Así, como ven en las imágenes de arriba, estaba decorado el despacho de Ramón Gómez de la Serna en Buenos Aires.
Cuando asistí, medio siglo después de estas fotografías, a la reconstrucción contruida en el museo Reina Sofía, me asombró cuán adelantado estaba el Maestro.
Noten la mezcla. Noten el material de la mezcla. Valórenla en su momento histórico. Noten la bola de espejos. Noten el cartel de «Peligro de Muerte». Noten todo. Hay apenas nada que no sea subrayable. Todos los modernos zappeantes remezcladores que quieren palpar el futuro veinte minutos antes de que llegue, verán de un vistazo lo grande, lo enorme, que era Ramón Gómez de la Serna.
Hace nada les hablaba de la línea directa que une el humor con la deconstrucción. Estas imágenes le dan a ese vínculo la tercera dimensión, la de su impacto en el tiempo. La retrospectiva de los despachos de De La Serna no sólo prevé nuestros tiempos, sino que los ensancha y los relaciona con una herencia aún más amplia. Todo lo moderno está ya ahí. Sólo necesitábamos humor, inteligencia y tiempo para darnos cuenta.
Vean las imágenes en alta resolución en estos documentos pdf: uno y dos
Hace año y pico hablamos en este rincón del «Para hacer bien el amor hay que venir al sur» de Raffaella Carrá, de sus múltiples versiones y su impagable videoclip. Todo ello, en este post: «Raffaella y la tijera».
La canción sonaba de nuevo en un bar, y esta vez lo que me paró fue la primera frase de la canción: «Por si acaso se acaba el mundo».
Me quedé parado, claro, porque tenía bien reciente ese descubrimiento de la canción del verano del apocalipsis, en particular el «Vamos a la playa» de Righeira. Todo ello, en este otro post: «bailando al ritmo del desastre».
Que cantemos con Rafaella alegremente ese canto al sentimiento del fin inminente de los tiempos, me ha puesto en alerta. ¿Cuántos temas más hay? Ahora escucho las radiofórmulas de época mascando las frases un poco más lento.
Lo curioso de la Rafaella apocalíptica es que marca las diferencias con Righeira. Ambos italianos, y ambos música de baile, pero es la Carrá la que encarna el eslogan mismo de «si se acaba el mundo, que me quiten lo bailao». Y para muestra, vean esta imagen:
La imagen entronca con el apocalipsis moderno, que toma la forma de calentamiento global. Con el mismo mensaje: que le quiten lo bailao. Pero con el celtiberísimo mensaje de «mira cuantos hombres pone Agip a tu disposición». Pues lo que se disponga, oiga. Por si acaso se acaba el mundo.
Ed. Anagrama. 371 págs. 19,50 €
A la venta a partir del 6 de noviembre.
Casi nada. He mirado en Google y por lo que parece esta va a ser la primera reseña sobre «Homo Sampler: Tiempo y consumo en la Era Afterpop«, el nuevo y reluciente libro de Eloy Fernandez Porta. Es un privilegio. Ya saben de mi fascinación por su anterior libro, Afterpop, que ha aparecido con frecuencia en este blog. No es impedimento para decir, desde el primer párrafo, que el libro de Eloy es extraordinario.
Comentar un libro y destripar su contenido son dos cosas al parecer paralelas en los textos de Ensayo. Por ejemplo, entre mis amigos bromeamos diciendo que los libros «populares» de Gustavo Bueno, se leen mirando el índice: es un listado de las opciones que va descartando hasta decantarse por la que aparece en el último epígrafe. Afortunadamente, en el caso de Homo Sampler, se puede hacer a la inversa. Se pueden plantear las preguntas que resuelve, y dejar intuir el enorme armazón explicativo que las revela. Y son preguntas que, con frecuencia, han aparecido, no ya en este blog, sino en los rincones en que se comenta cultura popular. Por ejemplo:
– ¿Por qué el epígrafe cultura basura se aplica a las revistas y las películas, pero nunca al teatro, los textos ensayistas o las editoriales literarias?
– ¿Por qué los programas del corazón y los presentadores de Reality Shows nos parecen -abiertamente, notablemente- fachas?
– ¿Cómo dinamitar la creencia pacata de que «la tecnología nos está creando un falso tiempo acelerado»? ¿Por qué mantenemos la figura del artista resistente al tiempo?
– ¿Cómo es que la publicidad actual está tan centrada en los eslóganes ecologistas, en los discursos anticapitalistas underground (con frases tomadas de epítomes de la cultura combativa) y en los ecos de lo atávico («vuelve a la naturaleza»)?
– ¿Por qué estamos habituados a reflexiones del estilo «en mis tiempos, sí había pop de verdad; el de ahora -esta subescena pop salpimentada con soflamas de resistencia política y delirios de alternativa comercial- es casi peor que el pop para las masas«?
El centro de Homo Sampler es el tiempo. El tiempo como elemento consciente y subconsciente en la creación y en el consumo (incluyendo, cuando vamos a comprar el diario, o un reloj). Y sobre él, F.Porta construye dos conceptos cuya utilidad sabremos en el futuro. El primero es el concepto de «Tiempo™» (vean abajo la nota *) en oposición al tiempo real (esa cosa que va a segundo por segundo). El segundo es el concepto de «Ur-Pop«, que va intrínsecamente ligado al primero, pero que es el que antes se presenta en la obra.
El Ur-pop es el levantamiento de acta de la emergencia inesperada de figuras, valores o emociones primitivos en un espacio ultramoderno. Como en la imagen de la portada, en la que un menú de fastfood forma parte de una talla precolombina que retrata un pasado que nunca existió. El Ur-pop (y aquí pongo tres ejemplos que NO salen en el libro) se reflejaría en las fotos porno realizadas en punto de cruz en la exposición de Mauro Entrialgo (el trabajo manual, pretecnológico, da credibilidad a la obra), en la fijación que tiene Boing Boing (el blog de más éxito mundial) por los tricotados con motivos contemporáneos, y -tirando del hilo hasta el final- en los nacionalismos/regionalismos de montaña y boy-scout con rastas, que reclaman, como esas tallas del macdonalds, un pasado reescrito y, por tanto, sugerente.
El Tiempo™ (insisto: vean nota *)es la concepción espectacularizada del tiempo real. Como enuncia F.Porta cuando introduce ese Homo Sampler que titula el libro, el tiempo real (el de a segundo por segundo)nos viene elaborado y mezclado de fábrica. Y lo que hacemos con él es samplearlo. Crear momentos de más intensidad que otros (en realidad, una pura pugna por conseguir el momento de más intensidad, momento tras momento [**]) y después, a posteriori, justificar una continuidad.
El libro se remata con un último tercio dedicado a la cultura basura, que toma el discurso donde lo dejaron la exposición Cultura Basura de Jordi Costa y la sección Planeta Enfermo de Manuel Valencia, y lo lleva a donde los analistas culturales -como el eslogan de Star Trek- no se atreven a acercarse.
La maestría de Fernández Porta no consiste en depurar las preguntas correctas, sino en retratar que esas corrientes existen, simultáneamente, en todos los estratos de la comunicación cultural. Saca ejemplos de todos los ámbitos: las películas, los tebeos, la literatura, la fotografía, la televisión, las artes plásticas… y teje con todos un tapiz que muestra a la luz el dibujo subyaciente. Da la impresión de que F.Porta es un erudito en todo, por la simple razón de que nadie practica una reflexión tan audaz, tan actual, tan profunda y tan diversa de lo que es -en todos los sentidos culturales de la palabra- el ahora.
Tienen que entender mi asombro. Yo tengo mucho pudor antes de hablar de Mr. Brain, la colección de fanzines que publicaba el hoy luego director de El Jueves Manel Fontdevila. Pienso que no hay tantas copias y que comentar la pasión de Fontdevila por las claves del humor (como su análisis del chiste Miss Tetas) es una arrogancia de coleccionista («¡ustedes fueron unos despistados: deberían tenerlo en su estantería!»). F.Porta hace justo lo contrario. No sólo abunda en Mr Brain, y en fotografías premiadas y en ferias de arte de vanguardia de público escaso. Lo toma todo y hace un enorme collage anatómico en el que te presenta cada singularidad como partes de un todo. Del mismo todo que te hace plantearte las preguntas ante la tele o en el cine o leyendo un periódico, porque allí ese todo también asoma (y los caza).
¿Es todo bueno en Homo Sampler? No; todo tiene un pero. En España, las cosas que hacen gracia siempre son tildadas de superficiales, cuando no directamente de vacías. Así que Fernandez Porta arranca el tomo con una introducción densa, tirando a difícil, que es un manifiesto que en esencia dice «todo lo que viene detrás va en serio«. Esas primeras veinticinco páginas pueden hacer desistir a los lectores accidentales, pero ustedes ya están sobre aviso. Cuando después de la lectura de los textos mayores acudan a esa entradilla, todos los conceptos presentados les serán mucho menos arduos.
Por otro lado, el desarrollo del Ur-pop que realiza Fernández Porta (y que ocupa un tercio del libro, poca broma) lleva en ocasiones a la confusión. El autor alterna a lo largo del texto la perspectiva cínica («lo que hacen los demás») y la perspectiva estoica («esto nos pasa a todos»), y esos cambios nos hacen dudar si es un síntoma para el que hay salida, o es un «cambio atmosférico» de la época cultural (Ortega y Gasset lo llamaría una vigencia). Ese cambio de lente en el discurso puede impedir que cuaje el término Ur-Pop con la fuerza con el que cuajó su término Afterpop.
