Ya casi nadie se acuerda, pero hubo un tiempo en el que en España la canción del verano fue contestataria. Antes que todos nos convenciéramos de que los temazos de agosto trataran sobre las barbacoas y los bichitos, durante un corto periodo la canción del verano fue un canto a la frustración y al (inminente: recuerden Reagan-Thatcher) apocalipsis. Era el fin del mundo, pero nos sentíamos bien.
Los bastiones principales del hit veraniego inquietante fueron el dúo italiano Righeira (Stefano Rota y Stefano Righi), cuya página web oficial muestra un impecable teletexto.
Los dos éxitos fundamentales de Righeria:
1) un retrato de lugares idílicos en las azoteas de las ciudades donde los modernos disfrutaban del lujo, rematado con el demoledor estribillo
Yo quisiera estar ahí
mas
no tengo dinero
2) un viaje a la costa en un mundo radiactivo donde, una vez desaparecidos los peces, solo quedaba agua fluorescente.
Aquí pueden ver los vídeos de estos dos temazos.
Fijense particularmente en la coreografía de Vamos a la Playa, que contra todo pronóstico se ha mantenido fresca y molona. Cantándole al reloj de pulsera (como ya hicieron antes Dick Tracy y luego Chiquito de la Calzada), practicando el célebre latigazo ochentero, y llevando la simplicidad al extremo mediante el congelado alternativo de los movimientos.
Les pongo un video extra al final para degustar más si cabe la simplicidad abrumadora del baile.
Hemos vuelto a Righeira en un ramalazo del Focoforo
que se está tornando un lugar fetén para las conversaciones del moderneo.
Sé que no hay nada más aburrido que ver las imágenes de las vacaciones ajenas, pero supongo que de vez en cuando es bueno mostrar el lado humano. La imagen borrosa es un servidor botando en una rave organizada en un coliseo romano. En la otra, estoy cantando rancheras acompañado por un duo de cuerdas, con intérpretes de ambos lados del océano, y ambos lados del telón de acero.
La semana pasada apareció otro del que estoy particularmente orgulloso.
No les avisé de su aparición, de modo que, compensando esta pausa veraniega, lo pego aquí abajo:
Terrorismo fashion
Raúl Minchinela
Al hablar de terrorismo hay que andar con pies de plomo. Es muy fácil herir sensibilidades, entrar en terrenos pantanosos y meterse en callejones sin salida. Aunque lo más exacto sería decir que hay que hablar del terrorismo con cautela… ahora. Hablar a la ligera de la tragedia sólo se acepta cuando está lejos en el tiempo, cuando se han curado las heridas, igual que se puede bromear sobre la enfermedad cuando el paciente está sano. El conflictivo humorista Lenny Bruce lo condensó de esta manera: «La comedia es tragedia + tiempo. Dale tiempo suficiente, y te permitirán satirizar la tragedia».
Un ejemplo paralelo al terrorismo que pone las cosas en perspectiva es el de los piratas: implacables marineros que escapaban a las leyes, que se resistían a las fuerzas del orden, y que perpetraban asaltos, asesinatos y violaciones en su caza del botín ajeno. Los piratas son ciertamente una imagen del terror, con sus espadas manchadas de sangre y sus cuerpos arrojados en alta mar. Pero hoy las bibliotecas infantiles ofrecen libros sobre piratas, las ferias divierten con las atracciones de «Piratas del Caribe», y no falta el niño que se viste de asesino marino para carnavales. Una sociedad no es igual que un paciente, y es difícil es averiguar cuándo está sana, es decir, cuándo empieza a ser lícito hablar a la ligera de la tragedia. Pero el proceso, pongamos el momento donde lo pongamos, va a suceder, más tarde o más temprano.
En Europa está arrasando el expolio estético del terrorismo de extrema izquierda. Es un proceso muy llamativo porque, mientras en Europa la internacional terrorista es una cosa del pasado, en España seguimos teniendo a flor de piel el problema de ETA, que comenzó en la misma época y con una notable proximidad ideológica. Así, encontramos extraordinariamente chocante, por ejemplo, el reportaje de moda de la revista Tusse Deluxe que reconstruía el secuestro de Hans-Martin Schleyer, con modelos que lucían ropa de Diesel. Es parte de la fascinación que existe sobre el grupo terrorista Fracción del Ejército Rojo, también conocido como Baader-Meinhof. El entorno fashion celebra el modelo de gafas RayBan que usaba Andreas Baader, y luce en la camiseta el logo de la RAF: una estrella roja con una ametralladora Heckler&Koch MP5 cruzada. Los coleccionistas compran a precio de oro los carteles de busca y captura, hay obras de teatro y películas sobre la banda, y el relato novelado del romance Baader-Ensslin es un éxito editorial. Astrid Proll, una de las pocas activistas vivas tras los sospechosos suicidios de los miembros, no da abasto en conferencias, exposiciones y publicaciones sobre la banda. El terrorismo, de moda, y como moda.
