Según dice un viejo adagio, el artista es un diez por ciento de inspiración y un noventa por ciento de transpiración. Es el trabajo y no el chispazo puntual lo que te hace progresar en la disciplina.
Esa frase es religiosa. Dibuja al artista como el intermediario entre los pobres humanos y el mundo de la belleza. Lo retrata como un elemento puro en una pugna limpia en busca de una realidad inmutable. Todo eso es pura fé. Te lo crees, o no. Y como en cualquier fe, realmente hay que tener ganas -o ceguera- para creerla. Porque a poco que mires con detalle, esa idea límpida y refulgente del arte y el artista muestra el armazón que la sustenta.
Y sin embargo, esa imagen religiosa del artista persiste. Esa idea de que el arte, en sus diferentes fases, es todo uno, consecuente en y con cada cambio, es una idea común en el hombre de la calle. Es ciencia infusa. Nadie que no sea todopoderoso ha podido modificar el inalcanzable concepto del arte.
Sin embargo, también es saber común que algo pasa con el arte moderno. Algo extraño. Las dos ideas no encajan. La pureza en una mano y ese algo pasa en la otra. Se intuyen los síntomas pero nadie se pregunta la enfermedad. Sabemos que hay algo pero decidimos no mirar. Como si fueramos empujados como por uno de esos agentes que dicen “¡circule! ¡no hay nada que ver aquí!”. O más, como si nos hubieran convencido para empujarnos a nosotros mismos, diciendo “¡circule!”. Definitivamente, algo muy extraño.
La historia que nos trae esta semana el Doctor Repronto es crucial en el arte del siglo XX. El momento en que las vanguardias de principios de siglo fueron simultáneamente abandonadas, anuladas y convertidas en una mascarada para legitimar los hechos posteriores. Una jugada que marcó el punto de inflexión. Las investigaciones ponen al descubierto las herramientas que lo permitieron y que posibilitarán que vuelva a suceder.
Faltan semanas. O mejor dicho, sólo faltan semanas. porque llevo meses arrastrando esta idea. Gestándola en silencio.
Se menciona mucho «la era del youtube», una cosa etérea e inconexa, que refleja el acceso moderno a los vídeos y una preferencia sólida hacia lo audiovisual. Ahora bien, ¿cómo articular esa biblioteca de alejandría del vídeo que está conformando la internet, para construir un discurso? ¿cómo sería el columnista de la era del youtube?
Demasiadas veces he estado en una situación en la que he invitado a una persona a colocarse delante del monitor, diciéndole: léete esto. Digo demasiadas, porque en sus caras, el gesto venía a decir «¿de verdad esperas que me lea esto?». Sin embargo, esas mismas personas aceptaban encantadas ver (simultáneamente, en grupo) un video breve que ilustrara la discusión.
Así pues, ¿cómo construir ese vídeo que equivaliese a «leete este texto»?
Mi respuesta a esas preguntas ya tiene forma y nombre.
Como muestra la imagen de arriba, en las ediciones originales españolas, «Batman y Robin» cambiaban sensiblemente el orden de importancia. Robin era el protagonista, y a sus órdenes estaba el pervertido ese que se disfrazaba de murciélago.
Con esa idea en la cabeza, construyan el origen de la pareja utilizando el argumento y el desarrollo de la película Hard Candy.
El día que se cuente esa historia, la escalofriante portada de La Broma Asesina, en la que el Joker fotografiaba la tortura del comisario y su hija con un escueto y mordaz «sonreíd», se convertirá en una imagen suave y tolerante. Robin es el que manda y somete. El niño pobre que seduce y domina al millonario con sus tretas sucias.
Ah, no puedo quitarme la historia de la cabeza. Y nadie la ha escrito.
Soy un apasionado del diseño de la Europa del este, por muchos motivos. Primero, la diferencia: estoy tan imbuido e inundado del diseño «occidental» que los ejemplos filocomunistas siempre llaman la atención. Es como un hombre que toca maravillosamente la guitarra con una sola mano. Tanto o más que su virtuosismo, te entusiasma la diferencia.
Segundo, porque son herederos directos de las vanguardias artísticas de principios de siglo, el momento verdadero y honesto en el que la estética creada por el hombre se disparó y se ramificó en millones de masas incandescentes. (Todo ese brillo y ese fulgor fue fulminado por la apisonadora nortemericana de posguerra, pero de eso les hablaré en el futuro.)
Su estética es, por tanto, heredera de la búsqueda y del hallazgo, en lugar de la que tenemos, que busca la seducción y el desembloso. La diferencia es enorme.
Les saco todo esto a colación al hilo de esta galería de carteles de cine polacos, checos y cubanos. Muchos de ellos son de películas bien conocidas, como regreso al futuro, en busca del arca perdida, tiburón 2, o rompiendo las olas. Pero da la impresion de que sea imposible que hablen de esas películas.
Lo maravilloso de estos carteles es que cumplen de un plumazo (o mejor dicho, de un golpe de vista) todas las funciones de un cartel de cine (descriptivo, llamativo, diferencial…) y una más, que aquí es impensable: la interpretación de la propia película. No solo te dicen qué vas a ver sino cómo debes verla, desde un punto de vista hermenéutico.
Armas de mujer muestra a una señorita encaramándose a la cabeza-escalera de un hombre. Los caballeros las prefieren rubias muestra el desenlatado de los labios sellados de Marilyn. Cuando una película habla de vacío, te muestra el vacío, y cuando habla de soledad te muestra la soledad. Y en cierto modo, todos parecen -a un espectador occidental- carteles de terror, porque decir abiertamente estas cosas es demoledor. Es una cosa de crítics y de cinéfilos y de gente interesada.
¿Tiene el espectador casual interés en esas cosas? Los diseñadores hacen el corte en el grafismo. Si te interesa el cartel, te interesa la estética. Si te interesa la estética, te interesa el trasfondo de la obra. La propia image determina que te interesa lo que está más allá de la superficie.
Definitivamente, lo hermoso de estos carteles es la diferencia, y la diferencia es abismal.
La galería completa de carteles de cine polacos, checos y cubanos está aquí.
(Noten que al autor al que dejan intacto en sus carteles es a Saul Bass: Anatomía de un crimen, El hombre del brazo de oro… conservan sus grafismos originales porque saben que Bass es un genio honesto: uno «de los nuestros»).
Nos imaginamos que suena permanentemente la sintonía,
a todo volumen
Mientras al público general les asusta el tren de la bruja y el túnel del terror, las personas con miedos más específicos acuden a esta atracción de feria dedicada a Benny Hill, en la que son acosados, desnudados y pellizcados por borrachines regordetes y abuelos calvos que caminan como a doble velocidad.
En ocasiones, un operario tiene un accidente y cae de la atracción: se convierte un muñeco en pleno vuelo, y se vuelve a convertir en humano después de la caida. Se levanta y vuelve al acoso acelerado.
Les tengo que confesar que yo me he leído una biografía de Benny Hill. El consumo de speed acelerador y su concepto del hogar como el lugar donde hay dos televisores cutres, tres reproductores de video y apenas un par de sillas darían para una curiosa biopic.