy a dilatarme en un juicio que no he encontrado por la internet, y que considero necesario teclear. Así que en adelante, pese a que soy muy lego en la materia, voy a hablar un poco de física cuántica, de la visión de la física cuántica, y de cómo aplicarla de forma torticera. Va a ser un poco largo, pero es la única forma de que no quede algo telegráfico e incomprensible.
¿Por dónde empezamos? ¿Por la imagen de ciencia, por la mitología creada al rebufo de la cuántica o por la fijación por la lógica?
Empecemos por lo difícil: la física cuántica.
La física cuántica es un campo en el que los especialistas confiesan abiertamente que no entienden mucho. Es un ataque de sinceridad, pero no se lleven a engaño. No entienden mucho, pero entienden más que los legos. El célebre lema socrático “sólo sé que no se nada” es un canto a la persecución, al análisis y al descubrimiento. No es un ensalzamiento de la ignorancia. Que es una célebre trampa en la que caen los perezosos.
La clave de la física cuántica, en el discurso que pretendo transmitirles, la encontré en una entrevísta con el filósofo esloveno Slavoj Zizek, al que espero que recuerden. En una película-entrevista-discurso titulada “La realidad de lo Virtual”, allá por el minuto doce de cinta, hacía este juicio que creo que es poco conocido:
“¿Qué es la física cuántica? Fórmulas que funcionan, experimentalmente confirmadas, pero que no podemos traducir con nuestra experiencia diaria de realidad ordinaria. Esto es lo traumático de la física cuántica. Literalmente, no podemos entenderla. No en el sentido de que nosotros, los hombres comunes, los idiotas, no la entendemos, y solo un par de científicos pueden. Tampoco ellos pueden. En el sentido de que símplemente funciona, pero si intentas construir una ontología consistente basándote en ella, obtienes resultados sin sentido. Tiempo que va hacia atrás, universos paralelos,… Obtienes cosas que son simplemente sinsentidos en lo que respecta a la noción ordinaria de realidad”.
Este párrafo tiene muchas, muchas consecuencias que voy a intentar enumerar.
La primera: la física cuántica se construye sobre resultados puntuales, independientes, que sólo comprendemos en ese caso particular. No se pueden sacar conclusiones. Antes que nosotros, la comunidad científica ha intentado aplicar la lógica directa, consecuente, para seguir tirando del hilo, con resultados nulos.
Cada vez que al hablar de física cuántica hablamos de gatos que están simultaneamente muertos y vivos, de obras de teatro que pueden ser cualquier obra hasta que se alza el telón, de universos paralelos que se ramifican cada vez que nos tomamos o no nos tomamos un café… estamos recibiendo una explicación puntual, que sirve para que establezcamos en nuestra cabeza una idea menos abstracta que una ecuación. Pero lo importante es que no se pueden dar pasos subsiguientes. No se pueden extraer consecuencias. Esta es la mayor vergüenza del documental que nos ha traido hasta aquí. Dibuja universos paralelos y tira del hilo y miente de tal manera que se ruboriza hasta el celuloide.
Pero de los resultados cuánticos sí que se puede sacar una conclusión más genérica, que es mía y que no tengo herramientas para articular. La existencia de la física cuántica, esa forma de convertir en manejable mecanismos que escapan a nuestro cerebro, y que ha logrado que existan cosas tan reales como el transistor, el teléfono móvil o el ordenador con el que estoy escribiendo este texto, rompe a mis ojos una creencia común. De toda la vida, se ha pensado que las matemáticas son un subconjunto de la lógica. Las matemáticas son lógicas, consecuentes, y sus resultados en principio obedecen a las normas de la lógica.
Lo que infiere Zizek en su intervención es que la física cuántica muestra que las matemáticas permiten desentrañar procesos en los que la lógica no es aplicable. Hay una lógica profunda en las matemáticas que va más allá de la lógica consecuente y que nos permite retratar procesos, refrendados por la naturaleza, que son mentalmente inconcebibles.
