Recientemente les hablé del holocausto cultural, que consiste en borrar la identidad real de los autores y sustituirlos por sus equivalentes-espectáculo (recuerdenlo aquí). La muerte del escritor Francisco Umbral (nombre real: Francisco Pérez Martínez) ha dado muestra inmediatas de cómo el proceso se ejecuta desde el primer minuto en los medios de domunicación.
El muy seguido programa de Ana Rosa Quintana (nucleo duro de las ventas de politonos y potingues para la piel) ha plantado dos monumentos inmediatos:
1) Reducción de Umbral a su equivalente espectáculo:
Umbral fue durante una larga temporada una pluma ácida y consistente. Una figura que engalanaba cada nueva entrega de la revista Destino -un referente del contestatario de alto nivel-. La acidez de sus embistes se ha reducido con la caducidad de los procesos que retrataba (no dejaba de ser un naturalista, un retratista, un analista y hombre de su tiempo).
Pues bien, todo el retrato biográfico de Francisco Umbral ha consistido en una selección de momentos espectáculo, en la que le decía a Antón Reixa si se pensaba que era maricó, que a qué venía que le regalara un espejo, en la que mandaba con cajas estempladas una pregunta estúpida de una periodista a juego, y por supuesto su queja atronadora a que le tomaran el pelo y lo usaran de figura ennoblecedora, de galón visual, para dar prestancia a un programa de televisión al que le habían invitado para hablar de su libro y en el que tuvo que ponerse firme para hacer lo que le habían llevado a hacer: hablar de su libro.
Las obra y los logros y el perfil de Umbral fueron, lógicamente, ignorados por completo. Lo consecuente con el Holocausto que les vengo retratando.
2) El muerto como combustible
Como les dije, de los autores «sólo queremos su pelo: los nazis lo usaban para hacer telas, los nuevos medios lo usan para subastarlo y sacar la noticia en el telediario».
La periodista Paloma Barrientos ha mostrado esa situación de la forma más abiertamente bochornosa. En ese mismo programa, se ha dedicado a recitar un texto del propio Umbral ensalzando a ella misma («Paloma, palomita…» recitaba), sin ningún rubor, y hablando rápido para meter el máximo de material antes de que la vieran venir y le retiraran el micro. Existe la posibilidad de que Umbral escribiera el halago para meterse en sus faldas, porque don Francisco lo hacía todo con la tinta, hasta ligar abiertamente. Pero lo importante no es el origen del texto, sino su uso final.
En un mensaje para las telespectadoras, el recitado nos venía a decir: «se que ustedes ahora que se ha muerto Umbral van a comprar sus libros como idiotas, porque morirse sube las ventas» -bueno, estrictamente, inundar los informativos sube las ventas- «así que ya que están compren los míos, que también le gustaban a Umbral».
Conservando la tradición histórica, el holocausto cultural también utiliza los muertos como combustible. Las chimeneas de los crematorios se convierten en señales de humo que deletrean «¡compren! ¡pero compren lo mío!».
Evidentemente, hoy es imposible publicar la revista Destino. Ese espíritu ha sido encerrado en un ghetto y después lo han convertido en humo.
El título es del documental de Zizek que les saqué a colación aqui, pero describe el enfoque de la gamberrísima serie «La Casa de Los Dibujos» (originalmente «Drawn Together).
Una supuesta telerealidad que presenta el primer Reality Show con concursantes animados. El concepto «telerealidad» es torticero y mentiroso, pero al menos ha servido para crear piezas tan divertidas y ácidas como esta:
En La Vida de Brian, una de las muchas cosas que el equipo de los Monty Python captó bien fue la extrema rapidez con la que puede comenzar un nuevo culto religioso. Puede brotar casi de la noche a la mañana y ahí quedar incorporado a la cultura, donde juega un dominante e inquietante papel. El «Culto a la Riqueza» de la Melanesia del Pacífico y Nueva Guinea proporciona el ejemplo más famoso de la vida real.
Los isleños notaron que las personas blancas que disfrutaban de [las maravillas tecnológicas posteriores a la segunda guerra mundial] nunca las habían hecho por sí mismos. Cuando tenían cosas que necesitaban reparar, las desechaban y otras nuevas llegaban como “carga” en barcos o, más tarde, aviones. Nunca se vio a ningún hombre blanco hacer o reparar algo, ni, efectivamente, hacer nada que pudiera reconocerse como trabajo útil de cualquier clase (estar sentado tras una mesa barajando papeles era, como es obvio, algún tipo de ritual religioso. Evidentemente, entonces, la “carga” debía ser de origen sobrenatural.
Esta lógica aplastante creó cerca de veinticinco cultos paralelos e independientes en Fiji, en las Islas Salomón y en Nueva Guinea. Fíjense particularmente en este que se centra en la figura mesiánica de John Frum, uno de esos blancos que hacían brotar maravillas de la nada a modo de maná. Su fe se vio refrendada cuando
llegaron tropas norteamericanas, que incluían hombres negros que no eran pobres como los isleños, sino tan llenos de “cargo” como los soldados blancos. Una excitación salvaje invadió la isla. El día del Apocalipsis era inminente. Todo el mundo se preparaba para la venida de John Frum. Uno de los líderes dijo que John Frum vendría de América en avión, y cientos de hombres comenzaron a limpiar el bosque en medio de la isla para que el avión pudiera tener una pista de aterrizaje en la que tomar tierra.
La pista de aterrizaje tenía una torre de control de bambú con “controladores aéreos” llevando auriculares falsos hechos de madera. Había también aviones falsos en la pista de aterrizaje, actuando como decorados, diseñados como señuelo para atraer el avión de John Frum.
La más alta autoridad eclesiástica, un hombre llamado Nambas, afirmaba hablar de forma habitual con él por “radio”. Esta “radio” consistía en una anciana mujer con un alambre eléctrico alrededor de su cintura que entraría en trance y hablaría un galimatías, que Nambas interpretaría como palabras de John Frum.
Esta es básicamente la historia de la religión católica, el judaísmo, el Islam, y todas, todas las demás.
Merecen las mismas carcajadas, porque si una cosa les ha hecho gracia, las otras no difieren en nada.
Las citas están extraidas de «El Espejismo de Dios» de Richard Dawkins
(Espasa Calpe 2007, pags 221-224),
quien a su vez cita el libro «En busca del Paraíso» de Richard Attenborough.
Este tufillo a virgen maría debería haber servido para darnos cuenta
Indignado, oigan.
Pero indignado.
Llevo algunos días consumiendo ficción como un poseso. Tebeos, películas, libros, lo que pillo. En mi mesilla hay un pilón de revistas “El Papus” de los ochenta. En la estantería, un brazo de longitud en lomos de prestado. Antes de soltar hay que digerir, y el tiempo estival es más dado al sofá y el disco suave. De ahí que hace algún tiempo que esté en silencio. Estoy cargando el voltaje.
La cuestión es que en medio de este consumo frenético, me topé de bruces con un documental. Tenía dos versiones de él. Mis amigos de profesiones liberales decían que estaba muy bien. Mis amigos con formación científica me decían que no me acercara a él ni con un palo. El documental pretende ser de divulgación científica, y como había salido en un par de conversaciones recientes, procedí al visionado. El título de la pieza es “ y tu qué sabes”, o si traducimos el título original, “¿qué #$*! Sabemos del universo?”
Condensaré mi opinión en dos palabras:
Qué vergüenza.
No se acerquen a esto ni con un palo.
Como esa misma frase me llevó a acercarme al documental, que es precisamente lo que quiero evitar que les pase a ustedes, voy a proceder a explicar por qué este audiovisual es nocivo, mentiroso y torticero. Especialmente torticero.
