«Todavía se podría reconocer
algún valor cinematográfico a esta película
si se mantuviera el ritmo:
y no se mantendrá»
Rótulo sobreimpreso en el minuto nueve
La versión audiovisual de «La Sociedad del espectáculo» de Guy Debord, dirigida y locutada por el propio Debord en 1971, es un desastre cinematográfico… y él mismo lo sabe. Ilustrar su clarividente texto con imágenes no es eficaz, porque la interacción entre ambas es tan sutil como insuficiente. Y a eso hay que añadir la cansina entonación de profesor, tan en alza entre los pensadores progres franceses. Pero lo hace a conciencia. Esto soy yo. Esto es un asco, pero es mi asco.
En 1984 Debord prohibió la exhibición de su obra cinematográfica, pero la internet respeta a los genios más que ellos mismos.
Aquí abajo tienen el desastre, y el genio (en una mezcla espesa pero radiante) de «La Sociedad del Espectáculo» de Debord. Una pieza que ha sido importante en el origen de Reflexiones de Repronto, en francés original con subtítulos en inglés:
Por si son ustedes de los que no leen los comentarios, tengan aquí la excelente recomendación de Mr Perplejo al hilo de las cintas de Stereolab: Kybernetická babicka («La abuela cibernética», 1962). 29 minutos de animación fotograma a fotograma de uno de los grandes de la disciplina: El checo Jirí Trnka.
En cualquier road movie lo importante es el horizonte; tarde o temprano tiene que verse y significar algo por sí mismo, a fin de empaquetar en aquel punto lejano el espíritu de la película. Está bien estudiado que, en el cine europeo, el horizonte significa pérdida o melancolía; en el cine norteamericano, esperanza, imán de pioneros; y en el cine chino o japonés, significa muerte.
Los horizones son sociología en foto. Entre los norteamericanos, alejarse de la gente, es una necesidad -no hay mayor humillación para un norteamericano que tener que recurrir al transporte público, regularmente-. El horizonte, lejos de todo el mundo, es esperanza, porque en la soledad no es tanto estar solo como que no te vean mal. En Japón, el sentimiento grupal es inverso, hasta el extremo. No sólo eres parte de un grupo: tienes responsabilidades permanentes hacia ese grupo. Y buscar el horizonte solo puede ser que te han echado del grupo, o que debes huir del grupo por una indiginidad monumental, a sabiendas de que no te aceptarán en un grupo nuevo, a menos que sea en la parte ínfima del escalafón: la muerte. En Europa, el sentimiento de grupo es una cosa intermedia, puedes abandonar el grupo y asociarte a otro, hay dignidad en el uso colectivo de las cosas,… y el horizonte es lo inalcanzable, personas que ya no tenemos, tiempo que ya no vivimos… melancolía.
Hermosa cita, pero con trampa. Como muestra el párrafo anterior, cada visión del horizonte nace del contexto en que se construye. El horizonte, por muy buena que sea la película, no significa algo en sí mismo, particular a esa película. Significa algo acerca de los grupos. Mirar un horizonte, como ven, es como mirar un espejo, pero un espejo que nos refleja como conjunto.
No sé si podría afirmar que Stereolab son mi grupo favorito. Pero sí que puedo afirmar que el concierto que más he disfrutado en mi vida fue un concierto de Stereolab, en un teatro de San Petersburgo. En una de esas tardes extrañas, todo se alinea, y estás pasándolo mejor que nunca.
Los discos de Stereolab son sobresalientes, pero más extraordinario es su espíritu musical. El matrimonio Tim Gane- Laetitia Sadier son eclécticos en sus gustos, hasta límites que uno debería exigir a cualquier músico profesional. Y -a esto venía- no se lo quedan para ellos.
La mejor forma de compartir sus hallazgos es el equivalente internetero de las casetes: una recopilación de temas ajenos. Pero mientras Nick Hornby decía en «Alta Fidelidad» que las casetes de regalo era «una forma de expresarte a través de la poesía de otros», las cintas de Stereolab son hallazgos musicales, extraordinariamente variados, y en ocasiones extraordinariamente raros. Tanto, que se toman años para hacer una nueva entrega.
No se lo piensen. Pueden escucharlas aquí. Música seleccionada por los grandes. Consuman hasta degustar lo inexplorado.
bola extra: maldita idea que ha tenido de obligar a oírlo por el lamentable realplayer, ¿verdad?
El candor y el estupor se dan la mano repasando las lecciones de ortografía de la Cartilla Republicana Antifascista. Un documento, a día de hoy, políticamente muy incómodo:
Nótese el pin-pan-pun.
Líderes políticos desde las primeras lecturas… arengando.
El martes en los informativos de Tele 5 daban la noticia del rumano que se prendió fuego en Castellón, a continuación pasaban una especie de ranking de los mejores bonzos de la actualidad informativa. Por supuesto el número 1 de la lista falleció en el intento.
Escalofriante. Y descompensado: casualmente, no hubo ranking al hilo de la muerte de Erika Ortiz.
Faltan semanas. O mejor dicho, sólo faltan semanas. porque llevo meses arrastrando esta idea. Gestándola en silencio.