El fotorreportaje de TD, para los alemanes con canas, es como si nosotros viéramos una sesión con ropa de Zara en la que los modelos reconstruyen el secuestro de Ortega Lara o Miguel Ángel Blanco. Pero para las generaciones que van a lucir esas prendas, alude a un proceso superado, porque la banda ya no existe. Ahí está el recientísimo anuncio de Lancia Musa en el que Carla Bruni, actual presidenta de Francia, hace explotar una limusina. Imaginen un anuncio con coche bomba detonado por Sonsoles Espinosa. El terrorismo desarticulado está disponible para reconvertirlo en entretenimiento, y particularmente, en moda. La estética de mala espina es también estética, y el mundo de la imagen está obligado a rapiñar cualquier idea.
El ejemplo extremo lo tenemos en un grupo de estetas ingleses bautizados con el impecable nombre de Prada Meinhof -que suma glamour y asalto, igual que el nombre del cantante Marilyn Manson-. Su página web, que luce una granada de mano de la que sale un pintalabios, reformula para los modernos la frase de Lenny Bruce: «La historia se repite, primero como tragedia, luego como moda». En Prada Meinhof, el terrorismo fashion no es un destello puntual en forma de gafas o logos o reportajes: es el propósito de raíz, la causa central, el leit-motiv.
A la postre, una constante de la moda son chicos buenos vestidos de niños malos.
Lo que nos enseñan los libros infantiles con piratas y las modelos luciendo ropa de la Fracción Roja es que, nos guste o no, más tarde o más temprano, veremos en las pasarelas y los escaparates camisetas rosas con el logotipo de ETA confeccionado con lentejuelas. El terrorismo fashion es un proceso imparable, y Prada Meinhof nos invita a asimilarlo cuanto antes. Tal vez es al revés; tal vez no hay que esperar a superar la enfermedad para poder reír, sino que el momento en el que te ríes es el momento en el que empiezas a estar sano.
Mientras este blog se toma un paréntesis veraniego, les dejo un buen montón de lectura moderna, divertida y provechosa:
“El Mondo Brutto ha sido (y es) toda una institución cuya influencia contagia los más diversos ámbitos de la cultura popular de nuestro país. Irreverentes, estilosos, subversivos cronistas y obsesivos exegetas de la cultura trash, nadie puede negar lo merecido del estatus que gozan”.
Mondo Brutto viene siendo en los últimos años el principal referente de la cultura alternativa en España. Pero MB es mucho más que eso: sus autores han sido capaces de crear no sólo un verdadero estilo literario, sino una forma tan inteligente como insólita de mirar la sociedad y el mundo que los/nos rodea, con aportaciones tan fundamentales como la difusión del concepto de lo “bizarro” (en el sentido anglosajón de bizarre, o sea, raro, estrafalario), una palabra extendida hoy entre la gente progre y snob (cabe sospechar que para irritación de los propios redactores de MB).
Con estas citas introductorias, les invito a la lectura compulsiva de números antiguos de Mondo Brutto, disponibles en la red gracias al escáner de Frunobulax.
Los pueden descargar en esta página. Casi veinte números, nada menos.
Luego, acudan a sus tiendas y compren los de años subsiguientes, porque toda persona de bien debe leer Mondo Brutto.
Bola extra: Que yo sea colaborador de Mondo Brutto desde hace un lustro, no es impedimento para decir abiertamente que ninguna otra revista me ofrece tanto como lector. Insisto: ya tienen lectura de verano. Zapeen a gusto entre los ejemplares.
Como sabe William Burroughs, no hay forma de evitarlo: «hablar es mentir; vivir es colaborar«. Sólo podemos salir tal y como hemos entrado. Con el posmodernismo, igual que con las drogas y la pornografía, la única manera de llegar a alguna parte es sumergirte lo más posible, tan inconsciente y abyectamente como sea posible, y luego sentarte y disfrutarlo. Un chute detrás de otro, una compra detrás de otra, un orgasmo detrás de otro; no hay final para la acumulación: «la hora solitaria de la ‘ultima instancia’ no llega nunca» (Althusser). Todo lo que podemos hacer con las imágenes es apropiárnoslas, distorsionarlas, volverlas contra sí mismas.
