Corría el año 96, y yo estaba tomándome algo en el Fantasma de los Ojos Azules, en el original de la calle Rocasolano. En aquellos tiempos preemule, de pronto se desmarcaban con cosas como «ocho horas de capítulos de Mazinger Z». Lo recuerdo porque conservo el poster, pintado a rotulador, que lucía la puerta del bar. En música, sonaba de todo. Una tarde, la música paró y se escucharon dos puras voces recitando. En un instante estábamos todos escuchando detenidamente: «Todos tenemos la razón«, decía la voz. Era una rareza elegida por el pinchadiscos. Cuidadosamente elegida, pero yo aún no lo sabía. Cuando acabó el tema, el poema, lo celebramos con un aplauso y seguimos con nuestras copas. Le pregunto al pinchadiscos y me dice que son Accidents Polipoétics. Mi memoria lo borra inmediatamente, demasiado ocupada en seguir con la fiesta.
Avance rápido. Estoy en la mediateca de Barcelona, buscando díscos para tomar de préstamo. Es el año 2000. Una portada me detiene, dos ancianos en blanco y negro. El título del disco es «polipoesía urbana de pueblo«. Los autores son Accidents Polipoétics. Mi memoria, contra todo pronóstico, corrobora que ese es un nombre ya citado. Me lo llevo prestado. Lo pongo en mi reproductor como banda sonora mientras escribo uno de aquellos módems, uno de aquellos telegramas a la nada. En cuanto termina la presentación, estoy paralizado. No puedo atender a las teclas. Lo que suena requiere toda mi atención. Me lo oigo de un tirón sin hacer nada más.
Desde entonces he acudido a cada actuación de Accidents Polipoétics, juntos y por separado, de la que he tenido noticia. He visto sus recitados, y sus espectáculos, y sus trayectos guiados en autobus, y sus autopías. Tengo sus libros y sus grabaciones y las mínimas guías de «las batidos». Y siempre quiero más. Son así de grandes. A base de memorizar sus textos -no bromeo-,el Doctor Repronto tiene buena parte de estos dos maestros. Vivan Theros y Metlikovez.
La noticia más leída hoy en elpais.es habla de que
una empresa estadounidense que ha anunciado su último producto, que se encuentra ya en fase de producción, y que aparecerá en el mercado en octubre: un automóvil con aspecto de platillo volante que tiene la capacidad de volar. Redondo, dotado de ocho propulsores y capaz de levantarse verticalmente sin tomar impulso. ¿Futuro, ciencia ficción? No, presente.
De inmediato he visto una ciudad en la que prosperen los coches voladores. Con ese despegar tambaleante que muestra el vídeo que incluye la página. Con esa característica responsabilidad de los conductores que lleva a centenares de cadáveres al año. Con la habitual generosidad y comprensión del urbanita que circula. Y sobre todo, con la expansión en vertical de la circulación.
El resultado: se lo digo ya mismo. Si de normal cuando quitas las lineas de carril la gente ya va a su bola y atropella por los arcenes, en un aire sin marcas va a ser el caos. Y por caos entiendo a un gilipollas con tres copas y con infulas de Fernando Alonso que nos entra en el salón reventando las ventanas y volando todo lo que vea del ikea.
Si, amigos, por las calles, cientos de peatones sufrirán naves que aterrizarán de cualquier manera o que se les echarán encima porque «no te he visto», y los amigos de lo ajeno descubrirán que la vertical es una gran idea para entrar en las casas de los demás.
Tras el rastro de cadáveres, ya les aviso: el verdadero negocio de los coches voladores van a ser las verjas en las ventanas.
Salgan a la calle y miren hacia arriba. Todas esas fachadas con cristal a la vista tendrán que ser valladas como las plantas de siquiatría de los hospitales. Mientras los helicópteros que se acercaban en exceso impactaban con las aspas y se iban al desastre, estos nuevos coches van a inaugurar una nueva era del robo por balcón y del alunizaje de salón. Sin testigos, porque todos estaremos demasiado liados evitando los otros enloquecidos coches voladores. Empiezan a venderlo en octubre. Atentos al desastre.
Mientras en tebeos autobiográficos como los de Pekar o Crumb
el vacío está dentro, en el de Sáez el vacío está fuera.
