El tamaño es exactamente el de un LP de vinilo, pero con 124 páginas.
«René Goscinny era uno de mis mejores amigos y fracasó en todo lo que intentó en Nueva York, así que terminó alzando las manos y se volvió a París [Pasó la mayor parte de su vida en Argentina]. La cuestión con René, mi mujer y yo íbamos mucho a casa de su madre -él y su madre estaban muy unidos- para cenar, casi cada semana alterna, y ellos venían a cenar a nuestra casa, y lo peculiar de René era que tenía un flujo imparable de humor calmado e inteligente [droll humor]. Podía seguir y seguir y seguir con un monólogo interminable. Y notabas como te apoderaba el sueño simplemente escuchando el volumen de René.
Pero era bueno, era listo, y cuando volvió a París su material se convirtió en oro porque aplicado al formato del tebeo funcionaba muy bien. René fue crucial en la formación de Pilote. René era un editor y un dibujante y un escritor: una combinación perfecta. No se cuál era su acuerdo con el editor, Dargaud. Ojalá lo supiera. De cualquier modo, Dargaud le dio la responsabilidad, y René contrató a todos esos grandes artistas. Giraud [Moebius], Druillet, Gotlib, Uderzo… contrató a todos los que importaban. Lo que quiero decir es que Piolte tenía control de calidad artística. El medio lo llevaba la mano firme de un artista. Y ese medio se expandió y ahora [en 1981] tienes Métal Hurlant, Fluide Glacial, (A Suivre) y un montón de cosas más por Europa… todos medios sensibilizados artísticamente.Pero aquí en los EUA tienes todos estos tebeos ¡que han sido construidos esencialmente por contables! No sé cuantos contables había involucrados en los inicios del tebeo aquí. El hombre de la DC…
[entrevistador: ¿Leibowitz?]
¿No era un contable?
[entrevistador: sí, lo era.]»
El que habla es el maestro Harvey Kurtzman desde una entrevista de 1981. En esta entrada les intenté explicar por qué Kurtzman ha sido esencial en el humor contemporáneo.
Tras esa entrada me compré el número 7 de The Comics Journal Library, dedicado íntegramente a Kurtzman, con decenas de entrevistas. De todo, lo que más me ha asombrado es que René Goscinny, la otra pieza crucial, la que revolucionó el humor europeo con Asterix y Lucky Luke y El Pequeño Nicolás e Iznogud, tuvo una larga y constante amistad con Kurtzman. Cenaban repetidamente unos en casa de los otros, antes de construir sus grandes obras. Esas cenas con Goscinny soltando todo su humor en una cascada interminable solo a veces puntuadas por las intervenciones de Kurtzman, son el ejemplo perfecto de «cosas que lamento haberme perdido«.
Hay gente que se fascina viendo fotos de Humphrey Bogart montando fiestas con Marilyn y Rita Hayworth. Esas fiestas eran un coñazo que pueden reproducir en cualquier hotel de cinco estrellas, si tienen billetera. Pero esas reuniones Kurtzman-Goscinny… en ellas verdaderamente se forjó el espíritu del siglo veinte, y el veintiuno.
Como sé que creen que exagero, les pongo una cita más. La escribe Art Spiegelman, autor del único tebeo que ha ganado el premio Pulitzer: Maus. Un tebeo que si no han leido deben correr a la biblioteca para consumirlo ya. Spiegelman, en el volumen homenaje a Spiegelman, hace dos páginas de tributo al genio en la que dice lo siguiente. Agarrense porque es para ponerlo en bronce:
«[La revista Mad en la época en la que la creó, dirigió y escribió Kurtzman] era un collage de basura urbana que decía «¡prestad atención! ¡¡Los medios de comunicación os están mintiendo…incluyendo este mismo tebeo!!
Creo que el Mad de Kurtzman fue más importante que la hierba o el LSD al definir la generación que protestó la guerra del vietnam.»
En otras palabras, la persona que supo cómo articular la rebeldía como artefacto pop, fue Kurtzman. Cada vez que vean una revisión irónica que critica usando los propias herramientas de lo que pretendes criticar (y eso incluye el punk, el pop, el prank,… pufff… la lista es infinta)…
…todo eso tiene origen en Kurtzman. Y también en Goscinny, que estuvo allí desde el principio. En esas cenas nació mucho de lo que tenemos y de lo que somos. Levanto mi copa.