Todo lo que podemos hacer es tomarlas prestadas y agotarlas: gastar lo que no hemos ganado, y lo que ni siquiera poseemos. Esta es mi definición de cultura postmoderna, pero también es la definición que hace [el banco] Citybank de economía saludable, la definición que hace Jacques Lacan del amor, y la definición que hace J. G. Ballard de la vida en las ruinas postindustriales.
Steven Shapiro, en 1997,
en su rotundo Doom Patrols.
(pueden leerlo íntegro aquí)
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La cita es en homenaje a la exposición «J. G. Ballard: Autopsia del nuevo milenio», actualmente en el CCCB, comisariada por el gran Jordi Costa. Veanle aquí:
Las obras cuya pretensión es querer hacerte famoso, nunca te harán famoso. La fama es un derivado de hacer otra cosa. No vas al restaurante a comer un menú porque quieres soltar un cagarro.
Yo como usuario quiero adquirir un producto: un ser humano. Pretendo acceder a un sujeto con fines lúbricos, para lo que entiendo que es necesario un proceso de adquisición. Ese producto se diferencia del de rastrillo en que el del rastrillo carece de psique.
El proceso de adquisición es un producto de tres discursos que confluyen: psicología social, psicoanálisis y psiquiatría. Al adquirir ese producto y en un primer momento de aproximación, mi manera de entenderlo está dominada por la psicología social, condicionado por referentes culturales estéticos.
Mi aproximación sucede con una red debajo que funciona como conjunto de criterios como, por ejemplo, que las pijas valen la pena y las tontas no y así hasta un montón de criterios.
Los criterios de psicología social son muy espontáneos, su discurso es el más optimista. El proceso de adquisición tiene una segunda fase. Cuando decido que el producto realmente me interesa, doy un salto de la psicología social y simulo que existe un factor individual, irreductivo, que está por encima de los rasgos colectivos, saltando de la psicología social a la psicología propiamente dicha. Pero es un error, un salto sin red.
Después de un estado de enamoramiento damos un tercer paso, a un momento psiquiátrico, que da lugar a un momento más conflictivo, donde se descubren los defectos de fábrica. Entonces descubrimos cuán equivocados estábamos respecto a ese producto.
Uah. La noticia me ha pegado en el plexo solar. Donde duele. Me ha puesto el corazón chiquito. Me ha llenado de pena.
Sergio ha muerto.
Sergio Algora, el cantante de El Niño Gusano, de Muy Poca Gente, de La Costa Brava. El poeta. El hombre de los quemadillos tras la barra del Sopa de Letras. El de la cuidada elección de discos. El que siempre tenía una frase memorable en cada conversación. El titán que, sin saberlo, acarreaba el potencial eléctrico de toda Zaragoza. Si algo estaba a punto de explotar, siempre estaba cerca de Algora. Todos los que tenían inquietudes pasaban más tarde o más temprano por su lado, en otra conversación de frase memorable, en otra cerveza accidental en su novísimo bar, el Bar Bacharach. Algora era como el centro gravitatorio de lo que vendría, o lo que intentaría venir pero no llegaría nunca, o lo que deseas y estás a punto de alcanzar con la punta de los dedos.
Ha muerto Sergio. Y con él sólo he tenido conversaciones accidentales, excepto una larga, en casa de amigos comunes, siempre escuchándole el siguiente chiste, porque la poesía, lo relevante y el humor van siempre, siempre, de la mano.
No sé describir lo grande que ha sido la sombra de este enorme secundario de las vidas de todos los habitantes de una ciudad, de este protagonista de algunos de los proyectos que más hondo me calaron. De este coloso que impregnaba incluso a quienes no conocía.
Sólo sé acudir a mi copia de su poemario Paulus e Irene, y transcribir esta dedicatoria que me escribió a distancia:
Bueno, compañeros
El pretexto funciona
La coartada es casi perfecta
Y el vino es casi bueno.
Bola extra:
Como indica Bambino, es el momento de escuchar con detalle la canción «El rey ha muerto» de El Niño Gusano.
Ciertamente, se cumplieron todos los deseos menos uno.
Ciertamente, los muñecos de nieve vienen a vernos, y nos dan su frío. Ciertamente, es el más triste final del cuento.