Cuando el matemático Grigori Perelman resolvió el tercer teorema de Fermat (un interrogante que había superado las mentes de Einstein, de Newton y de todos los grandes matemáticos de la historia), hizo en una entrevista un retrato de cómo funciona el proceso matemático: estás en una habitación a oscuras y con mucho cuidado vas tanteando. Poco a poco descubres que aquí hay una barra vertical, y ahí hay un agujero, y al fondo hay un círculo. Más adelante te das cuenta de que esa barra vertical es parte de una mesa. Que el agujero tiene una puerta. Que el círculo es blando y fibroso. Y en el gran día en el que todo hace click, es como si encontraras el interruptor de la luz. Y entonces ves claramente, la forma de la mesa, la marca del horno microondas y el dibujo de la alfombra circular. En la física cuántica, no se ha dado ese click todavía. Y mientras tanto, no sabemos si cada barra vertical que encontramos es parte de una escoba, o de un pilar fundamental para la estructura.
De modo que mi vergüenza absoluta ante el audiovisual que me ha traido hasta este teclado tiene la misma base que las carreras unversitarias que se autodenominan “ciencias de” sin ningún fundamento. Que consideran la palabra “ciencia” simplemente un galón, y no un monumento al desarrollo humano consecuente. La química y la física y la astronomía no tienen ningún punto en común con las mal llamadas ciencias de la información.
Piensen en los jabones que dicen “científicamente probado”. Y preguntense –porque es lo crucial- qué es lo que se ha probado. ¿Que el jabón está ahí? ¿Que limpia? ¿Que no se desmenuza con el uso? ¿Qué es, por ejemplo, un kiosko centíficamente probado? ¿Arquitectura? ¿Volumen de ventas? ¿Higiene de los kioskeros? Lo esencial es la determinación, la exactitud, y todo lo demás son fruslerías.
Y de igual manera que los religiosos aceptarían encantados estudios en los que la gente que recibe oraciones se cura más rápido que aquellas por las que no reza nadie (el estudio existe: véanlo en el excepcional libro “el espejismo de Dios” de Richard Dawkins), este documental da a entender que las adivinaciones y la autoayuda y todo el material que aparece en la televisión de madrugada está refrendado científicamente por la física cuántica.
Ese es el tipo de mentiras que no soporto.
El usar la ciencia como galón para defender la fé y los engañabobos.
La trampa es tan simple como el timo de la estampita. Presentas unos resultados de física cuántica cuya forma de expresarlos es necesariamente una metáfora desorbitada (no hay otra forma de narrar los procesos cuánticos). Luego haces una aserciones que por lógica son consecuencia directa de lo que demuestra la ciencia. Y a partir de ahí, tienes campo libre para convencer (léase demostrar, en la versión enferma y cutre del término) de cualquier idea enloquecida sobre el tao, el chi, el fengsui, la resurrección de cristo y la santísima trinidad.
Esto es una vergüenza. Y espero que esta larguísima entrada sirva para aclarar las ideas en este sentido.
Era un trabajo sucio, pero alguien tenía que hacerlo. Espero que comprendan que haya tenido que hacerlo largo.
Tengan cuidado con lo “demostrado científicamente”. Y mantengan alerta, no sólo sus mentes, sino también las de los demás.
En contra de lo que sugiere Ediciones B, este señor NO es Truman Capote
Hoy el programa «aquí hay tomate» se ha cebado con la figura de Isabel de Bavaria Baviera, alias Sissí emperatriz. Por supuesto, la verdadera Sissi apenas aparecía en pantalla (sus retratos aparecían segundos escasos), y en su lugar teníamos a la Sissi falsa, a Romy Schneider, que es más Sissi que Sissi porque está filmada y porque lo que aparece por una pantalla es más verdad que la verdad.
Muchos dirán «es que mirar fotos no es entretenido, y tenemos que poner algo en movimiento». Les pongo un contraejemplo aún más vergonzoso: las biografías de Truman Capote que se publicaron el año pasado, lucían en la portada la foto de un Capote falso, el actor Philip Seymour Hoffman. No me negarán que la excusa del «lo necesitamos en movimiento» aquí no es aplicable.
