Este blog estará en pausa unos días. Así que, para compensar, les pongo aquí una joya de una hora. El largometraje «Hacia la victoria mediante el poder aéreo», de Walt Disney. Ahora se usa el «de Walt Disney» para cualquier producto de factoría. Este es el Walt Disney: esta cinta está fechada entre Dumbo y Bambi.
La película reune muchísimas propiedades, todas ellas prácticamente únicas. Es un documental… No, es un ensayo. Un ensayo audiovisual. Animado. Crítico con el gobierno.
El trailer de la película usa el eslógan «sólo en una democracia un documento así se puede exhibir al público».
Tienen razón en poner la excepción: hoy, aquí, no se podría ni realizar ni estrenar una pieza tan directa, tan crítica y tan atípica.
Walt Disney el contestatario. Y qué bien lo hace, el maldito.
Bola extra: Nótese la profecía del ataque efectivo sobre japón, que encaja con lo que luego llevó a cabo Enola Gay.
Bola extra 2: El 15 de octubre, les recuerdo, es el estreno de temporada de Reflexiones de Repronto.
En la enorme y adictiva confusión de la serie de televisión Perdidos (o, como la llamamos por aquí, «los T») hay una película dentro de la película. Como guía difusa dentro del desconcierto, los protagonistas encuentran unos vídeos de orientación de la iniciativa Dharma, que les explica que fue fundada en 1970 y que consiste en un «gran centro comunitario de investigación» en el que se estudia meteorología, psicología, parapsicología, zoología, electromagnetismo y utopía social.
Los vídeos de la iniciativa Dharma tienen una función muy determinada dentro de la ficción de los té. Las proyecciones explican elementos que regulan el comportamiento de los protagonistas -el escenario, el arsenal, la disponibilidad- que hasta ese momento han asimilado de una forma instintiva. Son coordenadas para el caos que en cierta medida conducen a más caos, pero que a la vez apuntan explicaciones coherentes para un mapa mayor.
Las grabaciones del Doctor Repronto recuerdan sospechosamente a las cintas que los té encuentran sobre el funcionamiento de la iniciativa Dharma, y como en ellas, hay un laboratorio cuyo origen y función desconocemos. Eso sí, el sensato portavoz con bata ha sido sustituido por un mad doctor.
La guía del cine para pervertidos que realizó el filósofo esloveno Slavoj Zizek -un personaje que ya ha aparecido en este blog– para la cadena inglesa BBC logra condensar algunos de mis intereses esenciales a la hora de hablar del audiovisual.
El principal: enganchar pese a que el espectador ignore completamente de qué estás hablando.
De nuevo, viene -ya se lo he contado– de cuando leía con placer el fanzine 2000 Maníacos, lleno de artículos que hablaban de películas que nunca vería.
Zizek le da una vuelta más, porque por principio, la película ES lo de menos. Utiliza el audiovisual como ejemplo/cita para hablar de otras cosas. No habla de las películas, de sus argumentos y sus contenidos y sus apuestas formales, sino de lo que defienden, de lo que sostienen, de las vigencias (que es como Ortega y Gasset llamaba a lo que ahora decimos Zeitgeist) en las que se apoyan. Si esas películas no existieran, esas vigencias serían apoyadas por cualesquiera otras (así es el Zeitgeist), y la explicación seguiría existiendo pese a no existir esa cinta determinada.
El documental de Zizek dice en el título tratar sobre cine, pero en realidad habla de las tesis de Zizek sobre la realidad y sobre el sicoanálisis. En el vídeo de abajo verán cómo el esloveno explica las tres figuras del sicoanálisis utilizando Psicosis (los tres pisos de la casa equivalen a esas tres figuras) y los Hermanos Marx (cada hermano encarna una de esas tres figuras). No habla de cine. Usa el cine sólo como cita, como apoyo, para hablar de otras cosas.
Ese ingrediente esencial, lo pretende sintetizar Reflexiones de Repronto. Con todas las limitaciones, y -tal vez- con un temario menos farragoso.
Antes de que los programas P2P configuraran la gran biblioteca del video, cuando ver películas raras era ciertamente complicado -y se lo digo yo, que en la universidad proyectaba cintas que eran copias de copias de copias hasta alcanzar un aspecto lamentable- leía con placer el fanzine 2000 Maníacos. Y era difícil de explicar, porque en la mayoría de sus textos hablaban de películas que seguramente no tendrías ocasión de ver en tu vida. Pero lo hacían de una forma tan divertida que daba igual. Querías saber qué le interesaba tanto al fanzinero como para teclear sobre ella. Pese a que no se hablaba de otra cosa, en cierta medida, la película era lo de menos.
La encarnación audiovisual de ese espíritu de cambiar de gafas e interpretar la película de un modo puramente lúdico es la extraordinaria serie Science Mystery Theater 3000, que lleva más de una década en antena.
Un humano y dos robots recortados en una fila de butacas se dedican a comentar hasta el ridículo películas de serie B y de serie Z, señalando que la persecución es un poco triste porque el protagonista huye usando los intermitentes, o insultando a la protagonista que lleva diez minutos de reloj intentando hipnotizar al aventurero de turno.