Con todo, Homo Sampler supera a Afterpop. Es mejor libro. Hay más porcentaje de material interesante para el hombre de la calle y para el comentarista inquieto. Y tiene dos partes (la del Tiempo™ y la del TrashDeLuxe, casi doscientas páginas) que son para enmarcar.
En serio. Un libro para quitarse el sombrero. De lectura obligatoria.
__________
(*) En realidad, F. Porta llama RealTime al tiempo «civilizado falso/remezclado», y Tiempo™ al tiempo de reloj. Me parece que la forma intuitiva de llamarlos es, precisamente, a la inversa. ¿Por qué oso a darles la vuelta para este comentario? Porque el tiempo «civilizado / distinto del real» es consensuado por los grandes intereses (esa sensación de que el tiempo se acelera, esa necesidad de tener noticias constantes aunque no sean suficientemente importantes como para cambiar la web del periódico) y, porque es sampleado, de ahí lo de Homo Sampler, lo cual le da un extra de idea humana registrable. La partícula «™» condensa todo eso de un vistazo. Como ésta es una revisión telegráfica, prefiero los grosso-modo visuales. Al fin y al cabo, lo importante es transmitir la idea que enuncia y desarrolla don Eloy.
[**] En un fingido crescendo hacia un supuesto momento máximo que nunca sucede. Como decía Althusser: “la hora solitaria de la ‘ultima instancia’ no llega nunca”
Todo viene de esta noticia. En realidad, la vi en la tele, con imágenes de las cámaras de seguridad, mostrando a los protagonistas llevándolo a cabo. Había algo de irreal en las imágenes. Porque lo que estaban haciendo era puramente futuro.
Hay una cuestión básica con las máquinas: no hay forma de hacerles cambiar de idea. Sin entrar en temas de inteligencia artificial, ni nada. Las máquinas están para lo que están. Y para cambiarlas hay que ponerse manos a la obra y modificarlas concienzudamente. La ficción ha pensado en el espíritu de las máquinas, hasta el extremo de soñar artefactos que no solo deciden, sino que pueden ser convencidos.
El seminal primer número del tebeo Transmetropolitan muestra un momento en el que el protagonista Spider Jerusalem descubre que los electrodomésticos de su casa son adictos a las drogas. Es un momento importante, que nos detalla el futuro en el que se desarrolla la historia. Más allá de la conciencia y del raciocinio está la adicción, porque es el extremo de la consciencia del propio cuerpo. Las drogas para las máquinas son una pura entelequia, claro, porque incluyen todos esos conceptos, que a fecha de hoy son inalcanzables.
Y de pronto te encuentras con esto: un grupo de señores -los redactores de la noticia insisten en que nos fijemos en su etnia- que, circundando todo lo anterior, inventan la droga para máquinas.
Entendámonos: el cortocircuito para que la máquina tragaperras dé MÁS dinero del que debe es una maravilla de la ingeniería. No es ese trastabillar para parar el funcionamiento. No es el sabotaje que ralentiza el rendimiento. Es como en las pelis, cuando ponen la cinta de casete que hace que el satélite haga lo que quieren los aliados, como ese virus que en independence day Will Smith instalaba con un disquete, porque las disqueteras de tres y medio son el estándar intergaláctico de la informática.
El ácido que droga a las máquinas en tu beneficio es ingeniería inversa de ciencia ficción. Es vitaminar una aparato para que vaya más allá de sus funciones y haga lo que deseas. Spider Jerusalem miraría el bote de ácido camuflado en paquete de tabaco, se ajustaría las gafas, y sonreiría mientras ajusta su disruptor de intestinos: «El futuro está viniendo y os vais a cagar«.
Ya casi nadie se acuerda, pero hubo un tiempo en el que en España la canción del verano fue contestataria. Antes que todos nos convenciéramos de que los temazos de agosto trataran sobre las barbacoas y los bichitos, durante un corto periodo la canción del verano fue un canto a la frustración y al (inminente: recuerden Reagan-Thatcher) apocalipsis. Era el fin del mundo, pero nos sentíamos bien.
Los bastiones principales del hit veraniego inquietante fueron el dúo italiano Righeira (Stefano Rota y Stefano Righi), cuya página web oficial muestra un impecable teletexto.
Los dos éxitos fundamentales de Righeria:
1) un retrato de lugares idílicos en las azoteas de las ciudades donde los modernos disfrutaban del lujo, rematado con el demoledor estribillo
Yo quisiera estar ahí
mas
no tengo dinero
2) un viaje a la costa en un mundo radiactivo donde, una vez desaparecidos los peces, solo quedaba agua fluorescente.