Ayer me leí de un plumazo «Viviendo del cuento» de Juanjo Sáez. A Sáez le tengo cariño desde que acumulaba sin piedad sus flyers del bar Olivia. Mi amigo Tomás todavía llama al bar «hijoputa», pese a que ha cambiado de nombre y probablemente de dueño, por la tarjeta de visita que Saéz diseñó y que simplemente tenía ese rótulo (y las señas del bar).
El libro es probablemente el conjunto de pies de página más grande del cómic español. Quiero decir, todo el libro consiste realmente en explicar y anotar una docena de tiras cómicas publicadas en una revista gratuita. Nada más empezar, descubres que los textos tienen frases como
«Si esto es cierto la verdad es que no le falta razón»
que dan a entender que no están precisamente muy trabajados. Con todo, se ha convertido en un libro con considerables ventas. Es admirable.
La cuestión es que las explicaciones de Saez te enmarcan y desarrollan una serie de personajes en los que el propio Sáez confiesa que no tiene ningún interés. Y efectivamente, una vez que los desarrolla te das cuenta de que los nombres que sonaban y suenan en Barcelona, las celebridades de los círculos modelnos, no tienen ningún interés.
El perfecto negativo del libro de Sáez es otro libro de otro historietista: «La Barcelona de los setenta vista por Nazario y sus amigos». El relato de Nazario te hace asombrarte de la efervescente Barcelona de los setenta, mientras el de Sáez hace el retrato de la Barcelona de los noventa y de hoy como el epítome del pijo aburrido que narra incansablemente sus aventuras de chichinabo en revistas que pagan las marcas de moda.
La Barcelona de Nazario es una chispeante bebida recien abierta, y la de Saez es un refresco esbafadosin gas y caliente del sol.
Los que quieran trazar la muerte de Barcelona, su paso de ser el centro de los inquietos a ser el asilo de los niñatos veintegenarios, podrán usar estos dos volúmenes como arcos del paréntesis.
La historia que hay en medio es la verdaderamente importante, y falta un tercero que la cuente.
¿Cómo pasamos de esto (imagen) a lo de hoy?
Ese es un relato que dificilmente verá imprenta.
Este es etarra fijo. Cóbrale el doble por la carrera.
El Santo es un dios de la subcultura mexicana. El gran icono de la lucha libre enmascarada. El tronco seminal del que salen las payasadas del Pressing-catch y las musicales y bizarras luchas sudamericanas (de las que les hablaré, espero, en el futuro).
La cuestión es que el hijo del Santo ha decidido mantener vivo el espíritu de superhéroe de su padre (que protagonizó películas tebeos, fotonovelas y lo que puedan imaginarse) y cumplir sus mismos preceptos: defender el bien, no quitarse nunca la máscara, etc.
Este perfil histórico y bien conocido de El Santo es un problema por estas tierras. Su visita a España ha resultado de lo más accidentada. Miren qué hermosa estampa cuando la policía ve al Santo cruzar por Madrid en moto:
«Ya rumbo al centro, la policía se percató de una moto tipo Harley en la que viajaba un hombre enmascarado que, para acabarla de fastidiar, llevaba mal puesto el casco.
Esto puso en guardia a los agentes, en una ciudad en la que está decretado el estado de alerta máxima por las amenazas de la banda terrorista vasca ETA. Los policías ordenaron que los dos mexicanos descendieran de la moto y cuando vieron al Santo con la máscara puesta lo miraron sospechosamente pese a que su plateada máscara no tiene nada que ver con la capucha blanca que usan los etarras.»
Hombre! Claro! Los de la ETA van con máscaras plateadas… para no llamar la atención. Es el modo de pasar desapercibidos.
(Nótese el precioso detalle del redactor mexicano de la noticia que, para explicarse la situación, supone que igual que el santo va siempre con su máscara por la calle, en España los etarras deben ir con la capucha todo el dia. )
Pero al Santo le llovieron palos por todas partes. De hecho iba en moto porque el taxista que le cogió en el hotel le chuleó y le dió vueltas por el centro para inflar el precio de la carrera:
“Quiero dejar bien claro que me encantó España, Madrid, donde no venía desde los 12 años cuando mi padre me trajo. Lo único que no me ha gustado es la mala educación de los taxistas, son unos mal educados. Ahora ya sé cómo se llamará mi próxima película: Santo contra los taxistas de Madrid«, dijo el Enmascarado de Plata mientras brindaba con agua.
El conflicto celtibérico con los iconos pop se sigue saldando con serios conflictos. Taxistas que timarían al mismísimo Mickey Mouse, y polis que inmovilizarían por vasco malo a Batman y a Robin. Como ven, en breve el cine chatarra mad-mex pondrá de villanos a los taxistas españoles. Ya tocaba.