Para ello, voy a dilatarme en un juicio que no he encontrado por la internet, y que considero necesario teclear. Así que en adelante, pese a que soy muy lego en la materia, voy a hablar un poco de física cuántica, de la visión de la física cuántica, y de cómo aplicarla de forma torticera. Va a ser un poco largo, pero es la única forma de que no quede algo telegráfico e incomprensible.
¿Por dónde empezamos? ¿Por la imagen de ciencia, por la mitología creada al rebufo de la cuántica o por la fijación por la lógica?
Empecemos por lo difícil: la física cuántica.
La física cuántica es un campo en el que los especialistas confiesan abiertamente que no entienden mucho. Es un ataque de sinceridad, pero no se lleven a engaño. No entienden mucho, pero entienden más que los legos. El célebre lema socrático “sólo sé que no se nada” es un canto a la persecución, al análisis y al descubrimiento. No es un ensalzamiento de la ignorancia. Que es una célebre trampa en la que caen los perezosos.
La clave de la física cuántica, en el discurso que pretendo transmitirles, la encontré en una entrevísta con el filósofo esloveno Slavoj Zizek, al que espero que recuerden. En una película-entrevista-discurso titulada “La realidad de lo Virtual”, allá por el minuto doce de cinta, hacía este juicio que creo que es poco conocido:
“¿Qué es la física cuántica? Fórmulas que funcionan, experimentalmente confirmadas, pero que no podemos traducir con nuestra experiencia diaria de realidad ordinaria. Esto es lo traumático de la física cuántica. Literalmente, no podemos entenderla. No en el sentido de que nosotros, los hombres comunes, los idiotas, no la entendemos, y solo un par de científicos pueden. Tampoco ellos pueden. En el sentido de que símplemente funciona, pero si intentas construir una ontología consistente basándote en ella, obtienes resultados sin sentido. Tiempo que va hacia atrás, universos paralelos,… Obtienes cosas que son simplemente sinsentidos en lo que respecta a la noción ordinaria de realidad”.
Este párrafo tiene muchas, muchas consecuencias que voy a intentar enumerar.
La primera: la física cuántica se construye sobre resultados puntuales, independientes, que sólo comprendemos en ese caso particular. No se pueden sacar conclusiones. Antes que nosotros, la comunidad científica ha intentado aplicar la lógica directa, consecuente, para seguir tirando del hilo, con resultados nulos.
Cada vez que al hablar de física cuántica hablamos de gatos que están simultaneamente muertos y vivos, de obras de teatro que pueden ser cualquier obra hasta que se alza el telón, de universos paralelos que se ramifican cada vez que nos tomamos o no nos tomamos un café… estamos recibiendo una explicación puntual, que sirve para que establezcamos en nuestra cabeza una idea menos abstracta que una ecuación. Pero lo importante es que no se pueden dar pasos subsiguientes. No se pueden extraer consecuencias. Esta es la mayor vergüenza del documental que nos ha traido hasta aquí. Dibuja universos paralelos y tira del hilo y miente de tal manera que se ruboriza hasta el celuloide.
Pero de los resultados cuánticos sí que se puede sacar una conclusión más genérica, que es mía y que no tengo herramientas para articular. La existencia de la física cuántica, esa forma de convertir en manejable mecanismos que escapan a nuestro cerebro, y que ha logrado que existan cosas tan reales como el transistor, el teléfono móvil o el ordenador con el que estoy escribiendo este texto, rompe a mis ojos una creencia común. De toda la vida, se ha pensado que las matemáticas son un subconjunto de la lógica. Las matemáticas son lógicas, consecuentes, y sus resultados en principio obedecen a las normas de la lógica.
Lo que infiere Zizek en su intervención es que la física cuántica muestra que las matemáticas permiten desentrañar procesos en los que la lógica no es aplicable. Hay una lógica profunda en las matemáticas que va más allá de la lógica consecuente y que nos permite retratar procesos, refrendados por la naturaleza, que son mentalmente inconcebibles.
Cuando el matemático Grigori Perelman resolvió el tercer teorema de Fermat (un interrogante que había superado las mentes de Einstein, de Newton y de todos los grandes matemáticos de la historia), hizo en una entrevista un retrato de cómo funciona el proceso matemático: estás en una habitación a oscuras y con mucho cuidado vas tanteando. Poco a poco descubres que aquí hay una barra vertical, y ahí hay un agujero, y al fondo hay un círculo. Más adelante te das cuenta de que esa barra vertical es parte de una mesa. Que el agujero tiene una puerta. Que el círculo es blando y fibroso. Y en el gran día en el que todo hace click, es como si encontraras el interruptor de la luz. Y entonces ves claramente, la forma de la mesa, la marca del horno microondas y el dibujo de la alfombra circular. En la física cuántica, no se ha dado ese click todavía. Y mientras tanto, no sabemos si cada barra vertical que encontramos es parte de una escoba, o de un pilar fundamental para la estructura.
De modo que mi vergüenza absoluta ante el audiovisual que me ha traido hasta este teclado tiene la misma base que las carreras unversitarias que se autodenominan “ciencias de” sin ningún fundamento. Que consideran la palabra “ciencia” simplemente un galón, y no un monumento al desarrollo humano consecuente. La química y la física y la astronomía no tienen ningún punto en común con las mal llamadas ciencias de la información.
Piensen en los jabones que dicen “científicamente probado”. Y preguntense –porque es lo crucial- qué es lo que se ha probado. ¿Que el jabón está ahí? ¿Que limpia? ¿Que no se desmenuza con el uso? ¿Qué es, por ejemplo, un kiosko centíficamente probado? ¿Arquitectura? ¿Volumen de ventas? ¿Higiene de los kioskeros? Lo esencial es la determinación, la exactitud, y todo lo demás son fruslerías.
Y de igual manera que los religiosos aceptarían encantados estudios en los que la gente que recibe oraciones se cura más rápido que aquellas por las que no reza nadie (el estudio existe: véanlo en el excepcional libro “el espejismo de Dios” de Richard Dawkins), este documental da a entender que las adivinaciones y la autoayuda y todo el material que aparece en la televisión de madrugada está refrendado científicamente por la física cuántica.
Ese es el tipo de mentiras que no soporto.
El usar la ciencia como galón para defender la fé y los engañabobos.
La trampa es tan simple como el timo de la estampita. Presentas unos resultados de física cuántica cuya forma de expresarlos es necesariamente una metáfora desorbitada (no hay otra forma de narrar los procesos cuánticos). Luego haces una aserciones que por lógica son consecuencia directa de lo que demuestra la ciencia. Y a partir de ahí, tienes campo libre para convencer (léase demostrar, en la versión enferma y cutre del término) de cualquier idea enloquecida sobre el tao, el chi, el fengsui, la resurrección de cristo y la santísima trinidad.
Esto es una vergüenza. Y espero que esta larguísima entrada sirva para aclarar las ideas en este sentido.
Era un trabajo sucio, pero alguien tenía que hacerlo. Espero que comprendan que haya tenido que hacerlo largo.
Tengan cuidado con lo “demostrado científicamente”. Y mantengan alerta, no sólo sus mentes, sino también las de los demás.
En contra de lo que sugiere Ediciones B, este señor NO es Truman Capote
Hoy el programa «aquí hay tomate» se ha cebado con la figura de Isabel de Bavaria Baviera, alias Sissí emperatriz. Por supuesto, la verdadera Sissi apenas aparecía en pantalla (sus retratos aparecían segundos escasos), y en su lugar teníamos a la Sissi falsa, a Romy Schneider, que es más Sissi que Sissi porque está filmada y porque lo que aparece por una pantalla es más verdad que la verdad.
Muchos dirán «es que mirar fotos no es entretenido, y tenemos que poner algo en movimiento». Les pongo un contraejemplo aún más vergonzoso: las biografías de Truman Capote que se publicaron el año pasado, lucían en la portada la foto de un Capote falso, el actor Philip Seymour Hoffman. No me negarán que la excusa del «lo necesitamos en movimiento» aquí no es aplicable.
Este tipo de detalles son los que acentúan la necedad general. El limitar y acotar (y celebrar) el conocimento a la experiencia propia (que de hecho, es simulada: via cine, etc).
Esta es la historia moderna: cambiar al Ché por «Ché el musical». El suplantar a los personajes por sus equivalentes-espectáculo.
Pero, no se lo pierdan, el mismo corte tenía una segunda reescritura del pasado. El extracto de la película Sissí tenía una evidente calidad de emisión, o si quieren, una calidad de DVD. En la esquina, aparecía este sorprendente rótulo: «youtube.com».
La segunda reescritura del pasado es que, con la profesionalidad y el respeto del periodismo en España, a partir de ahora todo vídeo que se emita en televisión no va a tener orígenes, ni autores, ni modos de rastrearlo. Todo el audiovisual mundial en las límpidas manos de las empresas millonarias cuya productividad es venderles a ustedes refrescos y cremas y politonos va a ser reducida a eso: youtube.com. Ernst Marischka y Stanley Kubrick y Charles Chaplin ya han hecho su trabajo y son cosa del pasado. Tenemos demasiados politonos por vender para preocuparnos por estas tonterías.
Si les descolocaba el revisionismo nazi que postula que el holocausto nunca existió, ya ven cómo las pintan. Estamos asistiendo al holocausto cultural en su linea mínima de flotación: negando la existencia de los creadores
Recuerden el detalle de las biografías de Capote: ni siquiera sus vidas de ustedes serán respetadas. No queremos sus fotos. Si acaso, sólo queremos su pelo: los nazis lo usaban para hacer telas, los nuevos medios lo usan para subastarlo y sacar la noticia en el telediario.
Ya está decidido. No les queremos para nada. Un holocausto es un holocausto.
Como muestra la imagen de arriba, en las ediciones originales españolas, «Batman y Robin» cambiaban sensiblemente el orden de importancia. Robin era el protagonista, y a sus órdenes estaba el pervertido ese que se disfrazaba de murciélago.
Con esa idea en la cabeza, construyan el origen de la pareja utilizando el argumento y el desarrollo de la película Hard Candy.
El día que se cuente esa historia, la escalofriante portada de La Broma Asesina, en la que el Joker fotografiaba la tortura del comisario y su hija con un escueto y mordaz «sonreíd», se convertirá en una imagen suave y tolerante. Robin es el que manda y somete. El niño pobre que seduce y domina al millonario con sus tretas sucias.
Ah, no puedo quitarme la historia de la cabeza. Y nadie la ha escrito.
El tamaño es exactamente el de un LP de vinilo, pero con 124 páginas.
«René Goscinny era uno de mis mejores amigos y fracasó en todo lo que intentó en Nueva York, así que terminó alzando las manos y se volvió a París [Pasó la mayor parte de su vida en Argentina]. La cuestión con René, mi mujer y yo íbamos mucho a casa de su madre -él y su madre estaban muy unidos- para cenar, casi cada semana alterna, y ellos venían a cenar a nuestra casa, y lo peculiar de René era que tenía un flujo imparable de humor calmado e inteligente [droll humor]. Podía seguir y seguir y seguir con un monólogo interminable. Y notabas como te apoderaba el sueño simplemente escuchando el volumen de René.