Harvey Kurtzman, John Severin y René Goscinny.
El espejo humorístico y tenaz de Dalí-Buñuel-Lorca.
No era fácil de decir, y este hombre lo expresa magistralmente.
La línea que encabeza el cartel del nuevo documental Sicko de Michael Moore no puede ser más descriptiva: «esto igual duele un poco».
Internet mediante, anoche estuve viendo la película y aún estoy intentando digerirla. Quiero decir, tenía una cierta idea de cómo funcionaba el sistema sanitario norteamericano, pero lo que cuenta el documental, estaba fuera de lo que sabía y de lo que esperaba.
Entiéndanme. Las péliculas de Moore han sido siempre más largas de lo necesario. Si yo ahora les hablo de tal persona y les digo que es un borrachín, el tema queda saldado así de rápido. Sin embargo, si estoy hablando directamente con esa persona, a la frase «es que eres un borracho», le sigue una larga discusión: «cómo que soy un borracho», «cuándo me has visto beber a mi», etc, etc. Las películas de Moore anteriores, hablan del público norteamericano al público norteamericano, y además les intenta convencer, con lo que siempre tienen más extensión de lo necesario para un espectador extranjero.
Sicko no. Aunque Sicko está dirigida al público norteamericano y pretende convencerlo, no tiene exceso de metraje porque habla de cosas que los norteamericanos ignoran, y que a los extranjeros, nos producen una sensación enorme de asombro y de vergüenza. La duración no se hace larga para un no-norteamericano porque el contenido no abunda en dar vueltas para convencer, sino en presentar constantemente situaciones nuevas que reflejan una única cosa.
Básicamente el resumen es este: en Estados Unidos el juramento hipocrático es ciencia ficción.
La máxima médica que dice «Fijaré el régimen de los enfermos del modo que le sea más conveniente, según mis facultades y mi conocimiento, evitando todo mal e injusticia.» funciona precisamente a la inversa en los EUA. Los médicos no fijan el tratamiento más conveniente evitando todo mal e injusticia. Es muy, muy, muy al contrario. Y verlo es increíblemente doloroso.
El retrato que hace Moore es atroz, y logra articular el discurso de forma sobresaliente, aun a sabiendas de que en dos horas de explicación apenas puedes rascar la superficie del problema. Comparar Sicko con La mano contra la piedra, que pretende enunciar el problema vasco y no lo rasca siquiera, muestra que el documental de Moore es una maravilla en claridad y en articulación.
Sus detractores hablarán de la técnica del documental, que utiliza trucos sensibleros y humorísticos, poniendo música de violín en los tristes y efectos de sonido en los cómicos. Yo los encuentro más que apropiados, necesarios, para convencer a los espectadores de una situación que prefieren no ver. La sensiblería es una herramienta a la disposición de todos los autores audiovisuales, no es una exclusividad de los programas de sucesos. Utilizarla para conseguir el efecto deseado es tan admirable como hacer un plano secuencia para conseguir el efecto deseado.
No quiero enumerar los elementos en pantalla, pero les diré que en un par de instantes se me congeló el corazón. Hay un minuto de una cámara de vigilancia en la que no estaba dando crédito. Y sólo era una persona bajando del taxi.
Tienen que ver Sicko. Sirve no sólo para entender que los médicos pueden ser conducidos al mal, sino para entender Estados Unidos en general: la gente se alista como soldado porque tienen menos probabilidades de morir en combate que de morir enfermos en casa, el ciudadano medio es totalmente dependiente de sus empleadores…
… y también explica, pero eso no aparece en la película, por qué el suplemento dominical de su periódico favorito tiene una sección de ejercicio y aerobic.
Robert Anton Wilson decía que los EUA solo garantizan la sanidad de los criminales; solo tienen acceso gratuito a los médicos los presos y los diputados.
Ver las consecuencias es aterrador.
Tal vez sea el equivalente audiovisual de lo que significó «Archipiélago Gulag» (mi libro-documental favorito, en tres tomos) para el sistema soviético.
