Reflexiones de Repronto · | una videoserie para la generacion audiovisual
 

Todo está conectado

Doctor Repronto - Lunes, 14 de septiembre de 2015, a las 00:01

Antes de la aparición de Youtube o las redes sociales la diversión de internet consistía en saltar de página en página, pulsar en los links que me llevaban a la deriva de temas, empezar buscando “filmografía David Lynch” y acabar en un blog con fotos de monos fumando. El placer consistía en el viaje, en los continuos saltos de contenido y tono, aunque muchas veces el juego te conducía a sitios de escaso interés.

“Reflexiones de Repronto” es como ese viaje donde todos los links son apasionantes. Todo está conectado y todo es interesante en este navegador perfecto para entender el siglo XXI.

Borja Cobeaga,
Director de cine: «Pagafantas«, «No controles«, «Negociador”.

Borja Cobeaga es el segundo de nuestros padrinos para la sexta temporada, que arrancará mañana a mediodía (hora UTC/GMT) por la tarde. Horas antes, habrá un preestreno con entrevista en la revista VICE que redondeará los fastos de la rentrée.

Una presentación

Doctor Repronto - Lunes, 29 de noviembre de 2010, a las 17:17

En noviembre, en El Barucu gijonés, hice la conferencia Conspirapop actualizada a 2010. Los organizadores encargaron la presentación a Javier Martínez Barcala, quien la formuló como una defensa de Repronto que quiero compartir en este rincón.

Lo que sigue es el texto que Javier recitó ante los asistentes. Lo reproduzco con su permiso, agradeciendo y agradecido.

PRESENTACIÓN DOCTOR REPRONTO

Ya que me ha tocado este embolado de presentar al doctor Repronto y dado que estamos con la recesión impregnándolo todo su olor a descomposición y, sobre todo, a que es una manera cómoda de captar la atención inmediata de la muchachada en estos días, voy a empezar hablando de un tema candente de la actualidad informativa: los zombis. En particular, de una película de zombis. Su título es Pontypool, su director, Bruce McDonald y, por supuesto, no se estrenó en cines españoles ni, de momento, tiene prevista edición en dvd por estos andurriales. Los que no la hayáis visto, ya sabéis lo que tenéis que hacer. Este es el punto en el que tengo que avisar eso de “Contiene spoilers”. Esos mismos que no la habéis visto y seáis sensibles a la revelación de claves importantes de la historia, por favor, haced caso omiso de lo que voy a contar a continuación. En Pontypool asistimos a una infección zombi donde las causas del contagio no son de procedencia desconocida pero tampoco bacteriológica, no tienen que ver con asteroides venidos del espacio exterior ni con el vudú, ni se explican por el mordisco de un pobre mono en un laboratorio. La zombificación de Pontypool ocurre por vía semántica: en el idioma inglés hay ciertas palabras que, activado un secreto mecanismo interno, convierten a sus víctimas en depredadores de significado; la realidad se disuelve para el infectado, porque la palabra, vaciada de su significado, lo ha atrapado y lo desprovee de capacidad para entender su entorno más allá de la búsqueda obsesiva de esa sustancia perdida. Este deterioro, como no podía ser de otra manera, es muy violento y abunda en menudillos y pústulas sangrantes. Los protagonistas de la cinta, un hombre y una mujer, son personas normales (él es una antigua estrella de la radio venido a menos, ella, su productora actual) y, en medio del pandemonio extravagante en que se ven inmersos, asumen su instinto de supervivencia con toda seriedad.

Pero resulta que, acabada la película, y pasados los títulos de crédito, se nos obsequia con una escena en aparente desconexión con el tono y las intenciones de todo lo anterior: los protagonistas aparecen ambos en un plano fijo, ataviados como personajes recién excretados de las entrañas de la cultura popular: él, convertido en un James Bond de saldo, recitando líneas de virilidad imposible, ella, como una letal espía de curvas vertiginosas, aire oriental y lengua de doble filo. Ambos posan rígidamente en un entorno digital, donde los objetos han perdido su funcionalidad real y parecen emerger de una viñeta. ¿Qué sentido tiene esto? Aparentemente es una broma que desdramatiza todo lo anterior, una final alternativo ligero. Pero no creo que esta apariencia sea una buena explicación. Lo que ha ocurrido, en mi opinión, es que, como habían descubierto en el desenlace de la acción, la única manera de evitar la infección es permutando los significados de las palabras, y, por extensión, de las cosas. Si no estás plenamente convencido de que en el nuevo orden asesinar significa besar (“Kill is Kiss”) estás frito. En resumen: si no quieres convertirte en zombi semántico, desprovisto de cordura o de inteligencia y buscando desesperadamente un sentido que no vas a encontrar, tienes que reordenar el mundo alrededor. Y ¿cómo reordenaríamos nuestro mundo si no nos quedase otra opción, si nuestra vida dependiese de ello? Probablemente convirtiéndonos en personajes de ficción, en aquello que nos gustaría ser y no nos atrevemos a encarnar: un Tyler Durden, un Spiderman sin el stress laboral y sentimental, en un gangoso Humphrey Bogart. Es lo que parecen hacer los protagonistas de Pontypool. No creo, por mucho que se jure solemnemente, que alguno de los presentes no haya fantaseado alguna vez con tener superpoderes en alguna de sus variantes. Ser invisible o ser un mostrenco de fuerza imparable o tener una polla como una columna jónica que nunca se arruga en el momento crítico. Todos lo hemos hecho, y, todos sabemos que esta operación de delirio autoinducido, aunque deseable en ocasiones, tiene mucho peligro: podemos acabar siendo devorados por nuestro particular monomito, un poco como le pasa a Scott Pilgrim.