Aquí pueden ver los vídeos de estos dos temazos.
Fijense particularmente en la coreografía de Vamos a la Playa, que contra todo pronóstico se ha mantenido fresca y molona. Cantándole al reloj de pulsera (como ya hicieron antes Dick Tracy y luego Chiquito de la Calzada), practicando el célebre latigazo ochentero, y llevando la simplicidad al extremo mediante el congelado alternativo de los movimientos.
Les pongo un video extra al final para degustar más si cabe la simplicidad abrumadora del baile.
Hemos vuelto a Righeira en un ramalazo del Focoforo
que se está tornando un lugar fetén para las conversaciones del moderneo.
Mientras este blog se toma un paréntesis veraniego, les dejo un buen montón de lectura moderna, divertida y provechosa:
“El Mondo Brutto ha sido (y es) toda una institución cuya influencia contagia los más diversos ámbitos de la cultura popular de nuestro país. Irreverentes, estilosos, subversivos cronistas y obsesivos exegetas de la cultura trash, nadie puede negar lo merecido del estatus que gozan”.
Mondo Brutto viene siendo en los últimos años el principal referente de la cultura alternativa en España. Pero MB es mucho más que eso: sus autores han sido capaces de crear no sólo un verdadero estilo literario, sino una forma tan inteligente como insólita de mirar la sociedad y el mundo que los/nos rodea, con aportaciones tan fundamentales como la difusión del concepto de lo “bizarro” (en el sentido anglosajón de bizarre, o sea, raro, estrafalario), una palabra extendida hoy entre la gente progre y snob (cabe sospechar que para irritación de los propios redactores de MB).
Con estas citas introductorias, les invito a la lectura compulsiva de números antiguos de Mondo Brutto, disponibles en la red gracias al escáner de Frunobulax.
Los pueden descargar en esta página. Casi veinte números, nada menos.
Luego, acudan a sus tiendas y compren los de años subsiguientes, porque toda persona de bien debe leer Mondo Brutto.
Bola extra: Que yo sea colaborador de Mondo Brutto desde hace un lustro, no es impedimento para decir abiertamente que ninguna otra revista me ofrece tanto como lector. Insisto: ya tienen lectura de verano. Zapeen a gusto entre los ejemplares.
El DVD es un formato viejo, estanco, limitado a la voluntad de sus creadores originales. El ordenador cambia, y añadimos cosas según necesitamos nuevas actividades. La gran pelea del futuro es la flexibilidad.
Cuando el año pasado Apple sacó el iphone, pensaba que las compañías rivales harían lo lógico. Ya que no podían pelear en estética, abrirían por fin la mano y permitirían la instalación de aplicaciones externas. La voluntad de obligar a pagar por cada nueva actividad -consultar el email, acceder a un buscador, etc- les ha cegado.
Por no hablar del tapón a la creatividad y a la creación de negocio. Tu gran idea para móviles nunca se llevaba a cabo porque las empresas del gremio no lo qerían implementar, y santas pascuas.
El nuevo iphone trae muchas cosas. Pero desde mi punto de vista, lo más importante es la flexibilidad. La instalación de aplicaciones creadas por los usuarios. El permitir que los demás nos ayuden a hacer las cosas que queremos. Que era algo evidente desde hace un lustro.
Esperemos que no vuelvan a cerrar la puerta de los teléfonos.
El artista Brian Bolland, en uno de sus Mr. Mamoulian, hacía un chiste con uno de los clásicos de la música electroacústica: el tema «I am sitting in a room». Era el chiste más difícil de pillar que había visto en mi vida, o al menos el más arriesgado. La música electroacústica, pese a ser impartida en las escuelas de música, ha sido tradicionalmente muy (subrayen muy) minoritaria y marginal. Hacer un chiste sobre un corte específico de una disciplina poco conocida era un riesgo asombroso. Pero me estaba arrancado carcajadas. Así que debo creer en la música electroacústica.
Con t0odo, me ha sorprendido mucho esta versión electroacústica del tema Nude de Radiohead. Es una gran solución para mostrar las veleidades de la música electroacústica, que evidentemente genera texturas sonoras muy particulares.
La gracia es que no es una pieza creada como pieza musical, sino como pieza de vídeo. La diferencia es abismal. Es esa inconsciencia la que hace avanzar a las vanguardias: el no ser consciente no solo de las normas de la disciplina, sino de la disciplina en sí misma.
El papa Benedicto XVI ha decidido enviar mensajes de texto a los móviles de los jóvenes católicos que se congregarán el próximo mes de julio en Sidney durante el Día Mundial de la Juventud.