Muy buena y muy reveladora. Deben verla.
Bola extra: Espero que nadie tenga la idea de añadir como coda (epílogo) de la película la intervención de Mariano Rajoy en el programa «Hay una pregunta para usted», en la que citaba como modelo a los norteamericanos repetidamente, y discutía el sistema sanitario. Eso no sería nada beneficioso para el líder de la oposición.
Bola extra dos: El título Sicko pretende aunar»Sick» (enfermo) y «Psycho»(sicosis/sicótico, como el film de Hitchcock).
Bola extra tres: Admiro que los norteamericanos puedan realizar estas películas. Anhelo el día en que en España se puede hacer algo similar sobre las recalificaciones, la gestión portuaria o la influencia de La Caixa. Los impedimentos sanitarios en EUA son los impedimentos audiovisuales en España: dinero, dependencia y sumisión.
«La Noria» será el nuevo espacio que conducirá Jordi González. Trasladará a la tele la crispación de periódicos y radios. Según su productor, Adrian Madrid, no contará sólo con periodistas del corazón, sino que al espacio acudirán desde polemistas políticos y contertulios habituales de la prensa rosa.
Esto es lo que yo llamo un reflejo de los tiempos, y un avance «de puta madre».
El tema lo llevan, no podía ser de otra forma, los productores de «Hormigas blancas» y «Aquí hay Tomate». En ambos programas, los perpetradores piratean y fusilan sin piedad el rico análisis del imaginario popular que ha realizado la imprescindible revista Mondo Brutto, le eliminan todo el trasfondo de interés y lo convierten en vacío audiovisual, en chunguismo extremo, en excusa para orinarle en la cara al espectador ingenuo que sólo es un potencial comprador de politonos.
Por si necesitan detalles: a uno de los responsables de Mondo Brutto, estos productores le pidieron una documentación de coleccionista, revistas rarísimas. Mondo Brutto, como ven, está en su redacción y en su fotocopiadora. La cuestión es que, dicho responsable de Mondo Brutto, en su ingenuidad, aceptó la petición y pidió a terceras personas (porque no eran suyas) esas revistas. Las prestó al programa, bajo promesa de que volverían. Los productores de «Hormigas Blancas» y «Aqui hay Tomate» jamás las devolvieron, y se las han quedado en propiedad. Y es que mearle en la cara a la gente en global, te lleva por inercia a mearle a la gente en particular.
Adrián Mardrid y Óscar Cornejo lo firman. La perversión de contenidos llega al extremo que ven arriba. Y da gusto saber que no importa cuán chunga vaya a ser una propuesta, siempre se puede contar con Jordi González y su integridad, que tiene el precio de una casita en Australia. Cuando haya un programa en el que se invite desde pantalla a apalear a los gitanos o prender fuego a los inmigrantes, ya sabemos quién lo producirá y quién tiene todos los puntos para presentarlo.
Miren bien la cita. Esperan que digamos «Uauh». Su programa «no contará sólo con periodistas del corazón». Uauh. Y le darán el micro a los nuevos pilares de la sensatez y del pensamiento español: a adivinos y a señoras que se follan a toreros… para invitarnos a que nos apedreemos los unos a los otros. Uauh. Y repartirán toda la mierda que sea menester para vender politonos y tener un chalé en las antípodas.
Al fin y al cabo, ¿para qué está la televisión, sino para remover el ganado que está fuera de las vallas de mi chalé? ¿Para qué, más que para endosarle refrescos y cremas a la caterva? ¿Recuerdan Yugoslavia en los noventa, ese país civilizado que se fue a la mierda porque la televisión invitaba y celebraba las animaladas?. Hala Jordi. Bebete todo esto y sácatela, que hay que empezar el programa. Vale, Adrián.
Lo tengo en la recámara desde hace semanas, pero no he encontrado sitio para comentar el extraordinario libro Afterpop, de Eloy Fernández Porta. Lo guardaba para hacer uno de esos comentarios largos y extensos que debían servir como anzuelo para leerlo. Y sigo sin encontrar el hueco para hacerlo, pero deben ustedes agenciarse un ejemplar cuanto antes.