«Elevar a la categoría del normal
lo que a nivel de calle es simplemente normal»
(Adolfo Suarez, 1976)
Notas de campo para sociólogos culturales del futuro:
«No sé si «Suicide club» se puede comprar «legalmente», si estará en descarga o en algún videoclub, pero sí que está doblada al castellano. Ah, y en Youtube estaba hasta hace poco en VOSInglés, colgada entera en varias partes (aunque es un poco penoso ver una peli así, ¿no?). Yo se la compré ayer a mi negro de confianza, el que se esconde detrás de un contenedor de vidrio al lado de mi casa. Los negros, no sé por qué, suelen tener en su manta basurillas de culto bastante raras y videoliendres directas a vídeo que no sé ni de dónde las sacan, mientras que los chinos sólo venden mierdazas palomiteras grabadas en cines mexicanos desde un móvil 1-G. Lo tengo comprobado. Mami, yo no sé lo que tiene el negro, pero nunca me falla cuando se trata de serie Z pirata.»
Sé que en las bibliografías del futuro no saldrán estos detalles sobre las distribuciones subterráneas y los topmantas. De modo que ahí queda para los universitarios de generaciones venideras.
La semana pasada en televisión he visto un número considerable de reportajes sobre el cercano día del orgullo gay, a celebrar en Madrid. Los reporteros no hablaban con los organizadores, por motivos misteriosos. En su lugar mostraban las opiniones de gente de la calle. Para ser específicos, de la calle Chueca. Todos, con una pluma considerable. Todo sea dicho, muchos de los reporteros, tambié hacían ostentación de la suya.
Desde aquí nuestro apoyo a las reivindicaciones de los derechos (y las obligaciones) de los homosexuales. Eso por delante.
Ahora bien, lo del Gay Parade, y celebraciones del estilo, hay que cambiarlo pero ya. Ya basta.
Por si no es evidente, les transcribo un párrafo del imprescindible libro Mondo Bulldog, de Jordi Costa (Ed. Temas de hoy). Léanlo imaginando el aterrador espectáculo de carrozas y purpurina y sonidos pregrabados:
Hay que decirlo de una maldita vez: las drag queens han heredado el papel social antes ocupado por los tunos y los mimosLos zapatos de plataforma, las pelucas hiperbólicas y el playback chirriante han sustituido a la tradicional capa, la bandurria y las beodas interpretaciones de Clavelitos. Los maquillajes post-glam y la verba petarda son la evolución finisecular de la cara blanca y la lírica gestual de pacotilla
Tunos mimos y drag queens han sido la sucesiva encarnación del pequeño porcentaje de excentricidad que la sociedad se permite tolerar y, hasta cierto punto, legitimar.
Por eso, a los ojos de los auténticos amantes del desorden -un desorden sin coartadas, un caos sin centro-, tunos, mimos y drag queens han sido las sucesivas pieles del mismo coágulo de mal rollo.
¿Hay algo peor que que soportar la intromisión de de una manada de tunos cantarines en un restaurante?¿Puede concebirse una idea de la diversión menos estimulante que la de contemplar a un mimo midiendo, interminablemente, con sus manos desnudas, las dimensiones de una pared invisible?
La respuesta a ambas preguntas es afirmativa: sí, hallarse en el punto más recóndito y mal ventilado de una fiesta cuando empieza el espectáculo-sorpresa de las drag queens.
¿Qué hay que hacer cuando se detecta la presencia de drag queens en una fiesta? ¡Huir en estampida!
Jordi Costa, Mondo Bulldog, pag 155
No se puede decir mejor ni más claro. Oigan, está escrito en 1999.
Ya vale. Muchas gracias.
Bola extra: el cierre de la cita, la huida en estampida, fue reformulado por Palahniuk en su «Asfixia». Léanlo aquí.
Slavoj Zizek resume la situación de Cataluña, describiendo la realidad de la Eslovenia en tiempos de la unión soviética:
«Había tres niveles de disidencia:
El primer nivel era: ¿Te permiten impartir clase?
El segundo nivel era: ¿Te permiten publicar?
El tercer nivel era: ¿Puedes encontrar trabajo en tu área de vivienda?»