Este tipo de detalles son los que acentúan la necedad general. El limitar y acotar (y celebrar) el conocimento a la experiencia propia (que de hecho, es simulada: via cine, etc).
Esta es la historia moderna: cambiar al Ché por «Ché el musical». El suplantar a los personajes por sus equivalentes-espectáculo.
Pero, no se lo pierdan, el mismo corte tenía una segunda reescritura del pasado. El extracto de la película Sissí tenía una evidente calidad de emisión, o si quieren, una calidad de DVD. En la esquina, aparecía este sorprendente rótulo: «youtube.com».
La segunda reescritura del pasado es que, con la profesionalidad y el respeto del periodismo en España, a partir de ahora todo vídeo que se emita en televisión no va a tener orígenes, ni autores, ni modos de rastrearlo. Todo el audiovisual mundial en las límpidas manos de las empresas millonarias cuya productividad es venderles a ustedes refrescos y cremas y politonos va a ser reducida a eso: youtube.com. Ernst Marischka y Stanley Kubrick y Charles Chaplin ya han hecho su trabajo y son cosa del pasado. Tenemos demasiados politonos por vender para preocuparnos por estas tonterías.
Si les descolocaba el revisionismo nazi que postula que el holocausto nunca existió, ya ven cómo las pintan. Estamos asistiendo al holocausto cultural en su linea mínima de flotación: negando la existencia de los creadores
Recuerden el detalle de las biografías de Capote: ni siquiera sus vidas de ustedes serán respetadas. No queremos sus fotos. Si acaso, sólo queremos su pelo: los nazis lo usaban para hacer telas, los nuevos medios lo usan para subastarlo y sacar la noticia en el telediario.
Ya está decidido. No les queremos para nada. Un holocausto es un holocausto.
Como muestra la imagen de arriba, en las ediciones originales españolas, «Batman y Robin» cambiaban sensiblemente el orden de importancia. Robin era el protagonista, y a sus órdenes estaba el pervertido ese que se disfrazaba de murciélago.
Con esa idea en la cabeza, construyan el origen de la pareja utilizando el argumento y el desarrollo de la película Hard Candy.
El día que se cuente esa historia, la escalofriante portada de La Broma Asesina, en la que el Joker fotografiaba la tortura del comisario y su hija con un escueto y mordaz «sonreíd», se convertirá en una imagen suave y tolerante. Robin es el que manda y somete. El niño pobre que seduce y domina al millonario con sus tretas sucias.
Ah, no puedo quitarme la historia de la cabeza. Y nadie la ha escrito.
No era fácil de decir, y este hombre lo expresa magistralmente.
La línea que encabeza el cartel del nuevo documental Sicko de Michael Moore no puede ser más descriptiva: «esto igual duele un poco».
Internet mediante, anoche estuve viendo la película y aún estoy intentando digerirla. Quiero decir, tenía una cierta idea de cómo funcionaba el sistema sanitario norteamericano, pero lo que cuenta el documental, estaba fuera de lo que sabía y de lo que esperaba.
Entiéndanme. Las péliculas de Moore han sido siempre más largas de lo necesario. Si yo ahora les hablo de tal persona y les digo que es un borrachín, el tema queda saldado así de rápido. Sin embargo, si estoy hablando directamente con esa persona, a la frase «es que eres un borracho», le sigue una larga discusión: «cómo que soy un borracho», «cuándo me has visto beber a mi», etc, etc. Las películas de Moore anteriores, hablan del público norteamericano al público norteamericano, y además les intenta convencer, con lo que siempre tienen más extensión de lo necesario para un espectador extranjero.
Sicko no. Aunque Sicko está dirigida al público norteamericano y pretende convencerlo, no tiene exceso de metraje porque habla de cosas que los norteamericanos ignoran, y que a los extranjeros, nos producen una sensación enorme de asombro y de vergüenza. La duración no se hace larga para un no-norteamericano porque el contenido no abunda en dar vueltas para convencer, sino en presentar constantemente situaciones nuevas que reflejan una única cosa.
