Buenísima entrada del Blog Ausente sobre el Museo Roca, el primer museo anatómico de figuras de cera, que medio siglo después de su fundación dio nombre (en la traducción española) a la famosísima película La Parada de los Monstruos.
Cuando Ricardo Vicente, The New Raemon y Francisco Nixon estaban cociendo en la sombra su disco conjunto, me llegó una carta. Allí Fran me invitaba a escribir la nota promocional, unos párrafos que acompañan al disco cuando se envía a críticos, prensa y demás interines de pelaje. Yo no sabía (ni sé) cómo son esas notas, porque nunca he recibido discos promocionales: los he comprado, en el rastro, reconocibles por el sello «prohibida su venta». Pero no saberlo no me iba a detener.
Así que puestos a jugar al desconocimiento, acordamos jugar hasta el final: escribiría la nota promocional sin haber escuchado el disco. Sin justificar nada de su contenido, sin adaptar un discurso a lo que hubiera dentro. Una decisión muy poco habitual: un salto sin red, como el propio álbum.
Ahora el disco es público por fin: se titula El Problema de los tres cuerpos, ya se pueden escuchar sus canciones en Spotify y las tres ediciones conforman con sus portadas el mosaico que ven arriba. Los intérpretes están mostrándolo al desnudo en televisiones y radios y entrevistas de prensa. Y en ese seguirlos he encontrado colgada en la web de Ramón la nota promocional, que en principio iba a quedarse en el limbo de los sobres bajo mano. Es de recibo enlazarla en este rinconcito.
Originalmente la nota se titulaba «Tres cuerpos de ventaja», pero es posible que perdiera el encabezado porque distraía de su función: la de dar cuenta y celebrar la aparición de «El problema de los tres cuerpos». Un título de más tal vez distraía del título titular.
Los internautas que acudieron a la web de Telecinco para ver online el último capítulo de la serie Punta Escarlata encontraron una desagradable sorpresa. A grandes letras en la portada principal, el enlace que permitía el acceso rezaba así: “Marcos es el asesino”. El desenlace que el espectador llevaba ocho semanas persiguiendo se desvelaba en cuatro palabras que era necesario leer para ver el vídeo. Esa misma semana, quienes visitaron la web de Antena3 para visionar El Barco comprobaron con asombro que la página de acceso al episodio ilustraba con fotografías cada escena. La más agraviante mostraba la misteriosa cápsula espacial que la serie llevaba tiempo trazando, junto a un titular que destripaba su contenido: “¿Dónde están los astronautas? Al abrir la escotilla de la cápsula no hay nadie”. Los espectadores que -superado el VHS- acuden a internet para ver los capítulos a deshoras han puesto la voz en el cielo: las cadenas españolas publican spoilers, que son además de lectura obligada.
En el ejemplar de hoy del suplemento Culturas del diario La Vanguardia escribo sobre los spoilers oficiales: las revistas que desvelan los capítulos aún por emitir, las anuncios que cuentan más que lo que deben, y especialmente -por la novedad- las webs oficiales que destripan el titular antes de dar el contenido,
Es curioso cómo, aunque uno lea siempre, hay un subconjunto concreto de «lecturas de verano». Un momento en la trayectoria de sofá donde decides el principio de esa frontera; a partir de aquí, estos lomos no son de lectura normal, sino de estío. Desde el momento en el que marqué el inicio, es decir, en lo que llevamos de verano, me he leído el curso de metafísica de Ortega, la autohagiografía de los u2, la biografía de la CIA que Wiener tituló Legado de cenizas, la Telemaquia de Homero, los tomos «oficiales» de Tintín, M7 y Teledeum de Boadella, el X de Everett, el Capitán América de Brubaker, parte del Sentimiento Trágico de Unamuno espolvoreado con algunos de sus artículos, y alguna cosa más que no me viene a la cabeza porque a veces no basta con que sea reciente para tenerla presente, aunque hayas estado sumergido en ella. Lo que te mancha en las lecturas es a veces muy pequeño, en otras grande, y es curioso darte cuenta de que puedes olvidar el envoltorio pero no la mancha; la mancha te es evidente más adelante, con meses de retraso, a veces sin rastro del orígen, como los crímenes perfectos. Me refocilo por las páginas buscando una mancha que sólo tendrá sentido en otoño, o dentro de otoños. Las lecturas de verano son el contrario de las piscinas. El resto del año es cuando estás en la lectura calmante, cómoda como un baño en la parte no profunda, y es en verano cuando te metes en aguas vivas a ver si encuentras una roca que te saque de trayectoria. He pedido a la biblioteca un par de tomos que tienen que traer de nosedónde, cobrando el traslado, y que probablemente devolveré tras las primeras veinte páginas. Hay más lomos de libros recién comprados que saludan desde mi estante. El verano. Manda narices.
La imagen ilustra el conflicto de la pervivencia de los iconos pop: Velázquez está infinitamente separado de los muebles Ikea, Lorca es inconcebible con un peluche de Pocoyó. El cortocircuito alta-baja tiene un sustento material que rodea los devaneos teóricos.