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post Lecturas necesarias: La economía no existe

Lunes, 1 de junio de 2009

Raul Sensato a eso de las 8:03 am

La economia no existe, de Antonio Baños

No se imaginan cuánto he disfrutado la lectura «La Economía no existe», de Antonio Baños. Es un libro de economía que no juega al misterio y al «ustedes no saben y nosotros si y déjenlo en nuestras manos» que tanto se da en la literatura económica.

De hecho, se puede decir que no es un libro económico, porque se entiende, porque se aprende un montón, y porque la lectura es una delicia. Es otro tipo de libro: de los que forman, informan y divierten. Un libro magnífico.

Cuando les conduzco a que se pasen por su librería cercana para distribuir entre sus amigos piezas como esta, lo habitual es poner un extracto. Aquí abajo les pongo uno, que explica que la economía se basa esencialmente en el hambre. Y que explica muchos, muchos procesos que siguen vivos hoy en día. (He puesto un par de negritas, para la gente con prisa):

Una de las más interesantes líneas que permiten rastrear el origen y el desarrollo de la «idea económica» y de su prosperidad está, ¡oh, paradoja!, en el estudio de los pobres. (…)

Durante buena  parte de la Edad Media se entendía que hubiese ricos y poderosos, de la misma manera que había pobres y lisiados. Era el orden divino. Respecto a esas dos clases de seres, la teología parecía respetar a los primeros y alabar a los segundos acercándolos a los cielos. El pobre, si no santo, estaba más cerca de la santidad. (…) Los pobres servían para que los demás pudiesen ejercer la virtud de la caridad. (…)

En el siglo XIV, ya se sabe: la peste negra.(…)Y ahí apareció, ¡zas!, por primera vez una situación que nos acompañará hasta hoy: los conflictos entre ricos y pobres. La imagen del pobre sumiso, bendecido y sentado a la puerta de la parroquia fue reemplazada por la del superviviente que va de un lado a otro, incontrolable, y que ha descubierto el valor de sus brazos.

Y así nace la pobreza como «problema». Como un problema de orden público. Si los pobres se mueven libremente, pueden reunirse, crear revueltas, presionar a los señores. Al igual que ocurre hoy con las pateras que nos llegan de África, la preocupación de los señores no era la pobreza, sino la «movilidad del pobre».

Cuando llegamos al siglo XVI, la pobreza ha cambiado del todo su estatus. El cada vez más fuerte Estado debía hacerse cargo de que la gente estuviese en su sitio. Y la mejor manera de conseguirlo fue mediante otra magnífica invención: el empleo asalariado.

En esa época, la pobreza se convirtió en un asunto tratado en libros y debates entre intelectuales. Luis Vives, el célebre humanista valenciano, publicó con increíble éxito su Tratado del socorro de los pobres. En él se plantea la creación de unas «casa de Caridad» donde acoger (fijar, inmovilizar, controlar) a esa población cuyos pies traen tantos problemas.

Nacen entonces dos conceptos básicos: primero, el de la responsabilidad social del pobre. Y, segundo, la obligatoriedad del trabajo.(…)

El primer paso de esa «revolución de los ricos contra los pobres», como resume magistralmente Karl Polanyi, ya se había dado. Pero pronto se descubrió que había un medio más sofisticado para tener bajo control a la levantisca población. Algo más eficaz que los latigazos o las amputaciones por mendicidad: el hambre.

Joseph Townsend, un grandísimo hijo de puta y clérigo del siglo XVIII (que saldrá más en este libro porque un buen supervillano es fundamental para cualquier historia), aconsejó en su Dissertation on the Poor Laws: «El hambre domesticará a los animales más feroces, enseñará a los más perversos la decencia y la civilidad, la obediencia y la sujeción. En general, únicamente el hambre puede espolear y aguijonear [a los pobres] y obligarlos a trabajar».

¡Qué tío tan capitalista! Perversamente genial.

Y ahora una frase de Thomas Carlyle que prefigura el genocidio econocrático de los siglos xix y el xx: «Si se les hace la vida imposible, necesariamente se reducirá el número de mendigos: un método aún más rápido es el arsénico, incluso podía resultar más suave si estuviera permitido». ¿Quién dice que los nazis inventaron algo nuevo?