MST3K tiene la enorme carga del tiempo real -la película se proyecta íntegra- pero ha sobrevivido con solvencia a esa complicación. Antes que los comentarios del director en los DVDs, teníamos y tenemos a estos tres malandrines dinamitando el metraje, señalando que el mismo actor ha cruzado ocho veces, preguntándose por qué este plano es de día si el anterior era noche cerrada. La cinta comentada es una película distinta. El Doctor Repronto, influido por ese espíritu inicial de 2000 maníacos, saluda al teatro del misterio.
Nótese la firma, ya en el telecinco de la margarita
El columnismo actual en televisión nacional no es fácil de encontrar. A fecha de hoy, para encontrar un personaje que aparezca recitando de forma regular sin ser interrumpido por un vídeo o una conexión en directo, es casi una entelequia. Ahora la gente acude a un plató y hay mas o menos una escaleta, y cuando se recita es para presentar un video que en realidad ilustra una noticia en la que los testimonios de nuevo son improvisados. La intervención regular que contiene presentación, nudo y desenlace pasa por malos tiempos.
En otras décadas, el telediario de medianoche de Antena 3 se pautaba con una columna audiovisual de José María Carrascal. La idea del editorial en un telediario es atractiva, si sirve para que el resto de la información sea neutra e imparcial: el «crear opinión» se limita a un espacio concreto. Pero no fue el caso, y de hecho El Comentario de Carrascal ha tenido una memoria difusa. Pocos o nadie recuerdan las tesis que defendía, y ha pasado al imaginario popular por usar corbatas llamativas.
En la parrilla actual, fuera de las televisiones locales y regionales, el único columnista que mantiene ese privilegio es Fernando Ónega, que recita un par de folios -en la tradición telediaria de busto parlante- en el programa geriátrico «Saber Vivir», un espacio dirigido a personas preocupadas por su salud, cuando no por mantener sus constantes vitales.
No he encontrado en los almacenes de vídeo ninguna intervención de Ónega, pero hace meses les pusimos esta remezcla de cortes de Saber Vivir que ha hecho el solaz de media internet. Los columnistas audiovisuales son pocos, tal vez en extinción, y han mantenido una llama a la que se aferra el Doctor Repronto.
Corría el año 96, y yo estaba tomándome algo en el Fantasma de los Ojos Azules, en el original de la calle Rocasolano. En aquellos tiempos preemule, de pronto se desmarcaban con cosas como «ocho horas de capítulos de Mazinger Z». Lo recuerdo porque conservo el poster, pintado a rotulador, que lucía la puerta del bar. En música, sonaba de todo. Una tarde, la música paró y se escucharon dos puras voces recitando. En un instante estábamos todos escuchando detenidamente: «Todos tenemos la razón«, decía la voz. Era una rareza elegida por el pinchadiscos. Cuidadosamente elegida, pero yo aún no lo sabía. Cuando acabó el tema, el poema, lo celebramos con un aplauso y seguimos con nuestras copas. Le pregunto al pinchadiscos y me dice que son Accidents Polipoétics. Mi memoria lo borra inmediatamente, demasiado ocupada en seguir con la fiesta.
Avance rápido. Estoy en la mediateca de Barcelona, buscando díscos para tomar de préstamo. Es el año 2000. Una portada me detiene, dos ancianos en blanco y negro. El título del disco es «polipoesía urbana de pueblo«. Los autores son Accidents Polipoétics. Mi memoria, contra todo pronóstico, corrobora que ese es un nombre ya citado. Me lo llevo prestado. Lo pongo en mi reproductor como banda sonora mientras escribo uno de aquellos módems, uno de aquellos telegramas a la nada. En cuanto termina la presentación, estoy paralizado. No puedo atender a las teclas. Lo que suena requiere toda mi atención. Me lo oigo de un tirón sin hacer nada más.
Desde entonces he acudido a cada actuación de Accidents Polipoétics, juntos y por separado, de la que he tenido noticia. He visto sus recitados, y sus espectáculos, y sus trayectos guiados en autobus, y sus autopías. Tengo sus libros y sus grabaciones y las mínimas guías de «las batidos». Y siempre quiero más. Son así de grandes. A base de memorizar sus textos -no bromeo-,el Doctor Repronto tiene buena parte de estos dos maestros. Vivan Theros y Metlikovez.
«Todavía se podría reconocer
algún valor cinematográfico a esta película
si se mantuviera el ritmo:
y no se mantendrá»
Rótulo sobreimpreso en el minuto nueve
La versión audiovisual de «La Sociedad del espectáculo» de Guy Debord, dirigida y locutada por el propio Debord en 1971, es un desastre cinematográfico… y él mismo lo sabe. Ilustrar su clarividente texto con imágenes no es eficaz, porque la interacción entre ambas es tan sutil como insuficiente. Y a eso hay que añadir la cansina entonación de profesor, tan en alza entre los pensadores progres franceses. Pero lo hace a conciencia. Esto soy yo. Esto es un asco, pero es mi asco.
En 1984 Debord prohibió la exhibición de su obra cinematográfica, pero la internet respeta a los genios más que ellos mismos.
Aquí abajo tienen el desastre, y el genio (en una mezcla espesa pero radiante) de «La Sociedad del Espectáculo» de Debord. Una pieza que ha sido importante en el origen de Reflexiones de Repronto, en francés original con subtítulos en inglés: