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post Lecturas obligadas: Afterpop

Sábado, 4 de agosto de 2007

Raul Sensato a eso de las 7:20 pm

portada Afterpop

Lo tengo en la recámara desde hace semanas, pero no he encontrado sitio para comentar el extraordinario libro Afterpop, de Eloy Fernández Porta. Lo guardaba para hacer uno de esos comentarios largos y extensos que debían servir como anzuelo para leerlo. Y sigo sin encontrar el hueco para hacerlo, pero deben ustedes agenciarse un ejemplar cuanto antes.

Si son ustedes de los que van a la película según el elenco, aquí es insuperable: Baudrillard, Zizek, Mauro Entrialgo, Alan Moore, Burroughs, Walt Disney, Scorsese, Nixon… todos los grandes salen en algún momento. Si son de los que les gustan las lecturas con sustento, ya les digo que el maestro Fernández Porta refríe los posmodernistas con un saber hacer y una soltura envidiables.

Dos citas para atraerles definitivamente:

La posición simbólica del aficionado a la cultura pop mainstream: sabe que sus gustos suelen coincidir con los de todo el mundo y hace como si fuera igual que todo el mundo, pero en el fondo sabe que es otra cosa. Huelga decir que el estadio Santiago Bernabeu, se llena cada domingo con miles de ciudadanos que simulan ser parte de la manada, cuando en realidad son otra cosa.

O mejor, tomen esta, y reconstruyan a) la decisión, b) el conocimiento y c) el coraje que se necesitan para articular este párrafo:

El Acme Novelty Library de Chris Ware no es inferior a la cultura literaria, sino superior a la concepción de la cultura dominante: su lectura pide, y aun exige, algunas nociones de deconstrucción, historia del cómic underground, teoría de los medios, y no poca sicología. Pero ya se sabe: desde los años setenta, el arte son «sólo bobadas».

Tremendo. Según avanza, cada artículo del libro se dirige progresivamente a los criticos literarios. Cuando se les haga incómodo, pueden saltar sin miedo el restante hasta otro arranque de capítulo. Todo lo que no es intentar convencer a los inmovilistas, simplemente deslumbra. A por el.

Bola extra: tienen un extracto aquí.

post Javier Marías y sus lectores, o internet como espejo

Martes, 16 de diciembre de 2008

Raul Sensato a eso de las 7:45 am

Aquí el autor, aquí unos amigos.

El ordenador ha vuelto a no gustarme, lo siento; pero ya que lo tenía en mis manos durante unos días, aproveché para navegar un poco por Internet, por primera vez en mi vida o casi. (…) Lo que más me ha desagradado, sin embargo, son los llamados blogs y foros, por algunos de los cuales me he dado un paseo. No entiendo que tantos escritores tengan un blog propio y le dediquen, por fuerza, numerosas horas de su tiempo, porque me parece equivalente a esto: uno va a un bar, se sienta a una mesa y habla de lo que sea, y a continuación está expuesto a que cualquiera coja una silla y le suelte a su vez su rollo o -con demasiada frecuencia- sus imprecaciones. O bien a esto otro: uno inicia una conversación telefónica particular, y cualquier individuo puede colarse en ella y opinar lo que le plazca o ponerle verde a uno. No sé, para mí sería una pesadilla tener que escuchar pacientemente a personas que no he elegido, y con las que en algunos casos no quisiera ni cruzar media palabra. ¿Cuál es la gracia de estas tertulias escritas? ¿Ver que uno provoca reacciones? ¿Tener la comprobación inmediata de que lo que expone no cae en el vacío? ¿Llevar una vida «interactiva» (y perdonen el adjetivo)? Debe de haber mucha gente solitaria, o que aguanta la soledad -ese gran bien- pésimamente. Pero lo que más me ha desagradado es el frecuente tono insultante de los comentarios y el veneno que a menudo destilan. Amparados en el anonimato cobarde de los llamados nicks, no hay asunto que no les merezca a unos cuantos blogueros toda suerte de improperios. No veo que se discuta ni argumente apenas, sino que más bien se lanzan denuestos y groserías como en las tabernas más zafias. Hay en este mundo, o eso parece, una desproporcionada cantidad de odiadores, o llámenlos negativistas, resentidos, amargados, venados.

El que escribe lo de arriba es el novelista Javier Marías, en este articulo de El País. El artículo me lo remite Absence, que es un «nick de anonimato cobarde» que esconde al señor que ha ganado el Bitácoras de este año a mejor blog cultural, y que es uno de los referentes de la blogosfera, usen la escala humana o mecánica que deseen.

Supongo que antes de continuar la lectura de este texto, deberían leer el artículo completo. Les espero.

Leer el artículo saca carcajadas al más pintado. Pero tal vez conviene repasar las implicaciones con detalle.

La primera cuestión que apunta el novelista es que, cielos, la audiencia contesta. O como él dice, uno «está expuesto». Marías hace el autorretrato del autor que vive en su torre de marfil, ajeno al, estrictamente hablando, mundanal ruido. Dicho de otro modo, la influencia en el personal le da como igual. Supongo que sus seguidores estarán un poco inquietos, porque Marías no escribe para el lector, sino para una voluntad superior, para la intocable diosa cultura, que Gustavo Bueno ya puso en su sitio. Los sacerdotes hablan también con ficticias identidades superiores, esperando la misma respuesta, léase, ninguna.

En la repulsión a la respuesta -y de paso, a toda participación/conversación ajena-, Marías va más allá: se autoinbuye de la potestad de hablar, por el hecho de que es un profesional de las palabras. Que es como si Nacho Vidal dijera que no entiende que el personal folle gratis. Y se extraña que se haga en público, tal vez poniendo en paralelo el hablar con el acostarse, porque la conversación es una cosa, digamos, impúdica. La tradición española es alejar a los niños para las conversaciones serias, y vigilando porque  los muros tienen oídos. En esa misma época, lo de ir por la calle cogidos de la mano también estaba muy mal.

La cuestión es que los legos en la materia no tienen ningún interés. Hablemos, como paralelo revelador, de la economía. Si uno quiere ser economista profesional, tiene que dejar claro que las crisis están firmemente apoyadas en la inflación. Cualquier economista que quiera dudar de la inflación o proponer alternativas, es sistemáticamente fulminado. De modo que la resistencia a la inflación viene de gente que ha tenido que pasar décadas camuflada, acuclillada, escribiendo artículo tras artículo con la fe general, hasta poder tener una posición en la que tener ligeras y moderadas diferencias, que arriba tampoco es todo jauja. En lógica paralela, entenderán que, desde dentro, practicar el arte del juntaletras sin beneficio industrial es una cosa detestable.

Marías se autorretrata como esa figura trasnochada y polvorienta que retrató el crítico literario Eloy Fernández Porta en Afterpop: «La literatura entendida como Refugio de la Cultura contra la barbarie audiovisual. La cultura reducida a literatura über alles«. Con el extra de que lo aplica a la conversación pública (digital y, por extensión, de café) de los demás. No sólo el escritor purificado por sí mismo debe aislarse del mundo, sino que el mundo -atentos- debe aislarse entre sí. Marías dice que, como hay tanta conversación digital, «debe de haber mucha gente solitaria». Nos lo dice, no lo olvidemos, desde su torre de marfil. Y además le asombra que opten por los «improperios», «denuestos y groserías». Cuando la razón principal de ese proceso está a la vista (y la pueden recordar aquí).

El artículo dibuja el desprecio radical por la insolencia de lo que en otros tiempos se llamaba la chusma. Marías tiene el tic fascipocho de Manuel Fraga, cuando al hilo de los Goya con lemas de «No a la guerra», dijo que «pagar para que le insulten a uno, no lo hace más que un tonto«. Sí señor, el dinero de todos es de Fraga, y en la misma lógica, el uso de las palabras es del Señor Marías y de aquellos a los que él vea con buenos ojos.

Es lo que tiene intentar confundir fondo y forma. Una cosa es venderte como propietario de las palabras – que manda narices-, y otra, como propietario de lo que se puede decir. La ejemplar gestión de licencias de televisión, que hace que todos los canales emitan lo mismo en canales simultáneos, lleva a estas confusiones entre potestad sobre el medio y potestad sobre el mensaje, rudo o cursi.

Pero por encima de todo, este artículo da fe del recorrido vital del novelista. En su navegación, la densidad de conversaciones insulsas no le lleva a pensar que en alguna parte las hay interesantes, sino a confirmar con total seguridad que no hay ninguna interesante. Lo que indica que en su experiencia, las personas que se ha cruzado accidentalmente no han tenido ningún interés. Es de suponer que esas personas, en su caso, son principalmente las que le atienden en las compras y las que asisten a sus firmas.

Queda claro, pues, que ni el panadero que le atiende, ni los lectores de sus obras, son interesantes. Al final resultará que no haber leído un libro de Javier Marías va a terminar siendo un galón. Reformula el adagio: mas vale no abrir un libro y parecer anodino, que ser visto con uno de don Javier y eliminar todo asomo de duda. Estos arranques de sinceridad son dignos de agradecer.

