Reflexiones de Repronto · | una videoserie para la generacion audiovisual
 

«Estimado Dr. Repronto», por Julián Hernández

Estimado Dr. Repronto:

Antes de nada quiero decirle que le tengo a usted en muy alta estima y, precisamente por eso, me ha sorprendido que mande recado por Raúl Minchinela —sin duda escritor de grandísimo merito y comunicador sin par, pero un segundón al fin y al cabo— para que le escriba unas líneas elogiosas para con sus afamadas “Reflexiones”. Por esta vez consideraré que sus actividades intelectuales y el entrenamiento físico imprescindible para aparecer en antena, le impiden atender a esas engorrosas relaciones públicas a las que obliga el medio en el que usted se desenvuelve con tanto acierto. Procedo pues con la petición.

A bote pronto, Dr. Repronto, yo le diría a todo aquel que se acerque al trabajo que desarrollan usted y su equipo —felicíteles también de mi parte— que aquí hay que acudir con el cerebro cableado de casa. Es usted tan exigente con su público como lo podría ser la nutria madre, que se come la trucha ante su cría sin darle nada, para que aprenda por imitación cómo hay que hacer para sobrevivir en el mundo de las nutrias. En el nuestro, ese que llamamos por dejadez “vida real”, la nutrición intelectual y la supervivencia emocional subsiguiente están amenazadas por un algo opresivo y lento y plural (valga la paráfrasis de Borges) que perversamente nos impide ver el bosque al final del túnel [sic]. El método filosófico imperante en este siglo XXI, al que afortunadamente sólo restan 87 años de mediocridad, es profundo, sí, pero practica lo que se conoce como profundidad horizontal. ¿Oxímoron? No: asepsia y desinfección. El analista horizontal no se zambulle, no se mancha las manos, no se contamina con el objeto de su análisis (valga como ejemplo de lo dicho el libelo Dialéctica: lecciones para manejarse con soltura en los supermercados D.I.A., de autor anónimo). Su profundidad de usted, Dr. Repronto, abarca tanto la horizontalidad cool como la verticalidad clásica, y se abre a una transdimensionalidad en las antípodas del monstruo borgiano (¿o se dice “borgesiano”?): liberadora, rápida y singular. En otras palabras: la suya es una profundidad que nos abre los ojos rápidamente y de una sola hostia. Gracias por ello y que así sea por muchos años.

No quisiera terminar estas líneas (que espero apruebe su subordinado Minchinela) sin instarle a que continúe su labor como la nutria: zampándose el pescado ante nuestras narices y enseñándonos que, efectivamente, hay que tener cuidado con las espinas.

Soy, señor, su más humilde y seguro servidor.

Julián Hernández