¡Magnífico! La cosa marcha. ¿Y cómo consiguieron los ricos generar la suficiente hambre a la vez que convencían a sus súbditos de que se pusiesen a trabajar? Pues poniendo puertas al campo. Esta vez en sentido literal.(…)

Los cercados, dichas enclosures, acabaron con estas tierras «de reserva» para convertirlas en pastos para las ovejas que sustentaban las crecientes exportaciones de lana inglesa.

Para la corona (impuestos), para los comerciantes (divisas) y para los señores (imperio) era mucho más interesante mantener vivas a las ovejas que a los campesinos. (No sé por qué, pero me da que esta afirmación no os habrá sorprendido.)

Los cercados obligaron a muchos jornaleros, que habían subsistido gracias a las tierras ahora valladas, a desplazarse a las ciudades. Allí se enteraron de que la reina Isabel I, esa que sale tan bien en las películas, había dictado la Poors Law de 1601. (…) Todo pobre que fuese útil (en la ley inglesa de 1576 se recogía ya una distinción: se habla de los pobres inútiles y de los able-bodied poors, los físicamente útiles) tenía que «encomendarse» a la workhouse de la parroquia donde estuviese registrado. Allí se les obligaba a trabajar a cambio de un salario de subsistencia. Así que, mientras los señores comerciaban con lana y la nación se enriquecía, crecía de manera nunca vista el número de pobres. (…) si no hay muchos pobres no se puede generar suficiente riqueza.(…) El ejército de reserva de trabajadores, del que hablará Engels más tarde, se recluta con un gran contingente de hambre y represión.

El libro lo publica Los libros del lince.

Clasificado como: contestatarios,filosofia,libros

post Notas sobre Extraterrestre

Martes, 27 de marzo de 2012

Raul Sensato a eso de las 9:29 am

Cuando aún no conocía a Nacho Vigalondo, redacté en este sitio un comentario entusiasta sobre Los Cronocrímenes por tripa y por sintonia y por sinergia, como todo lo que se hace en este rincón. Porque ponía el dedo en lugares donde lo cegador era la paradoja. Luego resultó que esa cinta por una parte mancharía múltiples cosas con su influencia -entre ellas, mi serie de tv favorita- y resultó por otra que terminaría desayunando con Nacho y viajando a diferentes ciudades para gritarle a una pantalla. Esa primera parte sigue siendo la de la admiración; la de la segunda es ya la de la amistad. Cabe pensar que ambas me desautorizan para hablar de su ultima pelicula. Y más aún cuando mi nombre aparece en los agradecimientos sin que yo haya colaborado en nada, al menos conscientemente. Pero su extraterrestre me ha vuelto a tocar la fibra por las bravas, así que estas notas son un ejercicio de liberación.

Vamos a destripar la trama, así que doy por hecho que ya la han visto. Si no, les espero a la vuelta.

Empezaremos el recorrido con un resumen de la cinta que hace el propio Vigalondo en esta entrevista:

La película va sobre un hombre que cree que es protagonista pero en realidad es secundario. Es la tragedia entre comillas que sobrevuela toda la película. Una cosa muy evidente desde el comienzo es que el auténtico protagonista de esta película debería haber sido Raúl Cimas. De hecho, es el que vive la aventura buena. Lo que pasa es que mientras él está salvando el mundo nos hemos quedado en el piso mientras su novia se la está pegando con otro.

Es decir, es una película de acción donde el objetivo se centra en un lateral de la aventura. Como una cámara que se queda encendida en el hogar del héroe mientras éste tiene todos los sentidos puestos en enderezar el entuerto. Don Quijote narrada desde la habitación de su sobrina, con los regresos del caballero en directo pero sus desventuras en elipsis; o La Biblia contada desde el portal de Lázaro, que es mucho más complejo que poner a Brian teniendo una vida completamente paralela. Sobre esa directriz se han formulado los comentarios a Extraterrestre que he leído. Dilucidar si bajo esa premisa Nacho logra divertir, entretener, formar, informar, satisfacer o firmar con una rúbrica personal ese trazar la aventura (-desliz) en los contornos de la aventura (-hazaña). A mi me ciega más otro punto, de nuevo totalmente personal, y de nuevo -se ve que es una costumbre en las cintas de Vigalondo- con aspecto de paradoja.