Básicamente el resumen es este: en Estados Unidos el juramento hipocrático es ciencia ficción.
La máxima médica que dice «Fijaré el régimen de los enfermos del modo que le sea más conveniente, según mis facultades y mi conocimiento, evitando todo mal e injusticia.» funciona precisamente a la inversa en los EUA. Los médicos no fijan el tratamiento más conveniente evitando todo mal e injusticia. Es muy, muy, muy al contrario. Y verlo es increíblemente doloroso.
El retrato que hace Moore es atroz, y logra articular el discurso de forma sobresaliente, aun a sabiendas de que en dos horas de explicación apenas puedes rascar la superficie del problema. Comparar Sicko con La mano contra la piedra, que pretende enunciar el problema vasco y no lo rasca siquiera, muestra que el documental de Moore es una maravilla en claridad y en articulación.
Sus detractores hablarán de la técnica del documental, que utiliza trucos sensibleros y humorísticos, poniendo música de violín en los tristes y efectos de sonido en los cómicos. Yo los encuentro más que apropiados, necesarios, para convencer a los espectadores de una situación que prefieren no ver. La sensiblería es una herramienta a la disposición de todos los autores audiovisuales, no es una exclusividad de los programas de sucesos. Utilizarla para conseguir el efecto deseado es tan admirable como hacer un plano secuencia para conseguir el efecto deseado.
No quiero enumerar los elementos en pantalla, pero les diré que en un par de instantes se me congeló el corazón. Hay un minuto de una cámara de vigilancia en la que no estaba dando crédito. Y sólo era una persona bajando del taxi.
Tienen que ver Sicko. Sirve no sólo para entender que los médicos pueden ser conducidos al mal, sino para entender Estados Unidos en general: la gente se alista como soldado porque tienen menos probabilidades de morir en combate que de morir enfermos en casa, el ciudadano medio es totalmente dependiente de sus empleadores…
… y también explica, pero eso no aparece en la película, por qué el suplemento dominical de su periódico favorito tiene una sección de ejercicio y aerobic.
Robert Anton Wilson decía que los EUA solo garantizan la sanidad de los criminales; solo tienen acceso gratuito a los médicos los presos y los diputados.
Ver las consecuencias es aterrador.
Tal vez sea el equivalente audiovisual de lo que significó «Archipiélago Gulag» (mi libro-documental favorito, en tres tomos) para el sistema soviético.
Muy buena y muy reveladora. Deben verla.
Bola extra: Espero que nadie tenga la idea de añadir como coda (epílogo) de la película la intervención de Mariano Rajoy en el programa «Hay una pregunta para usted», en la que citaba como modelo a los norteamericanos repetidamente, y discutía el sistema sanitario. Eso no sería nada beneficioso para el líder de la oposición.
Bola extra dos: El título Sicko pretende aunar»Sick» (enfermo) y «Psycho»(sicosis/sicótico, como el film de Hitchcock).
Bola extra tres: Admiro que los norteamericanos puedan realizar estas películas. Anhelo el día en que en España se puede hacer algo similar sobre las recalificaciones, la gestión portuaria o la influencia de La Caixa. Los impedimentos sanitarios en EUA son los impedimentos audiovisuales en España: dinero, dependencia y sumisión.
Debo reconocer públicamente una cosa. El dvd de este Drácula con tutú incluye un corto de Guy Maddin que me ha dejado boquiabierto. The Heart of the world. Es como ver un resumen acelerado de película de ciencia ficción muda que se mueve entre Metrópolis, El Acorazado Potenkin y el Hombre con una cámara de Vertov. Constructivismo soviético y expresionismo alemán en modo veloz, en cinco minutos, con un inapelable ritmo frenético como banda sonora. Y miren, con la manía que le tengo a este hombre debo reconocer que es una pequeña maravilla que desde aquí les recomiendo.