Bola extra: Este documento sonoro.

post Por qué los programas del corazón y los presentadores de Realitys nos parecen -abiertamente, notablemente- fachas

Jueves, 6 de noviembre de 2008

Raul Sensato a eso de las 7:23 am

La verdad y la justicia, imbuida por la audiencia y por España

TV disciplinaria o el moralismo inmoral

«Tú llegah tarde a lah reunioneh porque a lah dié de la mañiana ya estáh tomándote tuh copah» «¿Cómo que mih copah?» «Sí, tuh copah»»¿Cómo que tomando copah? ¿Qué copah? ¡Cho me tomo copah porque me las sé de tomá!» Esta sacra conversazione entre dos presidentes de equipos de futbol sevillano, retransmitida en directo por TV1, se corresponde con el tipo social que Juvenal definió como el moralista inmoral.

(…) El primer rasgo del moralista inmoral es un carácter asertivo que se sitúa más allá de todas las contradicciones. Como puede observarse, en el diálogo entre directivos se da un salto sin puente desde la admonición moralista ortodoxa hasta el statement alcohólico y vaciletas. No se negocia sobre posiciones débiles.

(…) El moralista inmoral es un inconsecuente, sí, pero no es sólo un hipócrita.Su modo expresivo lo define como una autoridad de autoridades que reprime mucho y lo reprime todo, y lo hace en una época en que los agentes del poder suelen actuar con disimulo.

(…) Cuando Mercedes Milá se refería a Gran Hermano como «un experimento sociológico», no hacía sino reclamar para sí varios tipos de autoridad simultáneos. El moralista inmoral está asentado en todas las posiciones discursivas fuertes: ostenta la severidad del obispo, la crueldad de la maruja, la celebridad del populista y la ubicuidad de la cámara – sin olvidar la siniestra sapiencia de la policía secreta. En sus versiones más manipuladores ejerce también como analista (…) que detenta un conocimiento por debajo del cual el analizado «está en el error».

De ahí que Mercedes Milá pudiera tratar de machista a uno de los concursantes, y poo después mofarse de él por «no ser lo bastante hombre»: dos cargos judiciales que sólo podemos aceptar -y aceptamos, de forma tácita- al nivel del inconsciente culpabilizador, en el que merecemos una reprimenda por todo lo que hacemos. En suma, el moralista inmoral catódico tiene derecho a usar todos los criterios evaluadores y aun destructivos que son propios de cada una de esas figuras, saltando de la una la la otra sin pagar el peaje de la coherencia.

Rigores, disciplina, fascismo de plató… Las más de las veces el personaje trash aparece investido por una presencia de ánimo cutrelux, una fortaleza de espíritu que resulta ora patética, ora conmovedora. Hilarante o malrollista, la autoridad trash se deshace en aspavientos y berrea, oficiando la pantomima de una «legítima figura de autoridad» que brilla por su ausencia.

(…) [Walter Benjamin ya escribió sobre] el kitsch entendido como modo estilístico oficial de los regímenes fascistas: la megalomanía musical, arquitectónica u olímpica del nazismo, en que la distancia entre el plan y el resultado sería, por así decir, la medida de la injusticia política. También aquí los desmanes se parecen, pero no son idénticos. El kitsch fascista tiene su corolario en el trash democrático, que recupera y acepta, en un ritual masoquista, los modales del poder excesivo.

Cuando decimos que Mercedes Milá «tiene derecho a pasarse de la raya, se entiende que ese derecho lo garantiza el medidor de audiencia y los rituales pseudoelectorales propios del concurso, con sus votaciones por sms, sus llamadas de aludidos y otros simulacros de participación democrática.

Friquizar el régimen democrático, jugar con los tics totalitarios y objetivarlos en figuras que encarnan una sexualidad no normativa -Milá como lesbiana agresiva, Carlos Navarro como macho man 1.0-: ahí se juega la partida del trash.

Eloy Fernandez Porta,
en Homo Sampler: Tiempo y consumo en la Era Afterpop.
Ed Anagrama, 2008. Págs 293-295

Este extracto aparece aquí con permiso del autor para celebrar que hoy sale a la venta Homo Sampler. Lo he elegido porque muestra muchas de las cartas del autor: el moralista inmoral es una figura habitual en el análisis lacaniano, la aplicación en el ejemplo es impecable y el texto tiene un inicio que arranca una carcajada que a mitad de párrafo se convierte en asombro (o indignación ante lo que estamos acostumbrados a obtener como espectáculo, ahora que se cae la máscara).

En pocas pero certeras líneas, Eloy nos retrata por qué los realities -o mejor dicho, la arquitectura del reality en la que comentan profesionales del periodismo, familiares de los concursantes, y expertos en nada en particular- nos parece abiertamente facha.

Evidentemente, el mismo tufo facha, y por las mismas razones, emana de los programas del corazón, donde los jueces-colaboradores, imbuidos de esa misma autoridad simulacro-democrática, interrogan a celebridades de segunda fila, preguntándoles que qué es eso de pasear de la mano, o de despedirse sonriendo en la puerta de casa.

Ya enuncié la idea en esta conferencia, pero queda a la vista la maestría -muy superior- con la que la ha retratado don Eloy.

Bola extra: Hicimos una reseña completa del libro en esta otra entrada.

esta portada la he hecho yo con el photoshop: se parece pero no es la misma

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post Homo Sampler, de Eloy Fernandez Porta

Lunes, 27 de octubre de 2008

Raul Sensato a eso de las 12:44 am

esta portada la he hecho yo con el photoshop: se parece pero no es la misma

Ed. Anagrama. 371 págs. 19,50 €
A la venta a partir del 6 de noviembre.

Casi nada. He mirado en Google y por lo que parece esta va a ser la primera reseña sobre «Homo Sampler: Tiempo y consumo en la Era Afterpop«, el nuevo y reluciente libro de Eloy Fernandez Porta. Es un privilegio. Ya saben de mi fascinación por su anterior libro, Afterpop, que ha aparecido con frecuencia en este blog. No es impedimento para decir, desde el primer párrafo, que el libro de Eloy es extraordinario.

Comentar un libro y destripar su contenido son dos cosas al parecer paralelas en los textos de Ensayo. Por ejemplo, entre mis amigos bromeamos diciendo que los libros «populares» de Gustavo Bueno, se leen mirando el índice: es un listado de las opciones que va descartando hasta decantarse por la que aparece en el último epígrafe. Afortunadamente, en el caso de Homo Sampler, se puede hacer a la inversa. Se pueden plantear las preguntas que resuelve, y dejar intuir el enorme armazón explicativo que las revela. Y son preguntas que, con frecuencia, han aparecido, no ya en este blog, sino en los rincones en que se comenta cultura popular. Por ejemplo:

– ¿Por qué el epígrafe cultura basura se aplica a las revistas y las películas, pero nunca al teatro, los textos ensayistas o las editoriales literarias?

– ¿Por qué los programas del corazón y los presentadores de Reality Shows nos parecen -abiertamente, notablemente- fachas?

– ¿Cómo dinamitar la creencia pacata de que «la tecnología nos está creando un falso tiempo acelerado»? ¿Por qué mantenemos la figura del artista resistente al tiempo?

– ¿Cómo es que la publicidad actual está tan centrada en los eslóganes ecologistas, en los discursos anticapitalistas underground (con frases tomadas de epítomes de la cultura combativa) y en los ecos de lo atávico («vuelve a la naturaleza»)?

– ¿Por qué estamos habituados a reflexiones del estilo «en mis tiempos, sí había pop de verdad; el de ahora -esta subescena pop salpimentada con soflamas de resistencia política y delirios de alternativa comercial- es casi peor que el pop para las masas«?

El centro de Homo Sampler es el tiempo. El tiempo como elemento consciente y subconsciente en la creación y en el consumo (incluyendo, cuando vamos a comprar el diario, o un reloj). Y sobre él, F.Porta construye dos conceptos cuya utilidad sabremos en el futuro. El primero es el concepto de «Tiempo» (vean abajo la nota *) en oposición al tiempo real (esa cosa que va a segundo por segundo). El segundo es el concepto de «Ur-Pop«, que va intrínsecamente ligado al primero, pero que es el que antes se presenta en la obra.

El Ur-pop es el levantamiento de acta de la emergencia inesperada de figuras, valores o emociones primitivos en un espacio ultramoderno. Como en la imagen de la portada, en la que un menú de fastfood forma parte de una talla precolombina que retrata un pasado que nunca existió. El Ur-pop (y aquí pongo tres ejemplos que NO salen en el libro) se reflejaría en las fotos porno realizadas en punto de cruz en la exposición de Mauro Entrialgo (el trabajo manual, pretecnológico, da credibilidad a la obra), en la fijación que tiene Boing Boing (el blog de más éxito mundial) por los tricotados con motivos contemporáneos, y -tirando del hilo hasta el final- en los nacionalismos/regionalismos de montaña y boy-scout con rastas, que reclaman, como esas tallas del macdonalds, un pasado reescrito y, por tanto, sugerente.

El Tiempo(insisto: vean nota *) es la concepción espectacularizada del tiempo real. Como enuncia F.Porta cuando introduce ese Homo Sampler que titula el libro, el tiempo real (el de a segundo por segundo) nos viene elaborado y mezclado de fábrica. Y lo que hacemos con él es samplearlo. Crear momentos de más intensidad que otros (en realidad, una pura pugna por conseguir el momento de más intensidad, momento tras momento [**]) y después, a posteriori, justificar una continuidad.

El libro se remata con un último tercio dedicado a la cultura basura, que toma el discurso donde lo dejaron la exposición Cultura Basura de Jordi Costa y la sección Planeta Enfermo de Manuel Valencia, y lo lleva a donde los analistas culturales -como el eslogan de Star Trek- no se atreven a acercarse.

La maestría de Fernández Porta no consiste en depurar las preguntas correctas, sino en retratar que esas corrientes existen, simultáneamente, en todos los estratos de la comunicación cultural. Saca ejemplos de todos los ámbitos: las películas, los tebeos, la literatura, la fotografía, la televisión, las artes plásticas… y teje con todos un tapiz que muestra a la luz el dibujo subyaciente. Da la impresión de que F.Porta es un erudito en todo, por la simple razón de que nadie practica una reflexión tan audaz, tan actual, tan profunda y tan diversa de lo que es -en todos los sentidos culturales de la palabra- el ahora.

Tienen que entender mi asombro. Yo tengo mucho pudor antes de hablar de Mr. Brain, la colección de fanzines que publicaba el hoy luego director de El Jueves Manel Fontdevila. Pienso que no hay tantas copias y que comentar la pasión de Fontdevila por las claves del humor (como su análisis del chiste Miss Tetas) es una arrogancia de coleccionista («¡ustedes fueron unos despistados: deberían tenerlo en su estantería!»). F.Porta hace justo lo contrario. No sólo abunda en Mr Brain, y en fotografías premiadas y en ferias de arte de vanguardia de público escaso. Lo toma todo y hace un enorme collage anatómico en el que te presenta cada singularidad como partes de un todo. Del mismo todo que te hace plantearte las preguntas ante la tele o en el cine o leyendo un periódico, porque allí ese todo también asoma (y los caza).

La mayor virtud de Porta es sin duda que, con todo lo profundo del texto, logra arrancarte permanentemente carcajadas. Te hace una reducción al absurdo de ti mismo. Te retrata en tus tics y en tus maneras y en la forma que tienes de relacionarte con lo que te rodea. Y lo hace alternando lo sesudo con lo hilarante, con su pasión por los términos híbridos, y las denominaciones con® marcas© -qué tan bien usa la blogosfera entendida y que tanto le debe al gran Mike Ibáñez-. Lo mejor de Homo Sampler es que hay tramos que se pueden recitar en voz alta, y -lo he comprobado- obtienen  la admiración del respetable tanto por la forma como por el contenido. Porque forman y porque divierten.

¿Es todo bueno en Homo Sampler? No; todo tiene un pero. En España, las cosas que hacen gracia siempre son tildadas de superficiales, cuando no directamente de vacías. Así que Fernandez Porta arranca el tomo con una introducción densa, tirando a difícil, que es un manifiesto que en esencia dice «todo lo que viene detrás va en serio«. Esas primeras veinticinco páginas pueden hacer desistir a los lectores accidentales, pero ustedes ya están sobre aviso. Cuando después de la lectura de los textos mayores acudan a esa entradilla, todos los conceptos presentados les serán mucho menos arduos.

Por otro lado, el desarrollo del Ur-pop que realiza Fernández Porta (y que ocupa un tercio del libro, poca broma) lleva en ocasiones a la confusión. El autor alterna a lo largo del texto la perspectiva cínica («lo que hacen los demás») y la perspectiva estoica («esto nos pasa a todos»), y esos cambios nos hacen dudar si es un síntoma para el que hay salida, o es un «cambio atmosférico» de la época cultural (Ortega y Gasset lo llamaría una vigencia). Ese cambio de lente en el discurso puede impedir que cuaje el término Ur-Pop con la fuerza con el que cuajó su término Afterpop.

Con todo, Homo Sampler supera a Afterpop. Es mejor libro. Hay más porcentaje de material interesante para el hombre de la calle y para el comentarista inquieto. Y tiene dos partes (la del Tiempo™ y la del TrashDeLuxe, casi doscientas páginas) que son para enmarcar.

En serio. Un libro para quitarse el sombrero. De lectura obligatoria.

__________

(*) En realidad, F. Porta llama RealTime al tiempo «civilizado falso/remezclado», y Tiempo™ al tiempo de reloj. Me parece que la forma intuitiva de llamarlos es, precisamente, a la inversa. ¿Por qué oso a darles la vuelta para este comentario? Porque el tiempo «civilizado / distinto del real» es consensuado por los grandes intereses (esa sensación de que el tiempo se acelera, esa necesidad de tener noticias constantes aunque no sean suficientemente importantes como para cambiar la web del periódico) y, porque es sampleado, de ahí lo de Homo Sampler, lo cual le da un extra de idea humana registrable. La partícula «™» condensa todo eso de un vistazo. Como ésta es una revisión telegráfica, prefiero los grosso-modo visuales. Al fin y al cabo, lo importante es transmitir la idea que enuncia y desarrolla don Eloy.

[**] En un fingido crescendo hacia un supuesto momento máximo que nunca sucede. Como decía Althusser: “la hora solitaria de la ‘ultima instancia’ no llega nunca

 

Recuerden. Lo vieron primero aquí.

post El amor en los tiempos del consumo

Viernes, 11 de julio de 2008

Raul Sensato a eso de las 4:53 pm

un lago negro (como cantaba Chiquito de la calzada)

Yo como usuario quiero adquirir un producto: un ser humano. Pretendo acceder a un sujeto con fines lúbricos, para lo que entiendo que es necesario un proceso de adquisición. Ese producto se diferencia del de rastrillo en que el del rastrillo carece de psique.

El proceso de adquisición es un producto de tres discursos que confluyen: psicología social, psicoanálisis y psiquiatría. Al adquirir ese producto y en un primer momento de aproximación, mi manera de entenderlo está dominada por la psicología social, condicionado por referentes culturales estéticos.

Mi aproximación sucede con una red debajo que funciona como conjunto de criterios como, por ejemplo, que las pijas valen la pena y las tontas no y así hasta un montón de criterios.

Los criterios de psicología social son muy espontáneos, su discurso es el más optimista. El proceso de adquisición tiene una segunda fase. Cuando decido que el producto realmente me interesa, doy un salto de la psicología social y simulo que existe un factor individual, irreductivo, que está por encima de los rasgos colectivos, saltando de la psicología social a la psicología propiamente dicha. Pero es un error, un salto sin red.

Después de un estado de enamoramiento damos un tercer paso, a un momento psiquiátrico, que da lugar a un momento más conflictivo, donde se descubren los defectos de fábrica. Entonces descubrimos cuán equivocados estábamos respecto a ese producto.

Eloy Fernández Porta, transcrito a vuelapluma, aquí

Estoy convencido de que Don Eloy desarrollará esta teoría hasta completar otro ensayo, del calibre de su fenomenal Afterpop.

post Cómo sobrevivir a la cultura

Viernes, 30 de mayo de 2008

Raul Sensato a eso de las 7:32 am

una imagen alegórica

No hay nada en ese mundo que pueda interesarme, para mí es exactamente como la asociación de amigos de la zarzuela; no tengo un interés particular, ni para mal ni para bien, en hacer capillitas o tomar cafés… eso es mucho de aquí. Se participa en estas cosas por necesidad, no por gusto, los autores se involucran porque así sobreviven: un trabajito por aquí o por allí; todo lo que se dice en esos ámbitos es por intereses disfrazados de principios. He tenido la buena fortuna de poder pasar de lado de todo eso. El supuesto mundillo literario es 1% literario y 99% mundillo. Uno entra en él, insisto, porque no tiene más remedio, porque quien tiene remedio, no entra.

El 99% de la mejor narrativa que se hace hoy, de la literatura de calidad, de la gente profesional sin pretensiones ni pedantería ni pose, de la que de verdad sabe construir personajes e historias, o sea, de los que de verdad saben escribir, está en la televisión o en el cine, pero sobre todo en la primera. Gente con ambición, oficio y talento ya prácticamente no está trabajando en literatura. Ésta se ha convertido en un gueto de mediocridad, de aburrimiento, de pretensión y de pose.

En música, en cine, en narrativa… En España vivimos en la burocratización, mediatización y mediocrización de la cultura, parece que la Administración nos haya de decir qué es la cultura. Hay una cantidad de consejos organizadores y subvencionadores brutal. Eso genera mediocridad.

Claro, todo esto los lectores lo perciben rápidamente porque están muy por delante del comentario oficial de la crítica, ese búnker de los años setenta que se ha quedado clavado y al que la gente le ha pasado por encima. Cualquier lector tiene ahora una cultura cinematográfica, televisiva, del cómic o de la fotografía… Hay tantas cosas que sabemos leer y que ya son referentes inconscientes…

Todo esto, lo dice el escritor Zafón aquí.

Evidentemente, con él coinciden los observadores modernos y la blogosfera con criterio. Al otro lado, está lo oficial, que determina la supervivencia.

El relevo generacional nos pillará viejos, y habremos perdido medio siglo, o sea, nuestro tiempo.

(Los observadores modernos y la blogosfera con criterio,  además de la tele y el cine, también ven despuntar la modernidad -que en realidad, dbeería ser la actualidad– en los tebeos. Zafón tal vez no lee tebeos, lo que lleva a que se deslumbre doblemente con la televisión moderna. Es lógico.)

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post Regalos de última hora: Los príncipes valientes

Sábado, 5 de enero de 2008

Raul Sensato a eso de las 2:34 pm

Se que muchos de ustedes están aún mordiéndose las uñas pensando qué demonios regalar en estas fiestas.

A ver, si tienen dinero, compren uno de esos aparatos de apple (un teléfono y/o reproductor de pantalla táctil), y quedarán como unos señores.

Pero si tienen un presupuesto más moderado, o si tienen que dárselo a una de esas personas que ya tienen de todo,

(y siempre suponiendo que el receptor del regalo es una persona a la que le gusta leer)

…mi sugerencia es que opten por Los príncipes valientes de Javier Pérez Andújar.

principes valientes

 

Ya les dije que les debía un comentario de texto sobre esta joya, de modo que más me vale hacerlo ahora, a vuelapluma.

1) En el ensayo literario Afterpop, Eloy Fernandez Porta denunciaba a los autores que narraban a sus personajes abriendo la nevera para tomar “un refresco”, evitando las marcas comerciales, en realidad evitando las marcas de tiempo, intentando crear una obra “para la historia”, sin elementos que caduquen. Las obras valientes juegan justo a lo contrario, y son las que verdaderamente crean obras memorables. De hecho, es la concreción, la que convierte una obra en incombustible. El escritor Mark Millar pone como ejemplo el monumental tebeo Watchmen. Con todas sus referencias temporales, con toda su concreción, watchmen sobrevive décadas como best seller porque encapsula perfectamente una época concreta. Los Príncipes Valientes es, en eso, una obra tan monumental como watchmen, porque encapsula toda una época, que es además el arranque de lo que se ha venido en llamar la modernidad y que el autor apunta en una frase genial: “para cuando conseguí ser un hombre moderno, ya se había pasado de moda”.

2) Lo que narra Javier es el momento exacto en el que la cultura popular descompensa la balanza y le gana la batalla a la cultura tradicional. Que es una situación fascinante con unas consecuencias extraordinarias, que todo el mundo da por hecho, pero que nadie ha estudiado más allá de lamentos “los niños ya no leen a Larra” y “la culpa es de hollywood/el erotismo/los videojuegos”. La tremenda diferencia es que Javier Pérez Andújar maneja con igual profundidad la literatura española del diecinueve como las historietas de Dossier Negro, y le coloca en una posición privilegiada para explicar la situación cultural más relevante del siglo XX desde ambos lados de la barrera, sin lamentos, con ojos de niño que se fascina al ver crecer y desarrollarse un árbol que hasta entonces era completamente desconocido. Y en particular, desarrolla cómo el lamento “los niños ya no leen a Larra” es en gran medida una pose, o un lloriqueo de despistado, que no se qué es peor.

El ojo certero de Javier traza líneas entre lo clásico y lo moderno y te revela que todos abundan en lecciones similares, y que lo mismo te da aprenderlas leyendo al arcipreste de hita que con capítulos de Superagente 86. En particular, es deslumbrante cómo te muestra que la picaresca en particular sigue viva y ha sido fundamental, y traza líneas entre el cojo del buscón y el cojo de Cowboy de Medianoche y sobre todo los primeros personajes de Bruguera, que salían a la calle a ver qué pasa, que es el verdadero alma de la picaresca. El Bruguera posterior es otra historia: Mortadelo y Anacleto salían a cumplir misiones, Zipi y Zape a lo que les mandaban sus padres, Sir Tim o’Teo a resolver el crimen del día. Pero el tradicional personaje de Bruguera salía a la nada, a buscarse la vida, que también era buscar la vida. Eso es el lazarillo, pero no requieres leer al lazarillo para saberlo.