La historia solo tiene cinco personajes: el prota Villagrán, la chica Jenner, el aguantavelas Areces, el novio Cimas y el televisivo Noguera, el hombre del exterior, indicador del mundo más allá. De todos descubriremos más o menos una motivación existencial, pero el personaje que calza Michelle Jenner es un enigma que no se resuelve. ¿Qué quiere? ¿Qué quiere en la vida? ¿Qué le haría ilusión? ¿Cuál sería el escalón que percibe como el superior al actual, cómo desea progresar? La chica de Vigalondo es un enigma pese a que es el centro gravitatorio. Como en esos cuadros de Escher donde precisamente el centro es lo irresoluble. Mi paradoja, puramente personal, de puro tocar fibra, es ¿Por qué yo necesito salir del cine para darme cuenta? ¿Por qué Julia puede ser un puro contorno, como la propia invasión de los extraterrestres?

Igual que mi comentario a Cronocrímenes partía de una intervención de Jordi Costa, en este caso lo que ha saltado la chispa es un párrafo que Noel Ceballos escribió en el panegírico multifirma publicado en JotDown:

«Hay una pared, no por metafórica menos eterna, contra la que lo masculino está destinada a colisionar. Una y otra vez. Siempre. A veces adquiere la forma de deseo perverso (unos prismáticos y unas tijeras), otras se transmuta en épica de la renuncia (un platillo volante sobre Madrid), otras en desviaciones sentimentales de la cultura pop (secuelas chanantes), otras en una incapacidad casi congénita para hacerse entender ante el ser amado (explosivos a las 7.35 AM, Marisa mutante, domingo de invasión).» 

Noel valora extraterrestre como «épica de la renuncia», y tampoco estoy de acuerdo con su inclusión de los chanantes, pero sí que me da una clave para entender a Julia, o mejor dicho, entender por qué Julia puede ser un vacío. Permítanme renombrar los personajes. Al Personaje de Raúl Cimas le llamaré Batman. Al de Carlos Areces, le llamaré Robin. Al de Michelle Jenner lo llamaré La Novia de Batman. Al de Miguel Noguera lo llamaré Hilario Pino, o Matias Prats, o Baudrillard, esos hombres que manejan lo real y lo hiperreal y que intuyen aquello de «solo existe lo que sale por la tele». Y al de Julián Villagrán lo llamaré Albert Monteys, el historietista que está preparando un tebeo que se titula «Ser un hombre, cómo y por qué«. A estas alturas la paradoja lo es un poco menos, pero no puedo dejar el texto aquí.

Extraterrestre es el reverso costumbrista de El Club de la Lucha. Y no es una cuestión técnica ni formal, sino de época. Digo El Club de la Lucha porque es donde mejor se enunció el cimiento de nuestro tiempo: «somos los hijos medianos de la historia; nos educaron diciendo que podíamos ser millonarios o estrellas de rock y ahora nos damos cuenta de que no es así». Toda definición de ser un buen hombre ha quedado extinta y somos necesariamente los secundarios de la película.

El ciudadano moderno está siempre lejos de la acción, asolado por las macroeconomías que nadie entiende y que nadie controla, donde el ganador es el que se mantiene a flote mientras todo lo demás se hunde. El ciudadano moderno es secundario, es contingente al presidente-personalidad-héroe. Nacho Vigalondo dibuja al personaje principal confrontándolo con un único valor de masculinidad, donde ser muy hombre y ser un hombre y ser hombre se equilibran y se relacionan. El hombre es Batman-Cimas, y sobre él se referencia lo demás. Sobre él se calibra Areces-Robin, por motivación personal, y Villagrán-Monteys por feliz casualidad.

¿Qué es ser un hombre en Extraterrestre? O lo dan tus acciones, con ese acudir a la aventura, o te lo valida la novia del héroe, que concede con su varita mágica el ser tan héroe como el héroe (o incluso más, en el breve intervalo del coito). La masculinidad de Villagrán, que es la de Nacho y es la de todos, empieza así a retratarse a lo largo de la cinta. Y desvela así el enigma Jenner. La chica te quiere pero te quiere un poco: no deja al héroe, sólo lo abandona momentáneamente porque también el caviar cansa a diario. En ningún momento plantea abandondar a Batman para tomar a Monteys, el hombre que busca cómo ser un hombre. Y por eso no puede tener contenido: porque el mayor logro del protagonista -y de nosotros, que somos Villagrán con él- es que la chica le quiera a su lado una vez más, sin más motivo aparente que la misteriosa alquimia del me gustas. Jenner no puede tener objetivos porque no se puede explicar razonablemente ese momento en el que podemos sustituir a Batman DOS veces, que es la verdadera suspensión of incredulidad de la película, por encima de un platillo volador sobre Madrid.

