La ciencia en España: concepto y aplicación
Miércoles, 7 de octubre de 2009
Para entender las cosas, hay que poner un marco, porque la evolución de las cosas tiene que ver con las vecinas.
[Nota: Lo difícil es averiguar qué cosas son vecinas: si todo estuviera relacionado con todo (por ejemplo: la torre eiffel se derrumba porque un señor en Badajoz ha dicho «pato» y otro en Frankfurt se ha rascado el pie) no entenderíamos nada, y si nada estuviera relacionado con nada (todo el océano se convierte espontánemente en hielo, y las palomas se tiñen de azul de repente), tampoco podríamos entenderlo. Esta limitación en las causas-consecuencias es lo que se llama, gracias a Platón, symploké.]
Esta entrada viene a colación de que el gobierno español se plantea reducir un 37% el presupuesto para investigación. No sé si entienden lo que es un 37%. Un 10% es ya una barbaridad.
No es este el lugar para compararlo con el dinero que mueve el fútbol, o la protección de las lenguas vernáculas, o la ampliación de las vías de cercanías de tres a cinco carriles.
Aquí lo que queremos plantear es qué ha hecho que les parezca buena idea.
Tal vez la mejor forma de entenderlo es aludir al mito de Isaac Newton.
Isaac Newton era un señor de trato inaguantable, que dormía a trozos, que reunía muchas de las cualidades de lo que denominaríamos «un raro» y que, en consecuencia, era el negativo del hombre subvencionable, que debe ser una persona formal.
Don Isaac le dio un vuelco a la ciencia de tal calibre, que todo lo relativo a nuestro tamaño se conoce como física newtoniana (Para grandes tamaños, está la física relativista, para los minúsculos, la física cuántica). Y lo hizo pese a que dedicó la mayor parte de sus esfuerzos a la alquimia (una disciplina que no nos ha servido para nada, porque la clave para la alquimia son los procesos nucleares, y no lo puedes llevar a cabo, digamos, en condiciones ambientales, a menos que ustedes consideren una estrella como un lugar con ambiente).
De sus múltiples aportaciones al conocimiento (entre ellas, las leyes de la dinámica, la refracción/reflexion/dispersión de la luz, y -todos en pie- el cálculo infinitesimal y la integración), el más famoso es la Ley de Gravitación Universal. Una maravilla que se desentraña en apenas tres folios de demostración. En un solo volumen, los célebres Principia, estableció las bases de la mecánica clásica, que es como decir que explicó todo lo que le rompía la cabeza a, una tras otra, todas las generaciones anteriores.
Sin embargo, lo más conocido, prodigado, repetido e insistido sobre Newton es que esa cumbre del conocimiento se le ocurrió porque le cayó una manzana en la cabeza.
Esta frase aparentemente inocua y que todos ustedes conocen es la raíz de ese recorte presupuestario realizado por contables.
La frase retrata que en el conocimiento infuso de la ciudadanía se han instalado una serie de condiciones falsas que es necesario señalar.
Son las cuatro mentiras principales en la imagen de la ciencia:
1-El conocimiento es inexorable: Las cosas son como son y más tarde o más temprano las entenderemos, porque sí. Habrá un señor que vendrá de alguna parte que ya lo hará. Esto es lo que Unamuno cuajó en su demoledor «que inventen ellos«
2- El conocimiento es intercambiable: Si le hubiera caído la manzana a otro señor (a ser posible, a otro físico), tendríamos igualmente hoy nuestra ecuación que condensa la ley de gravitación universal.
El corolario de las dos anteriores, en consecuencia, es que da igual tener a diez o a diez mil personas investigando, y eso permite los recortes sin remordimientos de conciencia. Pero sigamos.
3- El conocimiento llega por azar: Si entendemos el pago de las cosas como emolumento por tiempo invertido, un manzanazo, pagues lo que pagues, es muy caro.
Además, a veces la ciencia demuestra que no se puede, y no falta el que lo ve como un fracaso (!), lo que lleva a que se pague más a las secretarias que a los científicos, porque las secretarias no hacen ese tipo de descubrimientos de bien general.
4- La ciencia no da beneficios: Los científicos son tan tontos que publican sus descubrimientos, así que para los listos convertirlos en producto y en dinero tiene un coste cero. Luego te das cuenta de que Inglaterra es Inglaterra gracias a los réditos de la física (pongamos, entre otros, la máquina de vapor), y que Alemania es Alemania gracias a los réditos de la química (pongamos, entre otros, la aspirina). Pero ese es el largo plazo. Para los cortos de miras, la ciencia no da beneficios (comparada con, entre otros, la revalorización de los suelos, un baluarte del progreso). Mientras otros países tienen Siemens y Nokias y Apples, en España tenemos… bueno, miren las listas de empresas que prosperan y listen junto a ellas sus innovaciones…
El manzanazo perpetua la idea de que la ciencia es Newton y no Edison (el de las bombillas, y las centrales eléctricas, y el tocadiscos). Y en consecuencia, la ciencia en España consiste en conseguir distribuciones en exclusiva de productos ajenos: es pernicioso para el país, pero es muy positivo para el distribuidor.
(inserto: «El problema aquí es que siempre los empresarios son unos sinverguenzas, la mayoría de todos. Unos inútiles. No saben vender. Les cuesta cantidad esto de hablar de pesetas y lo único que han hecho siempre es ir a copiar al extranjero. Excepto honrosas excepciones». Video aquí: minuto 4)
Ese es el modelo que hemos premiado. Recuerden que en los galardones a empresarios, el dedicado a la innovación va por separado. Como las olimpiadas para disminuidos.
Esas cuatro mentiras y sus consecuencias -creo que es fácil seguir tirando del hilo- enmarcan esa decisión del gobierno como lógica. En términos generales un suicidio, pero los ciudadanos lo verán con buenos ojos -o mejor dicho, no lo verán- y tendremos pan (o mejor, silencio) para hoy y hambre para mañana, procurando que el hoy caiga en elecciones.
Así que, a la vista de lo expuesto, es normal, natural, que se recorte tan drásticamente el presupuesto para ciencia, y que se siga apoyando, pues eso, el futbol y las lenguas vernáculas, que vuelvo a sacar a colación porque son argumentos que logran que la gente se eche a la calle. Ese recorte en conocimiento es lo normal y lo natural… si eres un político. No es una medida de gestión, sino una medida en la que todo se centra alrededor de ser reelegido. Y subrayen que, en el aspecto gestión, abunda en la tradición de la empresa española (recuerden el inserto). Es un camino al desastre. Y está creado por nuestra idea de ciencia y por nuestros votos: la culpa es nuestra. Ya saben lo que pasa cuando dejamos todo en manos de los mismos señores, y ya saben lo que pasa cuando permitimos que hagan cosas «por nuestro bien«.
Espero que los políticos enderecen su decisión. Pero si no lo hacen, que quede claro este mensaje: nos lo merecemos. Ustedes y yo lo estamos permitiendo. Esto está pasando aquí, y ahora.
Este texto es parte de la iniciativa #tijerasNO