La cultura popular abunda esas mismas lecciones, y Los Príncipes Valientes describe, desde dentro y con una brillantez deslumbrante, el proceso de sustitución (en relevancia en el hombre de la calle) y de complementariedad (entre los hombres inquietos).

3) Yo me equivoqué en mi primera lectura de Los Príncipes Valientes. Me cegué con la lírica con la que arranca el texto, y me lancé a leerlo como se lee la poesía y los textos de redacción elaborada: despacio, disfrutando la artesanía del lenguaje, dosificando al máximo el libro, leyéndolo en entregas muy cortas, el tiempo que aguanta la lírica sobrecogiéndote en la lectura. Recreándome levantando a la luz cada brillante.

Esa lectura es muy satisfactoria, pero hay una mejor. En mi segunda lectura, me abalancé sobre el texto, y no me dejé ralentizar por el evidente talento de orfebre de la palabra de Javier, y seguía y seguía y me daba cuenta de que cada una de esas gemas que levantaba antes, ahora se iban acumulando, y al rato estabas navegando sobre un alud de diamantes, de ideas geniales, de revelaciones que ninguno de los sesudos analistas del siglo XX había visto pese a tenerla en sus narices, y ese navegar sobre algo tan bello y tan inteligente y tan revelador es el mejor regalo que puede dar un escritor, o sea, una persona que tiene cosas que decir y talento para decirlas mejor que nadie.

Me lo recordó Absence

Clasificado como: libros

post Cosas que dan gusto

Martes, 23 de octubre de 2007

Raul Sensato a eso de las 1:06 pm

subido a hombros de titanes

Uno:

Ayer en la Fnac de Barcelona, se reunió una mesa de titanes para denunciar el maltrato para las nuevas generaciones de escritores. Moderaba el maestro Eloy Fernández Porta (de cuyo tremendo libro afterpop ya hemos hablado aquí), y le acompañaban Alvy Singer (socio de vuelos en eliTeVisión), el escritor y crítico Vicente Luis Mora (con su recentísima Circular 07) y la poetisa Myriam Reyes, que hace unos experimentos líricos en Flash y audiovisual que la crítica aún no sabe por donde coger.

La reunión la condensó F.Porta en una historia que tituló «la popización forzosa del nuevo escritor«, en la que contaba que, para poder publicar su colección de relatos, tuvo que sustituir el evocador título original por otro hacía un doble juego con el orden universal: «Caras B de la música de las esferas», y que en las críticas era sistemáticamente rebautizada como «caras B». En los múltiples relatos entrelazados del volumen, adoptaba formas de narración romana, medieval, etc, entre ellos había uno, anecdótico, adoptando narración actual. De nuevo las críticas se centraron sobre ese tramo y obviaron -probablemente por severa ceguera literaria- los demás textos, la trama que urdían juntos y el monumental tramo final que le daba la vuelta a un conocido texto y en lugar de resistir las tentaciones, el personaje alcanza la virtud a través de los vicios. Todo eso fue ignorado. Los críticos en bloque -con una excepción que detallaba don Eloy- se cegaron en lo pop. Porque el título tenía un detalle pop, obligado para su publicación, se cegaron con el pop e ignoraron la materia literaria de la obra. Para publicar, tienes que titular pop: si no no publicas. Y te etiquetan como pop, porque el título debe condensar el alma de la obra. Lo hacía, claro, pero si no caías en la trampa de las caras B. Un desastre. Esta es la situación, forzosa, a fecha de hoy.

Estuvieron todos a un gran nivel, Porta repartiendo juego, Mora definiendo las reglas de la partida -muy grande, Mora-, Alvy mostrando la perspectiva de los que llegan -Alvy es muy joven, y muy interesante- y Myriam en el espacio que los demás dejaron sin pisar. Hasta hubo un detalle para mi ego: Porta me sacó como ejemplo, de refilón, sin saber que yo estaba en la sala. Lo que mostró que lo hacía con sinceridad.

Tuve el privilegio de tomar unas cañas con nuestros protagonistas. En un arranque de sociabilidad, don Eloy me apunto las directrices de su siguiente obra, y me enganchó de inmediato. Estoy impaciente por poder sumergirme en ella. Gran tarde. Con cena y copas y música siniestra, o afterpunk que dicen los puristas. Da gusto ver que los titanes, son personas que dan gusto.

Dos:

Esta noche hablaré en la radio del videoblog Reflexiones de Repronto, en la emisora icatfm, junto con Absence. Lo pueden seguir por internet, incluso por video. No tienen excusa. Las instrucciones las detallo aquí.

ruldrurd
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