La frustración de Robin al ver cómo un mindundi -Villagrán, nosotros- le ha quitado su posición para ser El Hombre, para ser Califa en lugar del Califa, para adquirir la masculinidad por constancia junto al hombre-de-verdad. Estar junto a Batman no es el camino a ser un hombre, sino la metadona. En suma, Villagrán no renuncia a Michelle: cede la masculinidad a Batman, asume y retoma su posición en la silenciosa jerarquía de las cosas.

En estos tiempos en los que nos sabemos con dados trucados, donde no podemos agarrar riendas y nos sentimos secundarios, esta es la nueva épica: la del hombre que asume vitalmente las cartas marcadas y sigue jugando. Donde lo que lo hace avanzar todo es el misterio de una nave que no baja porque no puede hacer nada -como el Dios de la Tournée de Jardiel- o el misterio de una mujer que se mantiene firme en su secreto porque dilucida el misterio del hombre. La épica de la existencia media, que tiene sus momentos fulgurantes por capricho o por accidente.

post Elijan libertad o economía

Miércoles, 20 de enero de 2010

Raul Sensato a eso de las 11:17 am

Por eso la China actual es tan inquietante: el capitalismo, siempre, pareció estar inextricablemente vinculado a la democracia. Frente a la explosión capitalista en la República Popular, muchos analistas siguen suponiendo que la democracia política terminará por afirmarse allí.

Pero… ¿qué pasa si este tipo de capitalismo autoritario se demuestra más eficiente, más capaz de producir ganancias que nuestro capitalismo liberal? ¿Y si la democracia ya no es más el acompañamiento necesario y natural del desarrollo económico, sino su impedimento?

Slavoj Zizek pone en su sitio la tensión sobre las libertades, que está sometida bajo el juicio de «lo mejor para la economía».

Se puede afirmar que la economía no existe, pero simultáneamente es -como la religión- una ficción que guarda en sí la directriz, imparable, de la sumisión. Tendrán que ir eligiendo bando.

Texto original en inglés / texto traducido al español

Vía Alvy Singer

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post Un chute de valor añadido

Jueves, 17 de septiembre de 2009

Raul Sensato a eso de las 9:24 am

Esencial: lean

La mitología del valor añadido llevada hasta cierto extremo muestra la asombrosa facilidad que tiene todo lo económico para convertirse en grotesco. El valor añadido es un término descriptivo (esto tiene mucho, esto poco) que se ha convertido en un término ético. Los productos con mucho valor añadido parecen ser las croquetas de jamón en ese mundo de croquetas congeladas que llamamos economía.

Sin embargo, el que sea añadido o intrínseco no delata, no debería condicionar, la utilidad real del producto. Pensemos en una manzana. Parece ser que una manzana  (a pesar de su alto valor simbólico entre los cristianos) no es un producto con un gran valor añadido entre los economianos. Al fin y al cabo, según explican los técnicos del ramo, una vez plantado el árbol o fábrica de manzanas, sólo se trata de lograr que sobrevivan, recogerlas y trasladarlas. Puro Neolítico.

Pero resulta que, por azar, tanto las autoridades sanitarias como el ciclo de la moda se han puesto de acuerdo en recomendar, exigir bajo riesgo de exclusión social el consumo de abundantes piezas de fruta, manzanas entre ellas.

Lo lógico sería que la gente, siempre obediente, comiese más manzanas. Pero no. Eso puede ser una afirmación lógica e incluso beneficiosa en el mundo real, en el plano filosófico e incluso desde el punto de vista de las encías o el colon, pero no lo es para un economista.

La manzana tiene poco valor añadido y eso, en economía, es como si tuviese gusanos.

Por eso, los economistas y los economistas caros (esto es, los publicistas) decidieron que si era inevitable que la gente comiese manzanas en lugar de donuts, al menos debían quitarle la mugre: ofrecer valor añadido. Y aquí empieza la metáfora, paradoja o parida. Veamos.

Solán de Cabras saca al mercado un producto: Fruta Esencial. Según declara Dolores Medio, responsable del producto, a la revista Anuncios: «Fruta Esencial es una monodosis de fruta que proporciona una equivalencia del ciento por ciento con la fruta fresca. Contiene todo lo que tiene una fruta y sólo lo que tiene una fruta».

El envase de Esencial de manzana tiene, más o menos, el tamaño de una manzana y la forma de una manzana, o sea que, si no me equivoco, ocupa el mismo espacio que una manzana monodósica, una apple classic o, como dirían las abuelas, manzana del árbol.