Pero era bueno, era listo, y cuando volvió a París su material se convirtió en oro porque aplicado al formato del tebeo funcionaba muy bien. René fue crucial en la formación de Pilote. René era un editor y un dibujante y un escritor: una combinación perfecta. No se cuál era su acuerdo con el editor, Dargaud. Ojalá lo supiera. De cualquier modo, Dargaud le dio la responsabilidad, y René contrató a todos esos grandes artistas. Giraud [Moebius], Druillet, Gotlib, Uderzo… contrató a todos los que importaban. Lo que quiero decir es que Piolte tenía control de calidad artística. El medio lo llevaba la mano firme de un artista. Y ese medio se expandió y ahora [en 1981] tienes Métal Hurlant, Fluide Glacial, (A Suivre) y un montón de cosas más por Europa… todos medios sensibilizados artísticamente.Pero aquí en los EUA tienes todos estos tebeos ¡que han sido construidos esencialmente por contables! No sé cuantos contables había involucrados en los inicios del tebeo aquí. El hombre de la DC…
[entrevistador: ¿Leibowitz?]
¿No era un contable?
[entrevistador: sí, lo era.]»
El que habla es el maestro Harvey Kurtzman desde una entrevista de 1981. En esta entrada les intenté explicar por qué Kurtzman ha sido esencial en el humor contemporáneo.
Tras esa entrada me compré el número 7 de The Comics Journal Library, dedicado íntegramente a Kurtzman, con decenas de entrevistas. De todo, lo que más me ha asombrado es que René Goscinny, la otra pieza crucial, la que revolucionó el humor europeo con Asterix y Lucky Luke y El Pequeño Nicolás e Iznogud, tuvo una larga y constante amistad con Kurtzman. Cenaban repetidamente unos en casa de los otros, antes de construir sus grandes obras. Esas cenas con Goscinny soltando todo su humor en una cascada interminable solo a veces puntuadas por las intervenciones de Kurtzman, son el ejemplo perfecto de «cosas que lamento haberme perdido«.
Hay gente que se fascina viendo fotos de Humphrey Bogart montando fiestas con Marilyn y Rita Hayworth. Esas fiestas eran un coñazo que pueden reproducir en cualquier hotel de cinco estrellas, si tienen billetera. Pero esas reuniones Kurtzman-Goscinny… en ellas verdaderamente se forjó el espíritu del siglo veinte, y el veintiuno.
Como sé que creen que exagero, les pongo una cita más. La escribe Art Spiegelman, autor del único tebeo que ha ganado el premio Pulitzer: Maus. Un tebeo que si no han leido deben correr a la biblioteca para consumirlo ya. Spiegelman, en el volumen homenaje a Spiegelman, hace dos páginas de tributo al genio en la que dice lo siguiente. Agarrense porque es para ponerlo en bronce:
«[La revista Mad en la época en la que la creó, dirigió y escribió Kurtzman] era un collage de basura urbana que decía «¡prestad atención! ¡¡Los medios de comunicación os están mintiendo…incluyendo este mismo tebeo!!
Creo que el Mad de Kurtzman fue más importante que la hierba o el LSD al definir la generación que protestó la guerra del vietnam.»
En otras palabras, la persona que supo cómo articular la rebeldía como artefacto pop, fue Kurtzman. Cada vez que vean una revisión irónica que critica usando los propias herramientas de lo que pretendes criticar (y eso incluye el punk, el pop, el prank,… pufff… la lista es infinta)…
…todo eso tiene origen en Kurtzman. Y también en Goscinny, que estuvo allí desde el principio. En esas cenas nació mucho de lo que tenemos y de lo que somos. Levanto mi copa.
Harvey Kurtzman, John Severin y René Goscinny.
El espejo humorístico y tenaz de Dalí-Buñuel-Lorca.
No era fácil de decir, y este hombre lo expresa magistralmente.
La línea que encabeza el cartel del nuevo documental Sicko de Michael Moore no puede ser más descriptiva: «esto igual duele un poco».
Internet mediante, anoche estuve viendo la película y aún estoy intentando digerirla. Quiero decir, tenía una cierta idea de cómo funcionaba el sistema sanitario norteamericano, pero lo que cuenta el documental, estaba fuera de lo que sabía y de lo que esperaba.