Extraido de la película «Zizek!» (minuto 18),
sobre el pensador del que les hemos hablado aquí
En Cataluña, tanto
la universidad (y colegios y parvularios), como
las subvenciones (o aparecer en TV, o que puedas usar el teatro, etc…) y
el acceso al funcionariado
(los elementos directamente controlados por el estado)
funcionan preocupantemente así.
Y en los campos privados en los que el govern puede actuar su influencia, tres cuartos de lo mismo.
Los alemanes tienen el valor de señalar cuales son los buenos
La feria del Libro de Frankfort está mostrando lo que significa «vida cultural» tal y como se entiende en el universo actual en el que sólo los muy buenos pueden subsitir sin rendirse a las subvenciones. Fíjense en la secuencia:
1) En la feria de Frankfort, rompiendo la larga tradición del encuentro, «por primera vez no es un país, sino una región, el invitado especial a la Feria de Fráncfort» (cita del Frankfurter Allgemaine). Entenderán que, para haber roto la costumbre, el interés en los autores catalanes debía ser una cuestión crucial. Para señalarlos así, en específico, a esas plumas que no debían ahogarse entre el marasmo de publicaciones semanales. Miren las ventas de «La sombra del Viento», debía decir el mundo editorial.
2) Un tal Josep Bargalló, que sin duda va a tener un nombre importante en la literatura contemporánea o más bien no, decidió que como era una cosa institucional y tal, y como las instituciones cortan de raíz todo lo que no se genere en catalán, pues que sólo tenían que ir los autores que escribían en catalán. Para los políticos que dirigen las subvenciones, los subvencionados son los que representan al pueblo.
Todo no subvencionado no representa al *pueblo», ydebe ser concienzudamente sometido. No es nuevo; esta estructura ya la ejecutaba fue el gran timonel Stalin. Por lo menos estos no envían a los resistentes a currar a cuarenta bajo cero, pero todo lo demás es idéntico.
3) La opinión pública alemana, según se acerca la fecha, se da cuen de que el festival tiene un nombre y que la selección catalana de escritores subvencionados, y aquí es hermosa la frase del Frankfurter Allgemaine, son «un equipo de segunda». Claro, imaginen que a Cannes solo acuden «el Equipo Ja», «Jaimito el conserje» y «el ETE y el oto». El prestigio cae. Pues así las ven venir.
4) Feria de Frankfurt sección organización no reclama los autores buenos (es la opinión pública pero no los organizadores la que se queja), lo que deja entrever que igual ese «especial cataluña» no tenía que ver con el interés literario sino con intereses «entre líneas».
5) Finalmente, sugiere que estaría bien que se invitara a los autores catalanes que escriben en la segunda lengua más hablada del mundo. A regañadientes, se les dice que vengan, perono se les da una invitación formal. Así, por lo bajini, peor que a los secundarios. Pues vale.
6) Esta es la parte que más vergüenza da. Miren este párrafo de El Mundo:
«FRÁNCFORT.- Pere Gimferrer, Baltasar Porcel, Quim Monzó, Joan Francesc Mira y Carme Riera encabezan una lista de 130 autores que estarán presentes el próximo mes de octubre en la Feria del Libro de Fráncfort en representación de la cultura catalana, que este año es la invitada de honor.
En la lista no figuran, «por decisión propia», escritores catalanes que escriben en castellano como Eduardo Mendoza, Juan Marsé, Javier Cercas, Enrique Vila-Matas o Carlos Ruiz Zafón. Así lo ha explicado durante la presentación del programa de la cultura, Josep Bargalló, director del Instituto Ramon Llull.»
La línea que me da vergüenza hasta las lágrimas es ese «por decisión propia«. Lo hacen todos, si, pero a efectos de los responsables y -qué pena- de la prensa, lo hacen por separado.
Ahora es patrimonio de los políticos decir cuándo algo es una respuesta conjunta, y cuándo es muchas «decisiones propias» que dan la casualidad de coincidir en el espacio y en la motivación y en el tiempo.
Y por si hay alguna duda, sólo Eduardo Mendoza vale más que toda esa representación oficial que acude a Frankfort. No hay que ser un futurólogo para saber la diferencia en relevancia dentro de medio siglo.
Ya ven. Estos son los políticos que se llenan la boca llamándose progresistas (y se llenan las manos con…). Políticos que logran que, a efectos de gestión oficial en Cataluña, se supriman los movimientos solidarios. Ahora son decisiones propias. Las democracias son cuestion de grupos, pero nosotros decidimos qué es un grupo y qué no.