La cuestión en esta época de desmadre audiovisual es si podemos ejercitar nuestra capacidad de análisis con las carretadas de información que nos impactan a diario y, a la vez, somos capaces de extraer de ese análisis lecturas desprejuiciadas y, a ser posible, disfrutar con ellas. No podemos permitirnos el lujo apocalíptico e idiota de despreciar las manifestaciones de eso que se da en llamar cultura popular si lo que queremos es entenderla, ya ni hablamos de gozarla. Parece difícil dicho así, pero figuras como el doctor Repronto demuestran que es posible.

He tenido la tentación egotista de incluir a Repronto en el largo linaje de mis heterodoxos favoritos, los doctores tildados como locos o chiflados. Personajes como el doctor Frankenstein o Herbert West, el reanimador. Pero enseguida me di cuenta de que no iba a funcionar: mientras estos suelen operar con carne muerta, el doctor Repronto opera con ideas vivas. No hay punto de comparación posible. Frankenstein o West están abocados al fracaso y a la incomprensión, y son perseguidos sistemáticamente por sus coetáneos y sus creaciones. El destino del doctor Repronto es bien distinto; poco a poco su voz ha ido ganando adeptos y la visibilidad de su discurso es cada vez mayor. Y ello se debe en parte a que el hilo de ese discurso parte sin disimulos de la propia cultura popular. Está integrado en ella y se vale de ella.

De toda su argumentación, de la que esta noche vamos a tener un bonito botón de muestra, destacaré una sola idea que, me parece, recorre todo el pensamiento reprontiano: la afirmación de que la cultura popular ha conseguido destruir la frontera falaz que la separaba de la alta cultura y ahora se apresta a reconfigurar nuestra realidad. Los códigos de la ficción han canibalizado la percepción del mundo a tal punto que hoy día nos es difícil, si no imposible, distinguir qué es una cosa y qué es otra. De estas influencias constantes, de los entrecruzamientos y la confusión, y de la imposibilidad de dar marcha atrás en este curso de los acontecimientos, nos habla el buen doctor sin reparos catastrofistas, sin alarmismo, y, lo que es más importante, con mucho, mucho sentido del humor.

Y, aún a riesgo de confundir “presentación DEL doctor” con “mamada AL doctor”, debo añadir que, estemos o no de acuerdo con sus reflexiones, lo que no puede negarse es la originalidad de su enfoque y que, tomando nota de sus planteamientos, discutiendo las ideas que pone encima de la mesa, podemos evitar o al menos postergar ese momento, reflejado en Pontypool, en el que el imperialismo audiovisual acabe por devorarnos y desproveernos de capacidad para interpretar y entender sus significados.

Javier Martínez Barcala, 13-11-2010

Actualización: ahora, disponible en vídeo:

Repronto en CIvideo

Doctor Repronto - Lunes, 21 de abril de 2008, a las 10:59

Coloriuris arranca su formato para compartir videos cumpliendo la legislación española, y luchando contra la apisonadora norteamericana que hace que los videos de ustedes se emitan en canales comerciales por el morro, acreditando al almacen y no al autor.

El objetivo: «compartir sin perder la autoría … compartir con respeto al autor.» (cita) Noten el vínculo de «descargar en formato original», que además incluye las condiciones del autor.

Futuras entregas de Reflexiones de Repronto tendrán este aspecto. Vayan familiarizándose.

Blogespierre lo anunció en primicia aquí.

Nostalgia de los videos grandes

Doctor Repronto - Martes, 26 de febrero de 2008, a las 01:35

adios a stage6

Según anuncia el escritor Warren Ellis en esta entrada, el próximo 28 de febrero desaparece Stage6. Eso significa que, la próxima temporada, no habrá videos grandes en streaming. Y significa también que cuando pulsen «vídeo grande» no verán nada. Que ya verán como alguno hay que se queja en los comentarios.

Eso sí: podrán descargarse los videos en formato original en  la página de Coloriuris.

Por si quieren hacer acopio, ya hicimos una página completa, con los vínculos de cada video.

Ya tenemos nostalgia de los videos grandes, días antes de que desaparezcan…