Si son ustedes de los que van a la película según el elenco, aquí es insuperable: Baudrillard, Zizek, Mauro Entrialgo, Alan Moore, Burroughs, Walt Disney, Scorsese, Nixon… todos los grandes salen en algún momento. Si son de los que les gustan las lecturas con sustento, ya les digo que el maestro Fernández Porta refríe los posmodernistas con un saber hacer y una soltura envidiables.
Dos citas para atraerles definitivamente:
La posición simbólica del aficionado a la cultura pop mainstream: sabe que sus gustos suelen coincidir con los de todo el mundo y hace como si fuera igual que todo el mundo, pero en el fondo sabe que es otra cosa. Huelga decir que el estadio Santiago Bernabeu, se llena cada domingo con miles de ciudadanos que simulan ser parte de la manada, cuando en realidad son otra cosa.
O mejor, tomen esta, y reconstruyan a) la decisión, b) el conocimiento y c) el coraje que se necesitan para articular este párrafo:
El Acme Novelty Library de Chris Ware no es inferior a la cultura literaria, sino superior a la concepción de la cultura dominante: su lectura pide, y aun exige, algunas nociones de deconstrucción, historia del cómic underground, teoría de los medios, y no poca sicología. Pero ya se sabe: desde los años setenta, el arte son «sólo bobadas».
Tremendo. Según avanza, cada artículo del libro se dirige progresivamente a los criticos literarios. Cuando se les haga incómodo, pueden saltar sin miedo el restante hasta otro arranque de capítulo. Todo lo que no es intentar convencer a los inmovilistas, simplemente deslumbra. A por el.
La noticia más leída hoy en elpais.es habla de que
una empresa estadounidense que ha anunciado su último producto, que se encuentra ya en fase de producción, y que aparecerá en el mercado en octubre: un automóvil con aspecto de platillo volante que tiene la capacidad de volar. Redondo, dotado de ocho propulsores y capaz de levantarse verticalmente sin tomar impulso. ¿Futuro, ciencia ficción? No, presente.
De inmediato he visto una ciudad en la que prosperen los coches voladores. Con ese despegar tambaleante que muestra el vídeo que incluye la página. Con esa característica responsabilidad de los conductores que lleva a centenares de cadáveres al año. Con la habitual generosidad y comprensión del urbanita que circula. Y sobre todo, con la expansión en vertical de la circulación.
El resultado: se lo digo ya mismo. Si de normal cuando quitas las lineas de carril la gente ya va a su bola y atropella por los arcenes, en un aire sin marcas va a ser el caos. Y por caos entiendo a un gilipollas con tres copas y con infulas de Fernando Alonso que nos entra en el salón reventando las ventanas y volando todo lo que vea del ikea.
Si, amigos, por las calles, cientos de peatones sufrirán naves que aterrizarán de cualquier manera o que se les echarán encima porque «no te he visto», y los amigos de lo ajeno descubrirán que la vertical es una gran idea para entrar en las casas de los demás.
Tras el rastro de cadáveres, ya les aviso: el verdadero negocio de los coches voladores van a ser las verjas en las ventanas.
Salgan a la calle y miren hacia arriba. Todas esas fachadas con cristal a la vista tendrán que ser valladas como las plantas de siquiatría de los hospitales. Mientras los helicópteros que se acercaban en exceso impactaban con las aspas y se iban al desastre, estos nuevos coches van a inaugurar una nueva era del robo por balcón y del alunizaje de salón. Sin testigos, porque todos estaremos demasiado liados evitando los otros enloquecidos coches voladores. Empiezan a venderlo en octubre. Atentos al desastre.
Soy un apasionado del diseño de la Europa del este, por muchos motivos. Primero, la diferencia: estoy tan imbuido e inundado del diseño «occidental» que los ejemplos filocomunistas siempre llaman la atención. Es como un hombre que toca maravillosamente la guitarra con una sola mano. Tanto o más que su virtuosismo, te entusiasma la diferencia.