Entiéndanme. Las péliculas de Moore han sido siempre más largas de lo necesario. Si yo ahora les hablo de tal persona y les digo que es un borrachín, el tema queda saldado así de rápido. Sin embargo, si estoy hablando directamente con esa persona, a la frase «es que eres un borracho», le sigue una larga discusión: «cómo que soy un borracho», «cuándo me has visto beber a mi», etc, etc. Las películas de Moore anteriores, hablan del público norteamericano al público norteamericano, y además les intenta convencer, con lo que siempre tienen más extensión de lo necesario para un espectador extranjero.
Sicko no. Aunque Sicko está dirigida al público norteamericano y pretende convencerlo, no tiene exceso de metraje porque habla de cosas que los norteamericanos ignoran, y que a los extranjeros, nos producen una sensación enorme de asombro y de vergüenza. La duración no se hace larga para un no-norteamericano porque el contenido no abunda en dar vueltas para convencer, sino en presentar constantemente situaciones nuevas que reflejan una única cosa.
Básicamente el resumen es este: en Estados Unidos el juramento hipocrático es ciencia ficción.
La máxima médica que dice «Fijaré el régimen de los enfermos del modo que le sea más conveniente, según mis facultades y mi conocimiento, evitando todo mal e injusticia.» funciona precisamente a la inversa en los EUA. Los médicos no fijan el tratamiento más conveniente evitando todo mal e injusticia. Es muy, muy, muy al contrario. Y verlo es increíblemente doloroso.
El retrato que hace Moore es atroz, y logra articular el discurso de forma sobresaliente, aun a sabiendas de que en dos horas de explicación apenas puedes rascar la superficie del problema. Comparar Sicko con La mano contra la piedra, que pretende enunciar el problema vasco y no lo rasca siquiera, muestra que el documental de Moore es una maravilla en claridad y en articulación.
Sus detractores hablarán de la técnica del documental, que utiliza trucos sensibleros y humorísticos, poniendo música de violín en los tristes y efectos de sonido en los cómicos. Yo los encuentro más que apropiados, necesarios, para convencer a los espectadores de una situación que prefieren no ver. La sensiblería es una herramienta a la disposición de todos los autores audiovisuales, no es una exclusividad de los programas de sucesos. Utilizarla para conseguir el efecto deseado es tan admirable como hacer un plano secuencia para conseguir el efecto deseado.
No quiero enumerar los elementos en pantalla, pero les diré que en un par de instantes se me congeló el corazón. Hay un minuto de una cámara de vigilancia en la que no estaba dando crédito. Y sólo era una persona bajando del taxi.
Tienen que ver Sicko. Sirve no sólo para entender que los médicos pueden ser conducidos al mal, sino para entender Estados Unidos en general: la gente se alista como soldado porque tienen menos probabilidades de morir en combate que de morir enfermos en casa, el ciudadano medio es totalmente dependiente de sus empleadores…
… y también explica, pero eso no aparece en la película, por qué el suplemento dominical de su periódico favorito tiene una sección de ejercicio y aerobic.
Robert Anton Wilson decía que los EUA solo garantizan la sanidad de los criminales; solo tienen acceso gratuito a los médicos los presos y los diputados.
Ver las consecuencias es aterrador.
Tal vez sea el equivalente audiovisual de lo que significó «Archipiélago Gulag» (mi libro-documental favorito, en tres tomos) para el sistema soviético.
Muy buena y muy reveladora. Deben verla.
Bola extra: Espero que nadie tenga la idea de añadir como coda (epílogo) de la película la intervención de Mariano Rajoy en el programa «Hay una pregunta para usted», en la que citaba como modelo a los norteamericanos repetidamente, y discutía el sistema sanitario. Eso no sería nada beneficioso para el líder de la oposición.