El gusto es más o menos como el de una manzana (contiene un 80 por ciento de fruta, con lo que la empresa puede externalizar un 20 por ciento de manzana para otros usos) y el precio es, más o menos, como el de una caja de manzanas.

Nada en el razonable mundo de las decisiones económicas, en ese mundo que despide trabajadores por exceso de coste y mantiene en la miseria a millones de agricultores, nada, digo, llevaría a una persona sensata a pagar mucho más por un sucedáneo de la manzana pudiendo comer manzanas. Sería una decisión irracional, absurda en el mundo del homo economicus.

Y sin embargo se venden. A pesar de que el susodicho producto alienta los valores contrarios a los que pueda tener un comedor de manzanas, porque para hacer el envase de plástico se necesita petróleo obtenido en países dudosamente democráticos, transporte, refrigeración y una maquinaria especializada. En el proceso de manipulación y envasado se consumen grandes cantidades de energías no renovables (luz, calefacción…) y no hay manera de garantizar el correcto reciclaje del packaging.

¿Qué puede llevar a una determinada cultura a preferir una larguísima, complicada, retorcida, tecnificada y carísima cadena de producción de sucedáneo de manzana habiendo manzanas disponibles?

El valor añadido. Fruta Esencial será menos manzana que una manzana, pero lo que te tomas, te lo aseguro, es un chute de valor añadido.

El hombre antiguo podía vivir de manzanas, pero el hombre del capitalismo tantálico necesita alimentarse de valores económicos: exclusividad, modernidad, sostenibilidad, juventud, dinamismo y… valor añadido.

Antonio Baños Boncompain,
«La Economía no existe»,
Ed. Los libros del lince, pags 165-167

Bola extra: Más sobre el libro aquí

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post Ferrer, vigente

Viernes, 19 de junio de 2009

Raul Sensato a eso de las 10:36 am

El desaparecido Vicente Ferrer

La historia oficial nos explica que la humanidad empezó a comer mejor, vivir más y más salubremente y a disponer, además, de objetos para su disfrute, de novedades y de una movilidad nunca vista. Esta fachada de éxito es genéricamente falsa (…) La abundancia material no ha acabado, paradójicamente, con la pobreza, (…) Lo único que hemos conseguido es que la escasez endémica del Antiguo Régimen se convierta en una escasez selectiva.

En el año 2006, China produjo 7.800 millones de pares de zapatos. En 2007 aumentó esa cifra y lo mismo hizo en 2008. Teniendo en cuenta que en la Tierra viven sólo 6.000 millones de posibles usuarios de calzado, hay que suponer que, ya en 2006, 1.800 millones de personas estaban en la obligación de comprarse dos pares de zapatos chinos.

extraido de La Economía no existe,
de Antonio Baños Boncompain
(los libros del lince , 2009, págs. 169-171)

Ayer murió Vicente Ferrer, y hoy los medios hablan del valor de su trabajo humanitario. Sería curioso hacer una comparativa entre apariciones por pantalla de perfiles humanitarios frente a las de videntes y astrólogos (además de en sus tertulias, telecinco emite un espacio especial cada noche). Incluso, puestos a ponernos tensos, comparar minutaje.

El humanitarismo, el pelear para que haya zapatos para todos cuando se fabrican más zapatos que personas, el luchar para que haya agua corriente en las antípodas de los lugares que amplían las autovías de dos a cuatro carriles, se parece a las manifestaciones de protesta: necesita un fallecimiento para entrar en pantalla. Curiosamente, se ensalza un bando de la pelea, pero se silencia el otro, como si Ferrer luchara contra la lluvia, como si la situación cayera del cielo. Mañana, el signo positivo es sagitario.

Clasificado como: periodismo,tv

post Tiempo, libertad y metabolismo

Miércoles, 27 de enero de 2010

Raul Sensato a eso de las 1:02 pm

Los sindicatos se batían por reducir el número de horas y aumentar los salarios y, en menor medida, controlaban las condiciones de trabajo, pero no tocaban lo que pasaba dentro del trabajo. Un sistema que ha permitido el desarrollo de la sociedad de consumo, el crecimiento económico, pero que no ha tratado la cuestión de la existencia, de la respiración.

La evaluación individualizada de la productividad crea una división en el interior de la persona. El trabajador ha sido transformado en una especie de empleador de sí mismo.