Mientras en España nos hartamos a series de vecinos en los que uno es marica, otro es un caradura, otro habla raro, y hay una vecina metomentodo que habla a gritos…
…y sólo se escapa Muchachada Nui (y gracias)…
…este programa Producido en Venezuela y Animado en Argentina pone el listón muy, muy arriba, y a ver quién se lo salta.
Nada Que Ver. Dirigido por Juan Andrés Ravell y Oswaldo Graziani. Un programa que se anunciaba con el eslogan «A alguien van a echar por esto«. Y han tardado tres entregas en recibir palos, porque es material peligroso.
Diversión remezclada en lo que ellos, como de pasada, llaman Medley Television.
Coges «lo mejor de», lo agitas un poco, le pones un trapo en el cuello y le prendes fuego.
Vean aquí abajo las dos primeras entregas. Busquen un asiento cómodo.
El blog de Joan Navarro Badía, director de la filial española de la editorial Glenat, abunda en páginas de cómic del pasado y en la afición enciclopédica, de detalle, del autor.
Además de cómic español y europeo, Navarro también incluye portadas y merchandising de cómic del Japón, ese país en el que Gregorio Sánchez, alias Chiquito de la Calzada, pasó años siendo palmero de un grupo flamenco.
En las entradas más recientes del blog, y uniendo lo mentado, he encontrado estos tres detalles:
Oh.
The FISTR. The JANDER. The JANDEMOR.
¿Pretende Joan Navarro hacer una broma? ¿O sus traducciones son, cuanto menos, fonéticas?
De ser así, esa forma de hablar de Chiquito es herencia de su estancia en Japón.
Acutalización: Mauro Entrialgo, en el privado, confirma que en hiragana no pone nada parecido. Joan Navarro también tiene sus momentos de asueto, y la carcajada no nos la quita nadie.
1) Alejense del TDT. No, en serio. Cuatro segundos son un mundo en las retransmisiones en directo. Un mundo. Las personas que veían los partidos a través de TDT oían por la ventana a los vecinos gritar gol cuando el lateral aún estaba preparando el pase. El directo y el descodificador no se mezclan bien. Tanto vender las bondades del digital y encontrarte con esto. Para hacérselo tragar a los impulsores. Aparato por aparato.
2) Qué alegría da ver cómo celebran las cosas en Cáceres. Los cacereños de fiesta son unos colosos. Las celebraciones deportivas en Madrid o Barcelona o Valencia son habituales. Pero Cáceres… ¿qué celebra Cáceres? Sin equipo de éxito… Y sin embargo, en el telediario eran la escala patrón de la diversión, así, con apenas cuatro segundos en antena. ¿Cómo podemos permitir que los grandes de la celebración no celebren? Hay que repetirlo como sea. O plantar un equipo campeón allí. Tenemos que aprender a celebrar. Que tenemos prestigio fuera como señores de la fiesta (la prensa internacional ha cubierto el tema con admiración), pero hay diferencias. Denle cancha a los buenos. Cáceres son los líderes del celebrar en la calle. No podemos dejar ese activo de brazos cruzados.
3) La autoorganización por sms está sobrevalorada. La gente en Barcelona tomó las calles con las banderas al aire ocupando todas las avenidas, sorteando las furgonetas de policía que cortaban el camino hacia el aparcamiento en los lugares céntricos. No había un lugar de reunión prefijado, así que los que iban en coche se fueron a Plaza de España, mientras los peatones y los motociclistas se apiñaban en las Ramblas. En la reunión céntrica, la de la fuente de Canaletas, mientras los turistas sacaban fotos, comprobaba con asombro que se puede ligar repetidamente con una bandera atada al cuello. Al menos, uno de los asistentes lo hacía con una facilidad pasmosa.
(Nota al margen sobre la celebración barcelonesa: el lunes siguiente, la televisión autonómica catalana dedicaba toda una sección del programa de sobremesa «el club» a dilucidar si celebrar los éxitos de la selección nacional entraba o no en el canon de catalanidad, sea lo que eso significa. No se sorprendan; su voluntad de establecer el canon les ha llevado en el pasado a hacer cosas tan asombrosas como machacar por antena que los ciudadanos llaman a la basura de una forma inapropiada. Porque las formas de hablar, para algunas mentes privilegiadas, no son cosa de la gente. El rebaño está para ser guiado.)
Las caras de la gente eran muy extrañas, porque los que estuvieron en Plaza de España quisieron estar en Canaletas y viceversa. El poder de los sms entra en conflicto con la imposibilidad de aparcar. Hace falta organización.