Segundo, porque son herederos directos de las vanguardias artísticas de principios de siglo, el momento verdadero y honesto en el que la estética creada por el hombre se disparó y se ramificó en millones de masas incandescentes. (Todo ese brillo y ese fulgor fue fulminado por la apisonadora nortemericana de posguerra, pero de eso les hablaré en el futuro.)
Su estética es, por tanto, heredera de la búsqueda y del hallazgo, en lugar de la que tenemos, que busca la seducción y el desembloso. La diferencia es enorme.
Les saco todo esto a colación al hilo de esta galería de carteles de cine polacos, checos y cubanos. Muchos de ellos son de películas bien conocidas, como regreso al futuro, en busca del arca perdida, tiburón 2, o rompiendo las olas. Pero da la impresion de que sea imposible que hablen de esas películas.
Lo maravilloso de estos carteles es que cumplen de un plumazo (o mejor dicho, de un golpe de vista) todas las funciones de un cartel de cine (descriptivo, llamativo, diferencial…) y una más, que aquí es impensable: la interpretación de la propia película. No solo te dicen qué vas a ver sino cómo debes verla, desde un punto de vista hermenéutico.
Armas de mujer muestra a una señorita encaramándose a la cabeza-escalera de un hombre. Los caballeros las prefieren rubias muestra el desenlatado de los labios sellados de Marilyn. Cuando una película habla de vacío, te muestra el vacío, y cuando habla de soledad te muestra la soledad. Y en cierto modo, todos parecen -a un espectador occidental- carteles de terror, porque decir abiertamente estas cosas es demoledor. Es una cosa de crítics y de cinéfilos y de gente interesada.
¿Tiene el espectador casual interés en esas cosas? Los diseñadores hacen el corte en el grafismo. Si te interesa el cartel, te interesa la estética. Si te interesa la estética, te interesa el trasfondo de la obra. La propia image determina que te interesa lo que está más allá de la superficie.
Definitivamente, lo hermoso de estos carteles es la diferencia, y la diferencia es abismal.
La galería completa de carteles de cine polacos, checos y cubanos está aquí.
(Noten que al autor al que dejan intacto en sus carteles es a Saul Bass: Anatomía de un crimen, El hombre del brazo de oro… conservan sus grafismos originales porque saben que Bass es un genio honesto: uno «de los nuestros»).
Al hilo del libro de Stephen King «Danza Macabra» me he abandonado al visionado de películas de terror viejas (Dementia 13, House on Haunted Hill,…) y en los últimos días me he repasado las cuatro pelis de George A. Romero sobre zombis: La Noche de los muertos vivientes, El Amanecer de los Muertos, El Día de los Muertos y La Ciudad de los muertos.
Por la Internet hay muchas y muy buenas críticas sobre la relevancia de estas películas. El mensaje de que los monstruos no vienen del espacio o de ultratumba sino que somos nosotros, el demoledor final de la primera, las críticas al racismo/consumismo/militarismo/statu quo,… Hay mucha literatura de esas ocho horas de metraje. No les voy a dar mi versión ni mi juicio comparativo. Es sólo que hay una idea que me inquieta particularmente.
Los zombis son unos tipos con un hambre voraz que comen carne viva, preferentemente humana. La comen aunque ellos mismos no tengan estómago y sean una cabeza y dos manos mal unidas a un esqueleto andante. Si te muerden, te convierten en uno de ellos. A menos que te devoren, claro, y no haya nada con lo que levantarse.
La cuestión en la que no había caído y que me inquieta especialmente es que los zombis han sido aquellos que han sido atacados pero han muerto en paz. Los que han escapado pese a su bocado y se han tumbado a esperar pacíficamente la muerte. Esos son los que se convierten en amenaza.
Aparte del horror de los cadáveres andantes, el mundo zombi es inquietante porque es el perfecto negativo de nuestra muerte ideal. Lo que deseamos es terminar en la cama, rodeados de la familia, tomando el ultimo aliento tranquilos y tumbados. Los zombis nos dicen que hacerlo te convierte en un monstruo. Los zombis son la encarnación del vive rápido, muere joven y deja un bonito cadáver. No esperes una muerte tranquila y dulce. No quieres una muerte tranquila y dulce. Si lo haces, eres un problema para los demás.