Bola extra dos: El título Sicko pretende aunar»Sick» (enfermo) y «Psycho»(sicosis/sicótico, como el film de Hitchcock).
Bola extra tres: Admiro que los norteamericanos puedan realizar estas películas. Anhelo el día en que en España se puede hacer algo similar sobre las recalificaciones, la gestión portuaria o la influencia de La Caixa. Los impedimentos sanitarios en EUA son los impedimentos audiovisuales en España: dinero, dependencia y sumisión.
«La Noria» será el nuevo espacio que conducirá Jordi González. Trasladará a la tele la crispación de periódicos y radios. Según su productor, Adrian Madrid, no contará sólo con periodistas del corazón, sino que al espacio acudirán desde polemistas políticos y contertulios habituales de la prensa rosa.
Esto es lo que yo llamo un reflejo de los tiempos, y un avance «de puta madre».
El tema lo llevan, no podía ser de otra forma, los productores de «Hormigas blancas» y «Aquí hay Tomate». En ambos programas, los perpetradores piratean y fusilan sin piedad el rico análisis del imaginario popular que ha realizado la imprescindible revista Mondo Brutto, le eliminan todo el trasfondo de interés y lo convierten en vacío audiovisual, en chunguismo extremo, en excusa para orinarle en la cara al espectador ingenuo que sólo es un potencial comprador de politonos.
Por si necesitan detalles: a uno de los responsables de Mondo Brutto, estos productores le pidieron una documentación de coleccionista, revistas rarísimas. Mondo Brutto, como ven, está en su redacción y en su fotocopiadora. La cuestión es que, dicho responsable de Mondo Brutto, en su ingenuidad, aceptó la petición y pidió a terceras personas (porque no eran suyas) esas revistas. Las prestó al programa, bajo promesa de que volverían. Los productores de «Hormigas Blancas» y «Aqui hay Tomate» jamás las devolvieron, y se las han quedado en propiedad. Y es que mearle en la cara a la gente en global, te lleva por inercia a mearle a la gente en particular.
Adrián Mardrid y Óscar Cornejo lo firman. La perversión de contenidos llega al extremo que ven arriba. Y da gusto saber que no importa cuán chunga vaya a ser una propuesta, siempre se puede contar con Jordi González y su integridad, que tiene el precio de una casita en Australia. Cuando haya un programa en el que se invite desde pantalla a apalear a los gitanos o prender fuego a los inmigrantes, ya sabemos quién lo producirá y quién tiene todos los puntos para presentarlo.
Miren bien la cita. Esperan que digamos «Uauh». Su programa «no contará sólo con periodistas del corazón». Uauh. Y le darán el micro a los nuevos pilares de la sensatez y del pensamiento español: a adivinos y a señoras que se follan a toreros… para invitarnos a que nos apedreemos los unos a los otros. Uauh. Y repartirán toda la mierda que sea menester para vender politonos y tener un chalé en las antípodas.
Al fin y al cabo, ¿para qué está la televisión, sino para remover el ganado que está fuera de las vallas de mi chalé? ¿Para qué, más que para endosarle refrescos y cremas a la caterva? ¿Recuerdan Yugoslavia en los noventa, ese país civilizado que se fue a la mierda porque la televisión invitaba y celebraba las animaladas?. Hala Jordi. Bebete todo esto y sácatela, que hay que empezar el programa. Vale, Adrián.
Estoy entusiasmado con el caótico y hermoso disco de las mexicanas Descartes a Kant, que hacen una media ponderada entre Veruca Salt y Mister Bungle, y hacen piezas en las que no tienes ni idea de cómo va a sonar el minuto siguiente. Comprimiéndolo en etiquetas que el grupo aborrecería, presentan una suma de art punk, indie, y jazz core.
Al contrario de su modelo Mr Bungle (imprescindible la escucha de su disco California, descargable aquí), las suaves voces de estas chicas de Guadalajara hacen más accesible el caos a los oídos reacios.