Se menciona mucho «la era del youtube», una cosa etérea e inconexa, que refleja el acceso moderno a los vídeos y una preferencia sólida hacia lo audiovisual. Ahora bien, ¿cómo articular esa biblioteca de alejandría del vídeo que está conformando la internet, para construir un discurso? ¿cómo sería el columnista de la era del youtube?
Demasiadas veces he estado en una situación en la que he invitado a una persona a colocarse delante del monitor, diciéndole: léete esto. Digo demasiadas, porque en sus caras, el gesto venía a decir «¿de verdad esperas que me lea esto?». Sin embargo, esas mismas personas aceptaban encantadas ver (simultáneamente, en grupo) un video breve que ilustrara la discusión.
Así pues, ¿cómo construir ese vídeo que equivaliese a «leete este texto»?
Mi respuesta a esas preguntas ya tiene forma y nombre.
1) La libertad individual no existe (o: los mensajes retrógrados sólo necesitan ser apoyados por un producto)
Para asombro de los ciudadanos modernos, la bebida isotónica Powerade se anuncia con el eslogan más retrógrado de las últimas décadas: «¿tu cuerpo te pertenece? Pertenece a quien lo hace funcionar».
La pregunta inicial dice responder a una frase que considera habitual en la mente del espectador: la frase «mi cuerpo me pertenece», un argumento muy frecuente entre las personas que se defienden la homosexualidad y/o el aborto, y en general la libertad individual. Con la excusita de «anunciar un producto», están emitiendo repetidamente en pantalla que tu cuerpo pertenece a «otra cosa» (llámalo dios, llámalo energía) que hace funcionar tu cuerpo y que llora cuando haces cosas malas y que te quiere tanto que te mandará a un lugar con llamas en cuanto se lo permitas.
Lo fascinante es que «anunciar un producto» es más sagrado que defender los intereses de un colectivo. El gobierno de Aragón tuvo un anuncio de televisión en el que defendía que los recursos pertenecen a quienes pueden explotarlos, mientras que Aznar defendía que los recursos son de los jefes (y si alguien se resiste, como los del petróleo, pues se les bombardea). El anuncio del gobierno de Aragón nunca se emitió, ni siquiera después de ganar el juicio por la censura. Porque daba un mensaje «inapropiado».
Pero si anuncias un producto, puedes decir necedades hasta el extremo. Tu cuerpo no te pertenece. Le pertenece a algo de lo que nosotros, casualmente, somos el intermediario oficial. Qué casualidad y qué mala suerte, ¿verdad? La única pena es que el maldito avance social nos impide colocar una esvástica, o un crucifijo guay, en la etiqueta del refresco. Es lo único que nos faltaba para redondear el Powerade. Si es que no hay libertad.
2) Claudia Schiffer es gafe (o: no abandones tu fe)
En una tarde cualquiera, Claudia se queja de que le salen arrugas, se le rompen las puntas del pelo, y el sol le estropea la piel del escote. No hay paz para su martirio constante: tiene problemas si se le riza el pelo y tiene problemas si no se le riza. Claudia es el Job de la belleza. Y ella, como Job, se mantiene firme en su fe: fe en la química y en los potingues.
3) No existe la moderación
Los jaboneros Dove se promocionan con anuncios que pretenden defender a la mujer «real». Sospechosamente, dicen mostrar mujeres «de verdad» de la calle, que no entran en los estándares de las revistas de belleza (un estándar que ya comentamos aquí ).
Repito: Lo Dicen. Necesitan incluirlo en la locución. La imagen no es suficiente; porque la imagen, lógicamente, dice lo contrario. Las mujeres de dove están tan lejanas del estándar de la calle como dicen estarlo del estándar de revista. Son menos extremas en la ficción, pero son ficción. Como «enemigo» intentan colocar las imágenes ficticias, que el imaginario profesional identifica inmediatamente con la marca Adobe, propietarios del Photoshop.
Como es evidente, Dove contra Adobe suena a Kramer contra Kramer. Y es verdad, porque los dos juegan a lo mismo. La supuesta realidad de los jaboneros es como la supuesta realidad de los programas «reality». Dicen ser reales porque hay una ficción más extrema. En el mundo audiovisual, no hay términos medios y los únicos baremos útiles son los extremos. No existe la moderación: todo se referencia a los extremos.
4) La pederastia ya es oficial
Por si no lo creen, vean el anuncio en pelosexy.com (pulsen descargas, y bajen a «anuncio de la tele). El colectivo de socorristas no ha tenido inconveniente en que la empresa Herbal Essences deje entrever que el necesario trabajo de salvamento en playa es compatible con el acoso infantil.
La presentadora Michelle Jenner, imagen de la campaña, aparece en sus programas en La Sexta vestida de estudiante de minifalda y coleta, y de dominatrix calzada de cuero (olé por los guionistas, y por el buen ánimo de la chica). Pero incluso vestida de estudiante, no trasmitía la imagen de niña -el arquetipo de niña- que muestran impúdicamente los del champú a golpe de estilismo. Con maquillaje y vestuario concienzudos, los jaboneros herbales se las han arreglado para entrar en un terreno muuucho más pantanoso. Lo dicen los fabricantes de champú. La pederastia ya es oficial. Casi ná.