Hace mucho, mucho tiempo, unos chavales escuchaban, seguramente drogados, el célebre disco «The Dark Side of the Moon» de Pink Floyd. Bueno, en realidad, escucharlo drogados lo hacía bastante gente. Pero estos chicos en particular pusieron el disco mientras en la televisión aparecía la película El Mago de Oz. Uno del grupo se dio cuenta de que el disco y la película encajaban, y así nació un mito bastardo que se conserva hasta nuestros días, y que un alma generosa ha colgado en internet ahorrándonos la molestia de cuadrar el momento en el que debe caer la aguja sobre el vinilo.
Con ustedes, un clásico de las sincronías aumentadas por la química recreativa:
Hace año y pico hablamos en este rincón del «Para hacer bien el amor hay que venir al sur» de Raffaella Carrá, de sus múltiples versiones y su impagable videoclip. Todo ello, en este post: «Raffaella y la tijera».
La canción sonaba de nuevo en un bar, y esta vez lo que me paró fue la primera frase de la canción: «Por si acaso se acaba el mundo».
Me quedé parado, claro, porque tenía bien reciente ese descubrimiento de la canción del verano del apocalipsis, en particular el «Vamos a la playa» de Righeira. Todo ello, en este otro post: «bailando al ritmo del desastre».
Que cantemos con Rafaella alegremente ese canto al sentimiento del fin inminente de los tiempos, me ha puesto en alerta. ¿Cuántos temas más hay? Ahora escucho las radiofórmulas de época mascando las frases un poco más lento.
Lo curioso de la Rafaella apocalíptica es que marca las diferencias con Righeira. Ambos italianos, y ambos música de baile, pero es la Carrá la que encarna el eslogan mismo de «si se acaba el mundo, que me quiten lo bailao». Y para muestra, vean esta imagen:
La imagen entronca con el apocalipsis moderno, que toma la forma de calentamiento global. Con el mismo mensaje: que le quiten lo bailao. Pero con el celtiberísimo mensaje de «mira cuantos hombres pone Agip a tu disposición». Pues lo que se disponga, oiga. Por si acaso se acaba el mundo.
Bola extra: Melodías Pizarras es un programa de radio que se emite en RNE y que es de lo mejorcito de las ondas españolas, por singular y por acertado.
Ya casi nadie se acuerda, pero hubo un tiempo en el que en España la canción del verano fue contestataria. Antes que todos nos convenciéramos de que los temazos de agosto trataran sobre las barbacoas y los bichitos, durante un corto periodo la canción del verano fue un canto a la frustración y al (inminente: recuerden Reagan-Thatcher) apocalipsis. Era el fin del mundo, pero nos sentíamos bien.
Los bastiones principales del hit veraniego inquietante fueron el dúo italiano Righeira (Stefano Rota y Stefano Righi), cuya página web oficial muestra un impecable teletexto.
Los dos éxitos fundamentales de Righeria:
1) un retrato de lugares idílicos en las azoteas de las ciudades donde los modernos disfrutaban del lujo, rematado con el demoledor estribillo
Yo quisiera estar ahí
mas
no tengo dinero
2) un viaje a la costa en un mundo radiactivo donde, una vez desaparecidos los peces, solo quedaba agua fluorescente.
Aquí pueden ver los vídeos de estos dos temazos.
Fijense particularmente en la coreografía de Vamos a la Playa, que contra todo pronóstico se ha mantenido fresca y molona. Cantándole al reloj de pulsera (como ya hicieron antes Dick Tracy y luego Chiquito de la Calzada), practicando el célebre latigazo ochentero, y llevando la simplicidad al extremo mediante el congelado alternativo de los movimientos.
Les pongo un video extra al final para degustar más si cabe la simplicidad abrumadora del baile.
Hemos vuelto a Righeira en un ramalazo del Focoforo
que se está tornando un lugar fetén para las conversaciones del moderneo.
Mientras este blog se toma un paréntesis veraniego, les dejo un buen montón de lectura moderna, divertida y provechosa:
“El Mondo Brutto ha sido (y es) toda una institución cuya influencia contagia los más diversos ámbitos de la cultura popular de nuestro país. Irreverentes, estilosos, subversivos cronistas y obsesivos exegetas de la cultura trash, nadie puede negar lo merecido del estatus que gozan”.
Mondo Brutto viene siendo en los últimos años el principal referente de la cultura alternativa en España. Pero MB es mucho más que eso: sus autores han sido capaces de crear no sólo un verdadero estilo literario, sino una forma tan inteligente como insólita de mirar la sociedad y el mundo que los/nos rodea, con aportaciones tan fundamentales como la difusión del concepto de lo “bizarro” (en el sentido anglosajón de bizarre, o sea, raro, estrafalario), una palabra extendida hoy entre la gente progre y snob (cabe sospechar que para irritación de los propios redactores de MB).
Con estas citas introductorias, les invito a la lectura compulsiva de números antiguos de Mondo Brutto, disponibles en la red gracias al escáner de Frunobulax.
Los pueden descargar en esta página. Casi veinte números, nada menos.
Luego, acudan a sus tiendas y compren los de años subsiguientes, porque toda persona de bien debe leer Mondo Brutto.
Bola extra: Que yo sea colaborador de Mondo Brutto desde hace un lustro, no es impedimento para decir abiertamente que ninguna otra revista me ofrece tanto como lector. Insisto: ya tienen lectura de verano. Zapeen a gusto entre los ejemplares.
Uah. La noticia me ha pegado en el plexo solar. Donde duele. Me ha puesto el corazón chiquito. Me ha llenado de pena.
Sergio ha muerto.
Sergio Algora, el cantante de El Niño Gusano, de Muy Poca Gente, de La Costa Brava. El poeta. El hombre de los quemadillos tras la barra del Sopa de Letras. El de la cuidada elección de discos. El que siempre tenía una frase memorable en cada conversación. El titán que, sin saberlo, acarreaba el potencial eléctrico de toda Zaragoza. Si algo estaba a punto de explotar, siempre estaba cerca de Algora. Todos los que tenían inquietudes pasaban más tarde o más temprano por su lado, en otra conversación de frase memorable, en otra cerveza accidental en su novísimo bar, el Bar Bacharach. Algora era como el centro gravitatorio de lo que vendría, o lo que intentaría venir pero no llegaría nunca, o lo que deseas y estás a punto de alcanzar con la punta de los dedos.
Ha muerto Sergio. Y con él sólo he tenido conversaciones accidentales, excepto una larga, en casa de amigos comunes, siempre escuchándole el siguiente chiste, porque la poesía, lo relevante y el humor van siempre, siempre, de la mano.
No sé describir lo grande que ha sido la sombra de este enorme secundario de las vidas de todos los habitantes de una ciudad, de este protagonista de algunos de los proyectos que más hondo me calaron. De este coloso que impregnaba incluso a quienes no conocía.
Sólo sé acudir a mi copia de su poemario Paulus e Irene, y transcribir esta dedicatoria que me escribió a distancia:
Bueno, compañeros
El pretexto funciona
La coartada es casi perfecta
Y el vino es casi bueno.
Bola extra:
Como indica Bambino, es el momento de escuchar con detalle la canción «El rey ha muerto» de El Niño Gusano.
Ciertamente, se cumplieron todos los deseos menos uno.
Ciertamente, los muñecos de nieve vienen a vernos, y nos dan su frío. Ciertamente, es el más triste final del cuento.