En algunos sectores, ciertamente, se le ha concedido un grado considerable de autonomía, e incluso se puede decir que es más libre. Pero lo que sucede es que una parte de sí mismo -el sujeto- va a emplear a la otra parte -el cuerpo- y le va a pedir una serie de cosas. Si los objetivos que se impone son muy elevados, el sujeto puede pedirle al cuerpo tal vez lo imposible y es así como el cuerpo va a trabajar, no sólo en la empresa, sino fuera de la empresa; por ejemplo, pidiendo al marido o a la esposa que le ayude; formándose a su propio coste.

El trabajo ha desbordado completamente su esfera para invadir la esfera de lo privado. Incluso a los trabajadores se les regala material como ordenadores, teléfonos, etcétera [para extender] su trabajo fuera del espacio de su trabajo.

Ahí es donde empieza el conflicto entre el sujeto que ordena y el cuerpo que obedece. El cuerpo pensante, que es flexible y ligero, no puede serlo más que manteniendo una cierta economía vital; si se le empuja demasiado lejos, es como una máquina a la que se le pide más de la cuenta y se rompe.

La nueva organización del trabajo ha cambiado este relato y los suicidios son el grito desesperado de los trabajadores que sucumben. El Gobierno buscó una razón para los suicidios y los atribuyó a problemas personales. Para mí son un grito de revuelta ante una situación que nos desborda y de la que no podemos escapar; el suicidio abre una brecha para poder tomar el aire, es una cuchillada, como lo fue realmente en el caso de un trabajador de France Télécom que en medio de una reunión se clavó un cuchillo en el abdomen. El que se suicida nos convoca para ver lo que los demás no vemos. Nuestra civilización no es consciente de que está produciendo muertos vivientes, zombis.

Sidi Mohamed Barkat (Tlemcen, Argelia, 1948), profesor e investigador del Departamento de Ergonomía y Ecología Humana de la Universidad de la Sorbona, en esta entrevista en El País. Las intervenciones están aquí reordenadas.

Visto en Fran Nixon

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post Los nacionalismos, explicados (1)

Lunes, 22 de junio de 2009

Raul Sensato a eso de las 12:28 pm

El siglo XIX prestó, por razones en su mayor parte políticas y sociales, una atención más aguda a la historia humana(…)

Las cosas recibieron primero una historicidad propia que las liberó de este espacio continuo que les imponía la misma cronología que a los hombres. Tanto que el hombre se encontró como despojado de lo que constituía los contenidos más manifiestos de su Historia: la naturaleza no le habla ya de la creación o del fin del mundo, de su dependencia o de su juicio próximo; no habla más que de un tiempo natural(…)

El ser humano no tiene ya historia o más bien, dado que habla, trabaja y vive, se encuentra, en su ser propio, enmarañado en historias que no le están subordinadas ni le son homogéneas. (…) el hombre que aparece a principios del siglo XIX está «deshistorizado».

[Tradicionalmente,] el hombre mismo no es histórico: el tiempo le viene de fuera de sí mismo, no se constituye como sujeto de Historia sino por la superposición de la historia de los seres, de la historia de las cosas, de la historia de las palabras. Está sometido a sus acontecimientos puros. Pero pronto se invierte esta relación de pasividad pura: pues quien habla en el lenguaje, quien trabaja y consume en la economía, quien vive en la vida humana, es el hombre mismo

Así aparece detrás de la historia de las positividades aquella, más radical, del hombre mismo. Historia que concierne ahora al ser mismo del hombre, ya que él comprueba que no sólo «tiene» en torno a sí mismo «Historia», sino que es en su historicidad propia aquello por lo que se dibuja una historia de la vida humana (…) Historicidad del hombre que sería con respecto a sí misma su propia historia, pero también la dispersión radical que fundamenta todas las demás.

Así, pues, la Historia forma, con respecto a las ciencias humanas, un medio de acogida que es, a la vez, privilegiado y peligroso. (…) determina la playa cultural —el episodio cronológico, la inserción geográfica— (…)  No hacen nunca otra cosa que poner un episodio cultural en relación con otro (aquel al que se aplican como su objeto y aquel en el que se enraizan en cuanto a su existencia, su modo de ser, sus métodos y sus conceptos); y si ellas se aplican a su propia sincronía, relacionan consigo mismo el episodio cultural del que han surgido.

Michel Foucault, en Las Palabras y las cosas,
Ed. Planeta 1984, pags 357-360.
(Traducción de Elsa Cecilia Frost).

El documento también lo pueden encontrar aquí.

Clasificado como: citas,filosofia,libros

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