4) Es asombroso lo comedido que ha estado el personal, teniendo un finalista que se llamaba Mertesacker, a un palmo del metesaca. También es admirable que el portero Alemán se llamara Lehman, invitándonos a tener un portero apellidado «Pañol». En otro orden de cosas, el chaval que se puso a cantar «yo soy español» al ritmo del kalinka en homenaje a la semifinal con Rusia, ha metido un gol de campeonato. A los españoles nos gusta meter siempre un guiño extranjero al hablar de lo nuestro, por los conflictos autonómicos. Al fin y al cabo, el propio himno de España es importado. Aunque para corear siempre ha sido mejor el Que Viva España de Manolo Escobar, que, lo crean o no, lo conocen en todo el mundo. Pero todo. Música y letra. Hagan la prueba.
5) Por encima de todo lo anterior: qué grande el ejemplo del entrenador Luis Aragonés. Un hombre al que han intentado hundir mediante el acoso y derribo por tinta y ondas. Un hombre al que le sometieron a un interrogatorio de una hora en televisión en directo para plantearle una única pregunta: cómo tiene usted la desvergüenza de no llevar a la selección al delantero estrella del equipo de la capital. Curiosamente, el programa se llamaba «tengo una pregunta para usted», y efectivamente, sólo hubo una, reformulada cien veces.
Aragonés es un símbolo accidental de la rebeldía, pero símbolo al fin y al cabo. Ahí sus narices. Tuvo a todos contra él. O mejor dicho, tuvo a todos los que se consideran que representan a todos, contra él. Y ganó. Ganó como lo quieren las películas de Hollywood y las biopics de lujo. Llenando un plano final, echándose las manos a los bolsillos y dirigiéndose al vestuario, dejando en el campo a los chavales abrazándose. La victoria patria y el orgullo nacional y el triunfo de un tipo de futbol que retoma las ganas de verlo -porque yo lo abandoné en la era del cerocerismo, que sigue con una salud envidiable-, me son menos interesantes que ese señor canoso de gafas, al que llaman zapatones, que abandona la selección porque a sus enemigos no se les puede ganar todo el tiempo. Ya saben que la diferencia entre los finales felices y los finales tristes es sólo una cuestión del momento en el que paras la cinta. Esta película temina cuando Aragonés marcha al vestuario. Es un final colosal, de gran pantalla, de tozudez contestataria que lleva a la leyenda. Bravo por él.
Grandes complementos: el orgullo y el patrioterismo han sido excelentemente separados en esta entrada de Dr. Zito. Allí les dirijo.
Por si les apetece ver qué es lo que le falta a la prensa deportiva española, tienen un ejemplo precioso en esta hilarante selección de «lo mejor de la eurocopa» del diario The Guardian. Incluye sms enviados por accidente, los uniformes de los entrenadores (incluida una alusión a los míticos sobacos de Camacho de 2002), titulares con juegos de palabras chungos, y un error en la retransmisión que incluyó el himno alemán de la época nazi, que lleva medio siglo prohibido en su país. Un informe excelente. Léanlo aquí.
Actualización: Queco, en su Página 36, ha hecho ya el guión de la biopic. Es buenísimo. Léanlo aquí.
Actualización 2: Abundando en lo que decimos de que los españoles gustamos de cantar nuestra identidad usando canciones extranjeras, Absence me recuerda en el privado que Que Viva España es -tenía que serlo- una canción belga:
«Corría el año 1972, Christina Bervoets tenía 24 años y una prometedora carrera musical bajo el nombre artístico de “Samantha”. Cierto día su productor le ofreció la oportunidad de grabar un nuevo tema, con una simplona pero pegadiza melodía, que se titularía “Eviva España”. La canción había sido encargada al compositor Leo Caerts, un belga cuyo destino vacacional solía ser la soleada costa española. Todos pensaban que sería un auténtico bombazo… y lo fue, en tan solo un año el tema vendió 127.000 discos en Bélgica y 475.000 en el resto del mundo. Se escribió una versión en español del tema a través de Manuel De Gómez, un empleado de la embajada española en Bruselas y Samantha fue invitada a viajar a Madrid y Barcelona para actuar en varios actos y programas de televisión.
Un buen día de 1973 esta canción llego a manos de Manolo Escobar, por entonces el artista que más discos vendía y más películas rodaba. El resto ya lo conocemos, “Eviva España” pasó a titularse “Y viva España” y con el tiempo el tema se ha considerado como uno de los “himnos” más importantes y cantados de este país. Las cifras de ventas han alcanzado los más de 40 millones de discos en todo el mundo.»