Esto es lo que se llama un mensaje subversivo. Los zombis, en cierta manera, hablan de las residencias y de los viajes del inserso. Y te están diciendo que hagas puenting de una maldita vez.
Ni pizca de gracia les ha hecho a los profesionales del diseño gráfico la idea del Ayuntamiento. «Hay una cierta equivocación en la aplicación de la democracia. Cuando se convoca un concurso abierto, la Administración dice que está dando oportunidades a todo el mundo. Eso es bonito, en la intención. Pero el resultado es nefasto. Puede ser un concurso abierto, pero entre profesionales«, se queja Soledad Hernández de la Rosa, presidenta de la Asociación Española de Profesionales del Diseño.
Efectivamente, la presidenta es partidaria de que el concurso se limite a sus asociados.
Pero lo particularmente brillante viene en esta frase de -no lo olvidemos- presidenta de la Asociación Española de Profesionales del Diseño:
«De esto pueden salir dibujitos, pero no logotipos. Si quieres innovar, se puede hacer con las fiestas de Alpedrete. Pero no con una cosa tan importante. Esto es no saber medir las cosas», insiste Hernández de la Rosa.
Poca broma. La presidenta de los diseñadores nos dice: ¿Qué hacen los cazadores de tendencias en Madrid, Barcelona, París o Nueva York? ¡Donde está la verdadera innovación es en las cuartillas de las fiestas de pueblo!
La españolidad, con su mezcla de funcionariado y de ‘que inventen ellos‘, por bandera. Y olé.
Por si les interesa, el concurso se está levando a cabo en madrid2016.org.es.
Por cierto, No entiendo la doble terminación org-es.
Actualización por presiones: igual que no todo el mundo -sobre el papel- puede construir el ave, el diseño es cosa de diseñadores. Como escribe Mariscal, «hacer un logotipo es un trabajo mucho más largo que hacer un dibujito, y eso no va a poder hacerlo alguien que no sea un profesional».Efectivamente, es muy triste que el ayuntamiento de Madrid dé a entender a toda la población que eso se hace en un pis pas por un cualquiera.
Pero en España, amigos, elegimos los cantantes en operación triunfo.
En otras palabras, en España todos los proyectos han sido ordenados por el marques de tal o por don álvaro de nosequé, que no sabe construir un ave ni fregar los platos de su casa, y han sido ejecutados por otro, que podía haber sido ese como otro distinto.
Si eso se hace con los trenes o los túneles, qué esperaban con -pónganse en la perspectiva de don Álvaro- «unos dibujitos».
Nos gustaría ese mundo ideal en el que cada profesional se ocupa de su campo.
Pero España, amigos, es la subcontrata. Ser el que cobra, no ser el que soluciona.
No es «democracia mal entendida», como dice la presidenta. No es un caso particular. Es lo de siempre. Duela como duela.
Hay muchas entradas en la blogosfera acerca de los términos nerd y geek. Están muy preocupados en saber cual sería la traducción al español del concepto. En este blog nos parece más revelador saber de dónde vienen. Para conocer el uso a principios de siglo del término geek, probablemente esta cita será iluminadora:
En algunas ferias [de freak-shows] el fenómeno más terrible de todos permanece oculto, (…) escondido porque su presencia fue prohibida por la ley en 1910, metido en un foso y vestido con harapos. Se trata del geek, y a cambio de un dólar extra, un podía acercarse al borde del foso y verle arrancar de un mordisco la cabeza de un pollo vivo y luego tragársela mientras el pájaro seguía aleteando entre sus manos.
Stephen King, «Danza Macabra»,
Ed. Valdemar, pag 67
Por si suscita suspicacias, este libro de King no es de ficción sino un ensayo sobre «el fenómeno del horror: libros, películas, radio, televisión, todo». Y es bastante entretenido.
Y después de la cortinilla, colosos como Solzhenitsyn (no en la imagen)
En 1972, vía ese consumidor musical llamado Jose María Iñigo, había programas de máxima audiencia con sintonías del calibre de esta joya:
A ver quién tiene el coraje de encontrar hoy un programa de prime time con un encabezado tan glorioso como el Psyché Rock de Pierre Henry. Yo diría que vamos a peor.